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Abel Posse


Enviado por   •  13 de Mayo de 2014  •  6.799 Palabras (28 Páginas)  •  501 Visitas

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Abel Posse y la nueva novela histórica

Una técnica de la ficción tendrá que ser imprescindible cuando la técnica histórica no pueda establecer el dominio de sus precisiones.

José Lezama Lima, La expresión americana

En 1983, el mismo año en que Abel Posse publicaba en España Los perros del Paraíso, el escritor mexicano Fernando del Paso hacía un llamamiento en la Revista de Bellas Artes a los escritores latinoamericanos para que cumplieran con su misión de «asaltar la historia oficial». La frase, recogida a su vez por diversos críticos, se convirtió en una consigna que reflejaba el esfuerzo de un amplio grupo de escritores que, desde diversas circunstancias y presupuestos, coincidían en la necesidad de cuestionar la versión «canónica» de los hechos impuestos por la Historia y en su confianza en que esa tarea debía ser realizada desde la literatura. «El arte -había dicho ya Carlos Fuentes en —46→ 1976- da voz a lo que la historia ha negado, silenciado o perseguido. El arte rescata la verdad de las mentiras de la historia»38. La novela histórica asistía así a un proceso de renovación por el que la denominada «ficción» se atrevía a enfrentarse a la supuesta «verdad» de la historiografía.

En su deseo de ofrecer la otra cara de la historia, la «nueva novela histórica latinoamericana» (como sería definida, entre otros, por Seymour Menton) se estaba acercando especialmente a períodos conflictivos del pasado americano para ofrecer nuevas versiones de los mismos. En este sentido, títulos como El arpa y la sombra, de Alejo Carpentier (1979), El mar de las lentejas, de Antonio Benítez Rojo (1979), Crónica del descubrimiento, de Alejandro Paternáin (1980), o Daimón, del propio Abel Posse (1978), habían marcado ya nuevas formas de acercamiento a un período fundacional de la historia americana que sólo conocíamos desde la voz de los vencedores: el del Descubrimiento y la Conquista del Nuevo Mundo. Los perros del Paraíso, como después lo haría El largo atardecer del caminante, contribuyó sin duda a conformar esta visión desmitificadora del hecho histórico de la Conquista, convirtiendo a su autor en uno de los ejemplos paradigmáticos de este nuevo tipo de escritura.

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El propósito de las siguientes páginas no es abordar de manera exhaustiva el problema de la «novela histórica» ni su evolución en América Latina hasta la aparición de esta nueva forma de abordar la historia; ambas cuestiones, que excederían con mucho los límites del presente trabajo, han sido ya objeto de importantes aportaciones críticas39, como lo ha sido también el estudio de la producción narrativa de Posse desde los presupuestos de la nueva novela histórica. Mi interés se centra precisamente en destacar algunas de las ideas aportadas por diversos investigadores en torno a estas cuestiones con el fin de avanzar en una comprensión globalizadora de las novelas de Abel Posse.

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En torno a la novela histórica

En su ya clásico trabajo sobre La novela histórica, Georg Lukács negaba la posibilidad de hablar de ésta como género específico al no haber ningún rasgo que permita distinguirla de la novela en general40. Ya en el ámbito latinoamericano, Arturo Uslar Pietri, uno de los principales cultivadores de este género en el siglo XX, explicaba que «toda la novela es histórica por naturaleza, porque es una tentativa de contener un tiempo y de mantenerlo vivo en términos del presente»41. Lo cierto es que, como explica María Cristina Pons, hay una noción que «pareciera estar incorporada a nuestro bagaje cultural y conceptual a partir del cual podríamos distinguir la novela histórica de aquella que no lo es»42, de manera que podríamos afirmar que, a pesar del sinnúmero de posibilidades y variaciones que admite, la novela histórica «es un modo particular de funcionalización de la Historia dentro del espectro de novelas que remiten a ella»43; sin embargo, la imposibilidad de formular una definición satisfactoria del género44 ha llevado a los estudiosos a intentar ofrecer más bien una descripción amplia del objeto de estudio que ha llevado a propuestas tan abarcadoras como la de Noé Jitrik, quien aborda la novela histórica desde las relaciones que se establecen en ella entre historia y literatura45, o la de Celia Fernández Prieto, que ha elaborado toda una «poética» del género46. En los albores del siglo XXI, la crítica parece haber renunciado, pues, a una definición de la novela histórica como tal, pero —50→ no a una amplia reflexión sobre la misma, a partir de la cual han ido surgiendo algunas ideas que considero necesario destacar.

En primer lugar, deberíamos aceptar, como propone Celia Fernández Prieto, que la novela histórica es «una actualización más en esa larga tradición de intercambios entre las dos modalidades básicas de la narración: la histórica y la ficcional, una tradición enormemente fecunda de la que han ido brotando diferentes géneros a lo largo de la historia»47. En esta permanente interrelación entre historia y literatura, la novela histórica surge precisamente como un «acuerdo» entre ambas, dice Jitrik, en el momento en el que el cientificismo que se venía desarrollando desde el siglo XVIII pretende distinguir la «historia» (concebida como ciencia verdadera) de la «literatura» (pura invención o ficción)48; paradójicamente, el nacimiento del género a comienzos del siglo XIX demuestra una vez más que, a pesar de los esfuerzos realizados para su delimitación, la historicidad no es más que una forma de narratividad (aspecto que será ampliamente estudiado en el siglo XX y sobre el que será necesario volver más adelante), pero, en cualquier caso, pone también en evidencia el inestable equilibrio en el que se asienta la novela histórica al incorporar a una forma pretendidamente ficcional «citas de realidad» que pueden ser incluso verificadas por el lector.

A partir de esta consideración de la novela histórica como una de las formas posibles de confluencia entre la historia y la literatura, cabe considerar, además, dos aspectos importantes respecto a la manera en que la historia entra a formar parte del contenido de la novela histórica que han sido señalados por María Cristina Pons (desde presupuestos ya apuntados por Lukács) y que van a ayudar a comprender de una forma más cabal la función de este género en América Latina: por un lado, «lo que hace históricos a ciertos eventos o figuras históricas no es una determinada distancia temporal con el presente sino su determinada trascendencia en cuanto al desarrollo posterior de los acontecimientos

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