Una Buena Redaccion
galaktiko19 de Septiembre de 2011
5.245 Palabras (21 Páginas)1.692 Visitas
RECOMENDACIONES PARA UNA BUENA ESCRITURA
DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIÓN
ESCUELA DE ADMINISTRACIÓN Y MERCADOTECNIA
UNIVERSIDAD MODELO
I. LA BUENA REDACCIÓN.
De acuerdo con Carmen Galindo, la persona que tiene como trabajo redactar un texto debe percibirse como un artesano produciendo un objeto. El texto es el objeto del redactor. Tanto el artesano como quien escribe deben conocer –lo más profundamente posible- sus herramientas y la materia que deben vencer, ya que deberán hacerlo de una manera práctica, concreta.
Esta autora plantea que así como un carpintero no trata con rudeza el quebradizo triplay, sino que se auxilia de la sierra y el cepillo cuando tiene que cortar y rebajar la madera; la persona que redacta puede seguir este proceder con la escritura, mediante el estudio y conocimiento del lenguaje y de la palabra.
A continuación se ofrecen algunas recomendaciones para una buena redacción tomando como base precisamente el conocimiento del lenguaje y de la palabra, que son la materia prima del redactor y, sustento de la gramática y el estilo.
1. Uso de diccionarios.
La herramienta fundamental del redactor son los diccionarios. Consultarlos de manera constante es indispensable para moldear la materia del escritor que como ya se dijo, es la palabra. Existe una gran variedad de diccionarios:
a) semánticos: donde aparecen las palabras y enlistados sus distintos significados.
b) de uso: en vez de una definición, se ofrece frases en que se observan los modos de empleo de cada palabra.
c) de sinónimos: como su nombre lo indica, enlistan los vocablos afines al que se busca y con ello se evita la repetición de palabras.
d) de dudas del idioma: incluyen las principales dudas gramaticales que se presentan a la hora de redactar tales como la conjugación de los verbos irregulares, el uso de preposiciones, la ortografía de palabras provenientes de otros idiomas, gentilicios poco comunes y aun los barbarismos más frecuentes y su corrección.
e) enciclopédicos: no dedicados al idioma, sino a conocimientos de orden general. Auxilian a resolver dudas sobre personajes y hechos históricos, datos geográficos, temas científicos y culturales.
f) biográficos: además de proporcionar, por lo general en forma escueta, los principales acontecimientos vitales de un personaje, permiten verificar la ortografía correcta de nombres y apellidos. Suelen estar al día porque constantemente se reeditan, además de incluir personajes de la cultura popular, como actores de cine o deportistas, muchas veces no incluidos en los diccionarios enciclopédicos.
g) de especialidades: sirven para consultar distintos temas por especialidad. Existen de filosofía, ciencia, historia, economía, literatura, psicología, administración, etc.
2. Escribir, escribir y escribir.
Muchas veces se piensa que el arte de escribir es un privilegio para unas cuantas personas. Nada más falso. Lograr un texto correctamente escrito implica no sólo conocimiento sino dedicación y práctica; de esta forma si uno dispone de unos minutos diariamente para escribir lo que en ese momento se le ocurra, habrá iniciado el camino para lograr una buena redacción.
3. No repetir vocablos.
Al contrario de lo que podría suponerse, en el momento de escribir, cuando más las necesitamos, contamos con menos y no con más palabras. Muchos términos que empleamos al hablar son soslayados por diversas razones: desconocemos su ortografía, tenemos dudas sobre su significado exacto o son más propios del habla que de la lengua escrita. Para los dos primeros problemas, ya se comentó que el diccionario es una valiosa herramienta para su solución. Pronto estaremos familiarizados tanto con la ortografía como con los significados de nuestro vocabulario habitual. El tercer problema atañe a cuestiones de gusto y hasta de personalidad; a algunos, les agradará acercarse a la lengua de todos los días; a otros, en cambio, preferirán una lengua menos cotidiana. Sin embargo, la necesidad permanece: no hay que repetir palabras. Este imperativo lleva a la siguiente recomendación.
4. Leer
No hay mejor forma de ampliar nuestro léxico y de paso nuestro horizonte cultural que leer. Un poeta norteamericano acostumbraba colgar sobre su cama, como si fueran móviles, cartones con palabras y las cambiaba conforme se familiarizaba con ellas. Ésta es una vía; la otra, la única, es leer y de preferencia obras en español.
5. No emplear sinónimos rebuscados.
Escribamos de modo que se nos entienda y más hoy en que la literatura es cada día menos escrita y más hablada. Siempre es válido el consejo del poeta Antonio Machado, a través de su imaginario profesor Juan de Mairena, de que la frase “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” se oye y se entiende mejor cuando se traduce al lenguaje llano “Algo pasa en la calle”. Lo mismo opina de este otro ejemplo que llama de amplificación superflua: “Daréte el dulce fruto sazonado del peral en la rama ponderosa”, lo que obliga al otro a responder: “¿Quieres decir que me darás una pera?
De esta forma es necesario no olvidar que las palabras rebuscadas limitan el aprendizaje de la buena redacción.
6. Adjetivar para orientar al lector.
Debemos comprometernos con el lector para que entienda el sentido de nuestro pensamiento, no podemos suponer que lo adivina sin siquiera insinuárselo. Si describimos la característica de un fenómeno, al lector le interesará saber si la consideramos buena o mala. En este sentido cuando redactamos por ejemplo la solicitud de un trabajo que nuestros alumnos han de entregar, es importante que en nuestro texto se incluya las características del mismo por medio de adjetivos explicativos (ensayo breve, resumen ilustrado, etc.); posesivos ( su ensayo, su calificación, mi compromiso); numerales (primer parcial, el tercio de su calificación).
7. No prodigar los adverbios y cuando aparezcan colocarlos junto al verbo.
Los adverbios tienen la desventaja de que la mayoría acaban en ...mente. Si en dos oraciones seguidas hay dos adverbios, casi seguro se escuchará un sonsonete. Si no podemos evitarlos, aquí está el “remedio y el trapito”: Evidentemente, claramente, inmediatamente y parcialmente, por citar cuatro ejemplos, se sustituyen por es evidente, con claridad, de inmediato, de modo o de manera parcial.
Cuando más de dos adverbios van juntos, sólo el último tiene la terminación en mente: clara e inmediatamente.
Como la función habitual del adverbio es modificar al verbo precisando las características de la acción, es conveniente colocarlo junto al verbo, al adjetivo o al adverbio que modifica. Por ejemplo, “mediante una detallada argumentación, concluyó acertadamente”, en vez de “concluyó, mediante una detallada argumentación, acertadamente”.
8. Evitar las palabras vaga.
Es común el uso de palabras como cosa, especie, algo, para referirnos a objetos o situaciones que pueden precisarse en un texto. Cuando escribimos “en su declaración, el Presidente analizó, entre otras cosas, que la deuda externa obedece a...” demostramos que no sabemos a ciencia cierta cómo catalogar las tales cosas. En este ejemplo, es preferible escribir “en su declaración, el Presidente analizó, entre otras causas, que la deuda externa obedece a...” Hay ocasiones en que estas formas sí son indispensables en la escritura porque son parte del caudal del idioma, como en el título de la obra de Michel Foucault, Las palabras y las cosas, o en el de una película mexicana Algo flota sobre el agua, donde no podrían omitirse porque la generalidad (de las cosas) o la vaguedad (de algo) es el significado que se quiere comunicar. Sin embargo, deben sustituirse con términos más precisos en los casos en que el redactor, por flojera mental, deja indeterminado lo que percibe con vaguedad.
9. Evitar los verbos que sirven para todo.
Existen ciertos verbos que se emplean a manera de “comodines”, tales como: hacer, poner, decir, ser, estar, haber, tener, etc. Ciertamente, es correcto escribir “hizo un cuadro”, “hizo una escultura”, “hizo una película”, “hizo una novela”, “hizo una paella”; pero se gana en precisión cuando escribimos “pintó un cuadro”, dibujó una figura; talló, esculpió o modeló una escultura; filmó, actuó o dirigió una película; escribió una novela o cocinó una paella”. A veces basta con detenernos para observar si el verbo que utilizamos no cambia el significado de nuestro mensaje. En la frase “puso la jarra sobre la mesa”, el verbo poner está empleado en su significado directo, es imprescindible; en cambio, en la expresión “se puso a pensar”, el verbo está empleado no en su significado directo, sino figurado, vale decir está usado como auxiliar. Hay veces que lo que pretendemos decir es precisamente “se puso a pensar”, entonces, es obvio, dejémoslo así, pero la norma sigue en pie: no abusemos de los verbos “comodines”.
10. No elegir las palabras por bonitas, sino por su significado.
Un texto plagado de palabras, bellas de por sí, pero que no vienen al caso, es una clara señal de inexperiencia al redactar. Debe elegirse
...