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Voto Joven

LUCILA200112 de Agosto de 2013

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JUVENTUD Y DEMOCRACIA

Introducción

Cuando elegimos nuevos representantes en elección popular, y si bien observamos continuamente, tanto de la autoridad electoral como de los candidatos, demasiadas opiniones en torno al papel de los jóvenes en la democracia, se presentó una ocasión especial para que a dos meses de terminados los comicios reflexionemos

sobre nuestro papel en el proceso electoral.

La participación de los jóveJnes en la elección es importantísima para la vida democrática del país.

Ésta frase, con ligeras modificaciones, plantea por sí sola varias preguntas al mismo tiempo. ¿A qué clase de participación se refieren? ¿Qué tipo de democracia es en la que vivimos? ¿Qué papel jugamos como jóvenes en la construcción de este país en la actual coyuntura mundial? ¿De qué manera se determina nuestra importancia en el proceso cuando nunca antes hemos participado?

Dejando de lado los cuestionamientos al concepto de democracia en sí, obtenemos del resto de las preguntas las bases que encaminarán el resto de este ensayo: ¿los jóvenes cumplen un papel importante en realidad?

No creo que haya sido la tradicional desconfianza hacia nuestros partidos políticos lo que desanimó a los jóvenes. Ese día se estimó una alta presencia de ellos en las urnas y se advirtió sobre lo cerrada que estaría la contienda presidencial. ¡Nadie se podía quedar fuera! Antes de las elecciones observamos en el informe sobre la Juventud de las Naciones Unidas 2005, que algunas causas que repelen a los

jóvenes de las urnas son la poca presencia de candidatos en su rango de edad, así como la ausencia de propuestas claras y contundentes. Más que explicar una razón circunstancial, creo que la no asistencia y desinterés por la elección se debió a la lejanía que los jóvenes sienten de la política y no necesariamente de sus actores. Hubo quienes aseguraban que el mundial de futbol sería un distractor para los

jóvenes, y siendo que ese día no hubo partidos ni alguna función televisiva que incentivara a permanecer con el control en la mano, siete de cada diez no vio entre sus intereses inmediatos de un domingo de descanso, ir a cumplir con su función cívica.

LA REFLEXIÓN DEL VOTO

Ahora nos preguntamos, ¿el desinterés por la política es permanente o podría haber algo que lleve a la gente a actuar? En este caso, tomando en cuenta a los dos candidatos más populares, la concepción general era elegir «al menos peor de los dos». En ocasiones se ha dicho que los jóvenes no votan porque perdieron credibilidad en los políticos, sin embargo, el sentido del voto se ha manipulado como el hecho de «otorgar el poder» o «preferir» a candidatos, y aún no se tiene arraigada la noción de votar para contrarrestar la falta de responsabilidad de los funcionarios que actualmente ocupan cargos.

En otros países, la ciudadanía, incluyendo a los votantes jóvenes,tomó en consideración el llamado «voto de castigo». De esta forma observamos un electorado altamente participativo. En el caso español durante el 2004, se repudió al gobierno de José María Aznar, el cual de manera poco clara pronunció un diagnóstico poco convincente sobre los atentados perpetrados en la estación del metro de Madrid el 11 de marzo del 2004, lo cual originó un vuelco en las encuestas que reflejó el deseo de la gente de cambiar a la élite del poder.

Probablemente días antes de la elección cada elector tenía un concepto de su candidato que lo convocaría a votar por uno o por otro o inclusive despreciarlos a todos. Sin embargo fueron hechos específicoso coyunturas las que transformaron la mentalidad de los votantes, obligándolos a reflexionar sobre el sentir social, el bienestar de la sociedad luego de que fueran atacados civiles en un movimiento muy

probablemente relacionado con una política exterior de enorme trascendencia,que fue el apoyo del gobierno de José María Aznar a la invasión de Estados Unidos a Irak.

En el caso palestino, dada la inoperancia del partido en el poder o la

falta de representatividad que el pueblo asimiló frente a algo tan importante

como el conflicto con Israel, la gente se manifestó a favor del partido

extremista Hamas, que en un sentido popular a pesar de su cercanía a

grupos terroristas, obedecía a la expectativa de la ciudadanía.

Esta forma de percibir lo electoral, la desaprobación a un candidato

o a su partido, es también un modo de participar en la toma de

decisiones. La falta de información específica y vital sobre la vida política,

o en algunos casos el exceso de cargas noticiosas sin trascendencia,

impide a los jóvenes observar esta forma de participación.

En los casos de los ciudadanos de estos países, fue precisamente

ese sentir nacional lo que convocó a la gente a expresarse masivamente.

En el caso mexicano, a diferencia del francés y el español, ha pasado

un buen tiempo desde que la sociedad y en particular la juventud

se sintieron unificadas o entusiasmadas por los mismos motivos.

En Francia, observamos a principios de este año una de las luchas

sociales más arduas de los últimos tiempos, ya que ante la inminente

aprobación de una Ley de primer empleo observamos a jóvenes de

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todos los estratos manifestarse contra la autoridad por una medida

que consideraron injusta.

Cabe destacar que en ambos casos se trata de ciudadanos, no sólo

jóvenes, de países destacados por ir a la vanguardia en cuestiones sociales.

En el caso de los primeros observamos a los españoles, que lograron

firmar el Pacto de la Moncloa para dirigir al país mediante un

consenso después del periodo franquista en el que pudieron ver, más

allá de las ideologías y ambiciones personales, el bienestar y la gobernabilidad

de su país. En la figura de los franceses tenemos a aquellos

que dirigieron los movimientos del 68, y los obreros que dirigieron la

Comuna de París hace más de 150 años.

Los franceses y los españoles, si no en su totalidad sí en su mayoría,

se manifestaron a favor de sus intereses tanto en las urnas como en

movilizaciones. En México, ¿tenemos oportunidad de unirnos y pensar

de manera social?

En ese sentido, la clase política nos ha dado a quienes nacimos

entre 1980 y 1994 buenos motivos para manifestarnos en contra.

Hubo solidaridad en la tragedia por el terremoto de 1985 en la ciudad

de México, en lo que se consideró el inicio de la sociedad civil. Años

más tarde hubo desprecio generalizado por la operación «mágico-electoral

» en la cual Carlos Salinas de Gortari resultó presidente de México.

Sin embargo, hay cuestiones que debemos considerar para explicar

por qué la autoridad en turno nunca tuvo necesidad de dar marcha atrás

a medidas tan impopulares como las anteriormente mencionadas.

En principio, los países de Latinoamérica cuentan con un pasado

autoritario más arraigado que en los de Europa, que en alguna medida

llevaron sus procesos sociales más adelante que en México.

Desconozco si en dichos países existía una organización tan bien

orquestada como el Partido Revolucionario Institucional, que como

régimen contó con mecanismos de control tan productivos como las

televisoras, las figuras intelectuales y las organizaciones laborales.

Sucesos tan significativos como las matanzas estudiantiles de 1968

y 1971, la matanza de indígenas en 1998 y el fraude electoral de 1988,

fueron objetos de movimientos de repudio popular que en algún momento

se fueron diluyendo.

HÉCTOR CAMERO TREVIÑO

114 SÉPTIMO CERTAMEN DE ENSAYO POLÍTICO CEE

En cuanto a decisiones polémicas como la aprobación del TLC

con Estados Unidos y Canadá, así como la del Fondo Bancario para el

Rescate del Ahorro (Fobaproa), la cohesión social se vio diluida y la

animadversión no fue tan grande, debido en parte a la labor informativa

de los medios.

En el caso del primero, los mecanismos de prensa, todavía regulados

en gran medida por la oferta gubernamental del papel, las televisoras

predominantes y otros gremios, justificaron la firma de dicho tratado

asegurando que proveería oportunidades a todos, oportunidad de crecer

y competir, así como expandir mercados. A doce años de dicha

firma, la negativa a estas medidas se utilizó como bandera por parte de la

Coalición por el Bien de Todos; sin embargo, el elector desconocedor de

los detalles de dichos acuerdos aún no logra comprender, a varios años

de distancia, si ambos sucesos fueron positivos o contraproducentes.

En el caso del Fobaproa, hasta la fecha grandes sectores sociales

están confundidos sobre la necesidad de la creación de ese fondo; no

existe una opinión generalizada sobre ello como algo obligatorio, dispensable

o turbio. Para mala suerte de la sociedad civil, las decisiones

polémicas del Congreso de la Unión tomadas en los últimos años han

afectado a grupos sociales específicos, y si bien algunos de ellos son

muy numerosos, ha habido pocas ocasiones para unificar a la sociedad

a favor o en contra de una causa.

Sin embargo la negativa popular de apoyar la invasión de Estados

Unidos en Irak reflejó el sentir de la gente, así como haber desechado

la propuesta de aplicar un Impuesto al Valor Agregado en alimentos y

medicinas.

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