ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

UNA TRAGEDIA ANUNCIADA


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2019  •  Ensayos  •  3.406 Palabras (14 Páginas)  •  133 Visitas

Página 1 de 14

UNA TRAGEDIA ANUNCIADA

Cómo olvidar ese miércoles de 1985 en donde murieron más de veinte mil habitantes de Armero por un terrible desastre natural. Como olvidar esas miradas de angustia, miedo y hasta dolor. Aún se me hace difícil olvidar esa imagen de un pueblo destruido, de un pueblo sin esperanza, pero sobre todo, no he podido dejar atrás el dolor que llevo por mi pérdida, mi hijo, era tan solo un niño con sueños y con mucha alegría; y de un día para otro se me fue arrebatado. Sin embargo, no he conseguido olvidar que todo esto fue una tragedia anunciada.

Eran eso de las 11 de la noche, me acuerdo bien, yo me encontraba en la mecedora mirando hacia el techo como quien mira una bella flor. Mi corazón estaba angustiado, sentía que algo malo estaba por suceder; un muerto, supuse. Me levantaba de la silla y empezaba a caminar por toda la casa como si estuviera ocultando algo o a alguien. Entraba al cuarto donde dormía mi hijo y mi nieto una y otra vez, y volvía a sentarme. En ese momento recordé mi niñez, los fuertes regaños de mi madre y las dulces carisias de mi padre. También recordé a mi esposo y lo feliz que era cuando estaba a mi lado, y no solo yo, también mis hijos, en especial Emilio, ¡Ay mi dulce niño! Como me gustaría que estuvieras aquí conmigo; en ese momento de intranquilidad la vida me pasó por los ojos y en unos 30 minutos ¡todo se fue al carajo!

Soy del municipio de Armero, Tolima. Un municipio de personas alegres y de extravagantes áreas naturales. Sus ríos eran lo más primoroso; su cielo azul y despejado como el agua me hacía retumbar miles de sentimientos; sus dulces y tranquilas noches me causaban paz; el sonido de la naturaleza, de los animales y hasta del aire, me hacía sentir en casa. Cuando era niña, solía ir con mi padre al rio lagunilla a divertirme y a observar como el agua bajaba tan lento y otras veces tan rápido, y me tranquilizaba, me tranquilizaba sentarme en la orilla del rio y ver cómo era libre, tranquilo y arrebatado, como siempre me sentí. ¿Quién iba a pensar que un arrebato de la naturaleza dejaría a tantos desconsolados?

En Armero la gente solía ser muy colaborativa; a cualquier parte donde te dirigieras podías encontrar personas agradables, humildes y hasta toparte con familias tan unidas como el queso con bocadillo; ese no era mi caso, mi familia era una zona de guerra en constante ataque; aunque por mi parte siempre trate de dar lo mejor para crear esa familia ideal.

Desde pequeña fui una niña muy aplicada, eso sí, rancia como mi madre, pero fuerte y astuta como mi padre. En el colegio me decían la leona y no solo por el malgenio que me mandaba sino también por esos crespos que me llegaban hasta el rabo, además, no me gustaba peinarme ¿Y eso para qué? Si con el calor de Armero iba a terminar despeinada; y 33 años después lo sigue siendo. No solo eso, siempre fui una niña enfocada en mis estudios; no me importaba la vanidad como a mis amigas, si me peinaba o no, ese no era el problema. El problema era cuando, con sus pasos firmes y sus manos tensas, el docente me entregaba mis calificaciones

-Ahí está su nota, mire a ver si se pone las pilas

-Gracias profesor

No solo me llenaba de intranquilidad, sino de un tremendo regaño por parte de mi madre. Una mujer posesiva y protectora, eso era ella; una mujer que espantaba a mis amigas con solo una mirada y no puedo negar que a mí también, no la culpo por su genio, de hecho, creo que el mío era peor; si usted me hubiera conocido de joven hasta miedo me tendría, miedo que siempre le tuve a mi madre. Yo la odiaba, Claudia, le decía, pero salí igualita a ella; su genio aterrorizaba hasta esos pequeños admiradores que uno se ganaba de vez en cuando. Cuando uno de ellos iba hacerme la visita, los sacaba corriendo con un baldado de agua fría y hasta a escobazos.

-Y por acá no vuelva chino marica, les decía.

¡Ay Dios!, esa mujer si era un cuento. Era más fuerte el miedo que sentía por ella, que el amor que pudiera sentir por alguien.

En cambio mi padre era un amor, yo era su niña consentida, su bebé, su tesoro más preciado ¡Lo amaba! Y me entristece hablar de él sabiendo que no está a mi lado; siempre fue un hombre trabajador y dedicado a su familia. Aunque su relación con mi madre no era muy llevadera, trataba de hacer todo lo posible para que funcionara; él era el que me defendía de esa víbora, no dejaba que me pusiera una mano encima y siempre apostó por mí. Toda mi vida lo recordaré como el mejor hombre de mi vida, ese hombre luchador y ejemplar, la cabeza del hogar. Trabajaba en una finca cuidando un ganado, salía de la casa a las 5:00 am y volvía a las 8:00pm, esa era su rutina de todos los días, un hombre muy fuerte. Cuando el cáncer se lo llevó, quedé devastada, sentí que el mundo se me vino encima, lo llore días, meses y hoy en día, me sigue haciendo falta.

 A mi padre le agradezco su ternura, su amor y su comprensión, me dio un gran ejemplo para tratar a mis hijos, y a mi madre le agradezco por su estricto carácter, me hizo una mujer fuerte, tanto así que en medio de la tragedia de 1985 lo que más tuve fue fuerza, fuerza para superar todo lo que había sucedido y, fuerza y esperanza para encontrar a mi hijo. Aunque ese deseo hoy lo veo muy lejano e imposible.

Me encontraba ahí en la mecedora, pensando en la vida y en lo injusta que había sido al quitarme a mis dos hombres, a mis dos anclas; y no hablo solo de mi padre, también hablo de mi esposo, el padre de mis hijos, mi único novio y acompañante de vida. En ese momento derrame una lágrima, dos, tres y hasta cinco quizás; no entendía por qué me sentía así, por qué los recuerdos me atormentaban tanto esa noche ¿Era mi último día en el buen vivir? o ¿El de mi hijo?

A Oscar, mi esposo, lo conocí en la capilla del colegio La Sagrada Familia; yo vivía en la calle 10 cerca a la plaza de mercado y todos los domingos asistíamos a misa con mi madre, éramos muy creyentes, ella decía que teníamos que alabar a Dios porque era él quien nos daba todas las fortunas y quien nos ayudaba en las desgracias, y yo siempre crecí con el pensamiento de amarlo y adorarlo, de hecho ha sido él quien ha estado a mi lado en los momentos de  sufrimiento. A la capilla asistíamos de 10am a 11am, mi madre era buena amiga de la madre de Oscar, ellas al igual que Oscar y yo, se conocieron en la capilla. ¡Ese hombre era muy coqueto! y como bien dije, yo era rancia a morir y nunca me dejé endulzar el oído tan rápido por este muchacho a pesar de lo guapo que era; siempre mantuve mi postura firme y rígida. Sin embargo, era un hombre muy carismático y dulce, pero solo conmigo, y así, me fue ganando poco a poco; me llevaba rosas blancas como mi corazón, pero sensible y agradable como solía serlo, o eso era lo que él me decía. ¡Claro! Cualquier hombre enamorado hace lo posible para conquistar a su enamorada, aunque testifico que siempre fue un hombre muy amable conmigo y eso no cambió hasta el día de su muerte. Una terrible enfermedad silenciosa se lo llevo, la misma que me arrebató a mi padre, el Cáncer. Mi viejo siempre fue el más atento, solía llevarme a la orilla del río lagunilla; sabía que era mi lugar favorito no solo por los hermosos recuerdos que me traía de mi padre, sino también porque era el único lugar que me llenaba de paz y armonía.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (18.4 Kb)   pdf (103.4 Kb)   docx (15 Kb)  
Leer 13 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com