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Ensayo sobre Crónica de una muerte anunciada o exponente contemporáneo de la tragedia griega

sharito1167Ensayo17 de Septiembre de 2016

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Crónica de una muerte anunciada o exponente contemporáneo de la tragedia griega

Al leer el título del libro Crónica de una muerte anunciada, por sí solo se está desplegando el concepto general de que  la narración va a presentar alocuciones de advertencia de una muerte, como si  ésta ya estuviera marcada por un hado de fatalidad inevitable impuesto por la propia conducta humana o por designio de Dios. Coincidiendo este escenario con el rasgo general circundante en la tragedia griega donde los esfuerzos humanos por evitar el cumplimiento del destino no hacen más que acercar a la víctima a esa muerte como un mandato de los dioses. Condición que está presente en la tragedia  Edipo Rey, donde las predicciones que el oráculo de Apolo divulgó sobre la muerte de Layo a manos de su hijo Edipo, desde que éste era un bebé, no valieron para evitar la tragedia que el destino ya había señalado.  En Crónica de una muerte anunciada la conducta de la naturaleza humana está regida por un sistema social de valores homogéneo donde la dignidad y valor del ser humano es un mundo de apariencias donde para excusar el proceder humano se ampara en la devoción a dogmas y creencias en un contexto de supuesta normativa social contemporánea, pero bajo emociones e impulsos  propios del ambiente social corrompido de una tragedia griega.    

Este contexto dramático en la tragedia se centra en la comunión estrecha entre la vida y la muerte y dándole a esta última mayor valor y simbología, al convertirla de una manera grotesca en el renacimiento a la vida y la compensación de los errores de la humanidad. Ceremonias propias de la cultura griega donde el eje central era la adoración  a los dioses y se consagraban animales a los poderes supremos además de ser una celebración distintiva en pro de conseguir la  indulgencia y la complacencia fueron la inspiración para la puesta en escena de obras donde el término “el canto del macho cabrío” que  etimológicamente le da el significado a la palabra “tragedia” hacia su aparición.

  El sufrimiento de ese macho cabrío gritando su agonía generalmente era inocente y estaba  representado con la muerte de un ser humano que era un ídolo y un héroe para  su pueblo, pero que a la vez podía ser motivo de envidia y  rivalidad. Como le expresa en su introducción Edith Hall “La tragedia tenía una antigua e íntima relación con la religión y especialmente con rituales que implicaban alabanza a los dioses y sacrificio animal en honor a ellos” (1). Por otro lado la carencia de control de los actos que son gobernados por la ira y violencia resultado de la sujeción a códigos morales, los griegos la definieron con el término “hybris” y es un rasgo predominante que antecede a la ejecución del acto de sufrimiento o crimen, donde también aparecen los impulsos irracionales que se hacen espontáneamente sin dar tiempo al raciocinio. José Berbel menciona  “La “hybris” es un amo que ejerce el poder mediante la violencia irracional y desmedida, que nace de la persistencia y perseverancia de una ceguera pasional” (139). Esta ceguera pasional igualmente está determinada por la dualidad propia entre el ser y el deber, exhibiendo  mayor importancia a la moralidad del ser que a la del deber ante la sociedad, pero por temor a que su juzgamiento sea mayor, no por la ley sino por la moralidad de los hombres.  Esta mención está apoyada en “La normativa moral se debe cumplir y simultáneamente hacer cumplir a los demás, en defensa del férreo código del honor y la honra” (Berbel 142). Símbolos estos promulgados por la colectividad  protagonista de la tragedia que expone una doble moral que encierra licencias y consentimientos a  mitos y premoniciones que reemplazan el valor de la vida y esencia  humana, fetichismo disfrazado de religiosidad y excesos de lujuria, adoración y celebración. Todas estas son acciones corruptas del ser humano o como  Bailey acota acerca de una de las características de las tragedias griegas  “Las fuerzas oscuras que acechan al hombre están lejos de ser morigeradas por la moral y la religión” (122). Donde se contempla el mundo como un ente caótico que desafía la razón, y los valores y antivalores se recrean en un constante movimiento,  

En Crónica de una muerte anunciada, ese predominio de antivalores se emprende  con la llegada de Bayardo San Román al pueblo, quien al poco tiempo de hacerse familiar con los habitantes decide para sí mismo que se casara con Ángela Vicario, a quien considera pura y casta como su nombre, pero lo hace sin antes tomarse el tiempo de conquistarla, pero donde su dinero y prestigio servirán de medio para obtener su cometido. “Se llamaba Ángela Vicario. Bayardo San Román las siguió con la mirada hasta el otro extremo de la plaza. Tiene el nombre bien puesto. Luego recostó su cabeza en el espaldar del mecedor y volvió a cerrar los ojos diciendo: cuando despierte, recuérdame que me voy a casar con ella” (García Márquez 27).

Acá se manifiesta que el valor de la esencia humana es insignificante ante la adoración al materialismo y poderío y ante la anteposición del cuerpo carnal por la del cuerpo espiritual. Predilección legitimada por todo un pueblo que celebra desaforadamente el matrimonio de Ángela y Bayardo, quien con su dinero ha comprado no solo lo material sino la supuesta virginidad y pureza de Ángela. Pero a la vez es un pueblo que además de aplaudir el acto lo enaltece. García  Márquez  añade “Bayardo San Román, por su parte, debió casarse con la ilusión de comprar el peso descomunal de su poder y su fortuna” (33). Con este mismo enfoque lo acota Gambarte en su crítica “Pueblo de valores invertidos o de intereses disfrazados de valores que quedan perfectamente reflejados en lo que dicen y hacen los personajes” (139). Esta apreciación también vemos reflejado en la antología de tragedias de Sófocles recopilada por Badillo, y donde las palabras de Creonte en la tragedia Antigona, muestran como el amor al dinero es nocivo y desencadena los posteriores actos corrompidos del drama “El dinero, aun a los corazones honrados los descarría y enseña a meterse en empresas vergonzosas; el dinero ha revelado a los mortales todas las malas artes, les ha enseñado todo género de impiedad.” (99)

 Este entusiasmo excesivo por el dinero que se ostenta en aquel pueblo colombiano es desproporcional  y excesivo. La celebración comunal en la plaza pública se extiende hasta casi la madrugada y donde los más poderosos y prestigiosos hombres del pueblo continúan con una festividad lujuriosa en el burdel del pueblo. Este es un reflejo de aquella desproporcional  característica de los bacanales en honor al Dios griego Dionisos o Baco  donde se ingería vino descomunalmente y luego por excitación de la embriaguez se cometían variedad de actos sexuales y se planeaban traiciones, crímenes, conspiraciones y cábalas.

En Crónica de una muerte anunciada aparece este mismo lapso de tiempo donde Bayardo San Román devuelve a su esposa Ángela  por la presunción de no encontrarla virgen, los jóvenes pudientes del pueblo están saciando sus deseos sexuales y otros perdiendo su virginidad con las prostitutas del burdel, y los hermanos Vicario colmados de éxtasis, embriagados y agotados de la celebración están tramando el asesinato de su mejor amigo Santiago Nasar por haberle quitado la virginidad a su hermana. Todos estos coadyuvantes de la materialización del ser humano con excesos de lujuria, conjuración, y celebración desmedida. Acerca de los excesos de la festividad García Márquez menciona “Se habían sacrificado cuarenta pavos y once cerdos para los invitados, y cuatro terneras que el novio puso a asar para el pueblo en la plaza pública. Contó que se consumieron 205 cajas de alcoholes de contrabando y casi 2.000 botellas de ron de caña que fueron repartidas entre la muchedumbre” (20). Situación evidentemente desproporcionada para el tamaño de un pequeño pueblo costero de la costa caribe colombiana de los años cincuenta y como dice García Márquez  “No hubo una sola persona, ni pobre ni rica, que no hubiera participado de algún modo en la parranda de mayor escándalo que se había visto jamás en el pueblo.”(20)  

Una parranda descomunal que antecede a la llegada del obispo al pueblo al  día siguiente y donde este pueblo fielmente católico en apariencia desbordará de atenciones al representante de la iglesia demuestra esa doble moral y falsa espiritualidad de su esencia corrupta que además materializa al ser humano y lo satura de tabúes, mitos, fetichismo y predestinación. Dar significado a los sueños como lo hace la madre de Santiago Nasar hace parte de esa serie de predicciones y presentimientos  en los que muchos confían. Del mismo modo el pueblo cree en los mitos, apariciones y premoniciones que son análogas a esas fuerzas oscuras que motivan las conductas en la tragedia griega y dan significado extrasensorial a lo inexplicable.

Sobre esa credibilidad a los sueños de Placida Linero, madre de Santiago, el autor García Márquez “Tenía una reputación muy bien ganada de interprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo” (11). Así mismo los presentimientos de las criadas de Santiago acerca de la muerte de éste, son tan incuestionables para ellas a tal punto que lo dan casi por muerto como lo menciona García Márquez “Se había asustado mucho más cuando él  la agarro por la muñeca con una mano que sintió helada y pétrea, como una mano de muerto” (17),  Estas  premoniciones se toman con tanta seriedad como las predicciones que en Edipo Rey dio del oráculo a layo acerca de su muerte, y donde las acciones para evitar el trágico final  fueron infructuosas ante el poder sobre el hado que ejercen los dioses.  Entre más oportunidades de advertencia, sueños y premoniciones se presentan para que Santiago Nasar no muera, más inminente está su muerte. Es esta la fuerza del destino a la que Gambarte alude “Cuando los personajes creen estar burlando el oráculo, no hacen sino contribuir a su cumplimiento.”(37) Tanto así que muchas de las personas que vieron pasar a Santiago, caminado por el pueblo e  inocente  del plan en su contra, y que ya sabían de las advertencias de muerte no se tomaron la molestia de advertirlo a él directamente porque algunas de ellas creían infructuoso avisarle sobre algo en lo que no tenían que inmiscuirse. Se refuerza el convencimiento que sobre el poder del hado no valen los esfuerzos realizados por un  pueblo que actúa con indiferencia y sobre el cumplimiento de una venganza que rompe la norma moral que el colectivo aprueba, igualmente no  hay fuerza que la combata.

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