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Fuentes históricas de la Escuela Nueva


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2011  •  11.041 Palabras (45 Páginas)  •  931 Visitas

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Fuentes históricas de la Escuela Nueva

De siglo en siglo, desde el Renacimiento, se alzan voces para protestar contra

las insuficiencias de la pedagogía tradicional. Son las de Erasmo, de Montaigne y

Rabelais, las de Fénelon y de Descartes, la de Rousseau finalmente, la más elocuente

y más decisiva.1 Examinar la naturaleza y la orientación general de estas protestas

resultaría interesante, pero evidentemente demasiado extenso. Contentémonos con

mencionar los puntos sobre los cuales todos estos autores están más o menos de

acuerdo.

Deploran que el saber se comunique a los niños demasiado EXCLUSIVAMENTE

a través -de los libros. El hecho de que la cultura se resuma en adquisiciones de tipo

memorista los inquieta: unos destacan el peligro que representa el saber cuando no se

respalda en la comprensión; otros se muestran sensibles al hecho de que lo impreso

aparta el espíritu de lo real;- algunos estiman que lo esencial no es saber sino juzgar,

adquirir convicciones personales. Rousseau, por su parte, ve en el interés y en la

utilidad el motor psicológico de la instrucción. Unos y otros manifiestan afecto por el

niño y no admiten que se le trate con brutalidad, ni siquiera por su bien. Todos, sin

exceptuar a Rousseau, conciben la pedagogía únicamente en sus nexos con la

antigüedad y comulgan, a veces con fervor, en el culto de las letras. Sólo difieren, en

general, los medios por los cuales procuran encaminar al niño. Con todo, algunos como

Rabeles o Descartes, elaboran un plan de estudios más amplio que hace lugar a las

ciencias y las matemáticas.

Todos ellos son asimismo, cada cual a su modo, hombres religiosos, unos con

un profundo apego al catolicismo como Descartes (y Fénelon, que fue obispo), y otros

con más de respeto que de piedad, como Montaigne. Aquellos que se desvían de la

religión (Rabelais, Rousseau) no descartan sino lo que en ella puede haber de formal y

de abusivamente compulsivo para sus conciencias: siguen siendo en el fondo creyentes

sinceros y no temen confesarlo.2 Consideran, por consiguiente, que una educación no

1 Erasmo, De pueris statim ac liberaliter instituendis (Sobre la necesidad de comenzar desde el

nacimiento la educación de los niños), 1524. Rabelais, Gargantúa y Pantagruel. Montaigne, Ensayos.

Sobre la instrucción de los niños; sobre el pedantismo; sobre la afección de los padres por los hijos (Libro

I, XXIV y XXV; Libro II, capitulo VII). Descartes, Discurso sobre el método (Consideraciones relativas a

las ciencias), 1637. Fénelon, Tratado sobre la educación de las niñas, Las aventuras de Telémaco,

Rousseau, Emilio, El contrato social. 2 «Monseñor, yo soy cristiano -escribe Rousseau a Christophe de Beaumont en 1763- y sinceramente

cristiano. Soy cristiano, no como discípulo de los curas sino como discípulo de Jesucristo.»

podría ser completa sin una formación espiritual que es deísta y que se remite al

Evangelio.

Debe decirse también que se comprueba una unanimidad en cuanto a la

búsqueda de una verdadera pedagogía, teleológica, y su reflexión los lleva

naturalmente al conocimiento del niño. La pedagogía que se elabora, contra la opinión

general, es activa, intuitiva; vivida en la libertad. Llama a menudo a una colaboración

activa entre el maestro y el alumno, se dirige ante todo a la inteligencia que querría

desarrollar y formar: esta orientación es particularmente clara en Montaigne. Se trata,

en todo sentido, de facilitar los esfuerzos del niño, de aguijonear su curiosidad, de

presentarle las nociones en forma atractiva. Así tiende a brotar ,el conocimiento

psicológico que con Rousseau hará mucho más que aflorar: Ningún progreso decisivo

puede lograrse mientras la acción no se funde en un conocimiento suficiente de la

manera de ser y de pensar del niño. Esto, es Rousseau el único que alcanzó a

comprenderlo bien, como también fue él el único que se atrevió a extraer de sus

observaciones las consecuencias más lógicas, aunque por ello tuviera que chocar

frontalmente con la opinión pública. La pedagogía toma entonces un giro nuevo: en vez

de exigir la adaptación del niño a las normas educativas, son estas normas las que se

modifican en función del niño.

Sobre el problema de la educación femenina, los reformadores e innovadores se

mantienen tímidos y reservados. El hecho es importante para apreciar ciertas ideas

actuales en pedagogía. Puede pensarse que la igualdad de los sexos ante la cultura ha

progresado muy poco hasta nuestros días en que subsisten todavía, sin hablar de los

prejuicios

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