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Carlos Antonio Lopez

LourdesAraujo20 de Mayo de 2014

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Datos biográficos:

LÓPEZ, CARLOS ANTONIO : Ciudad de Asunción, 1792 - Trinidad, 1862. Fue el primer presidente constitucional ungido por la entonces carta magna de 1844. A la muerte del Doctor Francia (1840) integró el consulado gubernativo desde el cual impulsó al progreso del país y a la vigencia de sus noveles instituciones culturales.-

El 30 de noviembre de 1841 fue creada, mediante «decreto supremo», la Academia Literaria, en la que se dictaron cursos de latinidad, castellano y bellas letras. En 1856 se fundó el Aula de Filosofía que contenía asignaturas de gramática castellana y literatura española. Los alumnos de esta institución, que eran los representantes del romanticismo, se nuclearon en torno a la revista LA AURORA, a partir de octubre de 1860.-

Aparecieron allí poemas, apólogos, traducciones y breves piezas literarias. También fue enviado a Europa el primer grupo de becarios (1858), algunos de cuyos integrantes estaban destinados al estudio de las letras. Don Carlos no era lo que se puede llamar un «literato», aunque en sus "MENSAJES" se trasluce su estilo sobrio y conciso, pero sí dio alas al quehacer imaginativo de sus jóvenes compatriotas, muchos de los cuales actuaron en la guerra contra la Triple Alianza.-

Está considerado como el padre de la primera modernidad (1840-1870), el que procuró acercar al Paraguay a los bienes de la cultura universal sin descuidar por ello el ejercicio de la soberanía. [Ficha bio-bibliográfica preparada por el profesor Raúl Amaral].-

Fuente: "BREVE DICCIONARIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA" / 2da. Edición – Autora: TERESA MENDEZ-FAITH – Editorial EL LECTOR, Asunción-Paraguay 1998.

DON CARLOS ANTONIO LÓPEZ (Por J. NATALICIO GONZÁLEZ) : En los suburbios de Asunción, en una zona pintoresca y arboleda que desde muy antiguo se conoce bajo el nombre de Manorá, se alzaba aún en el siglo pasado una típica casa paraguaya, de amplios corredores y rojo techo de teja. En ella nació Don Carlos Antonio López el 4 de noviembre de 1790. Por el camino vecinal que corría a pocos metros de la vieja mansión solariega, y que une la capital paraguaya con Ybyraí, de niño vio pasar muchas veces, la figura ascética, flaca y pensativa del Doctor José Gaspar de Francia, entonces abogado famoso por su saber, su desinterés y su probidad, y que andando el tiempo sería prócer de la República y Dictador imperioso, de voluntad tan dura que guiaría mansamente los acaeceres por los caminos a veces trágicos, ora atrabiliarios, con frecuencia luminosos de su ensueño.

López advino a la vida en un hogar típicamente paraguayo, enclavado en la tierra guaraní durante largas generaciones cuyo extremo se pierde en la noche de la colonia (1). Fueron sus padres, en efecto, don Miguel Cirilo López y Doña Melchora Ynsfrán: ambos, aunque pobres, fundaron un hogar que puede calificarse de bíblico por las costumbres sencillas y patriarcales que en él imperaban, como por la larga cadena de su prole; y ambos demostraron esa pasión por la cultura, que quiere ver brillar en sus vástagos, tan característico en el campesino paraguayo, aún hoy día; y dieron a sus hijos varones la educación más completa, la más profunda y sólida que el ambiente, las instituciones y la época permitían y con tal éxito, a causa de las singulares dotes naturales que siempre distinguieron a los miembros de esta notable familia, que casi todos ellos se convirtie-ron en ciudadanos eminentes, señalados por la calidad de su intelecto, brillantes por sus luces, amados por sus virtudes y reputados por su saber. El mayor de los hermanos, Don Martín López, nació en 1771, cursó en el convento de San Francisco tres años de filosofía y tres de teología escolástica, se recibió de Maestro en Artes e ingresó en la carrera eclesiástica. Falleció siendo cura y vicario del pueblo de Yuty. Otro, Don Basilio Antonio, efectuó estudios similares; se hizo fraile profeso de la orden franciscana; cuando el dictador Francia suprimió las comunidades religiosas, pasó a desempeòar el curato de Pirayú, en cuya función aún se encontraba cuando fue promovido a Obispo, durante la presidencia de su hermano. Enseñó con brillo y provecho teología moral y vísperas de cánones, en el convento de su orden; el padre Maíz le califica de "sabio e ilustre", y añade: "era profundamente versado en estas materias, y muy distinguido en la oratoria sagrada; alcancé a admirar su elocuencia en el púlpito". Murió en 1859.

Además de los citados, tuvo Don Carlos Antonio López dos hermanas que sobrevivieron al Obispo y que se ganaron el cariño de la clase humilde por su alma caritativa y sus virtudes cristianas. Y otros tres hermanos, dos de los cuales murieron jóvenes. El tercero, Don Francisco de Pabla, se consagró con pasión y no comunes talentos al estudio de la filosofía; casado y retirado al pueblo de Caazapá, allí murió tras una larga existencia de meditación en los eternos problemas que le sedujeron en su juventud, y sus huesos allí reposan hasta hoy, en modesta y olvidada fosa, propia de un espíritu enamorado de la ideas y ajeno a las vanidades del mundo.

En este hogar modesto y austero, que había de ser ilustre por muchos motivos, nació el futuro presidente del Paraguay. La casa solariega, de amplias habitaciones e historiadas alacenas, se alzaba, como hemos dicho, a la vera de un camino vecinal, no lejos del río, donde los niños irían a practicar la natación y la pesca. Las madreselvas trepaban por los pilares hasta el alero de la casa, y en las noches de primavera, el punzante olor de sus flores se mezclaba con él de las diamelas florecidas del jardín, o con el que fluía del jazminero cercano, todo cubierto de estrellitas blancas. Mientras la virtuosa madre en incesante trajín atendía los quehaceres menudos, el padre, que ejercía la profesión de sastre, trabajaba día y noche para costearla educación de sus hijos. Refiere Fidel Maíz que el Obispo, ya anciano, se complacía en evocar la memoria amada de sus progenitores, "y sus ojos -añade-, en más de una ocasión se humedecían de lágrimas al recordar cómo les había procurado la mejor posible educación y enseñanza de aquella época".

Carlos Antonio López efectuó sus estudios primarios en las escuelas coloniales de Asunción, en las que se enseñaba, aparte de las doctrinas cristianas, a leer, a escribir y contar. Sobre lo que podríamos llamar sus estudios superiores o académicos, que los efectuó en el Real Colegio de San Carlos, Juan E. O'Leary ha escrito esta síntesis brillante (2):

"Según un documento del Archivo Nacional, en 1808 el estudiante "manteísta" Carlos Antonio López, en acto público dio examen de filosofía (lógica y ética), siendo aprobado "con todos los votos".

"En 1809 aparece rindiendo el segundo curso de filosofía, siendo igualmente aprobado con todos los votos.

"En 1810" cesaron, dice el documento que glosamos, las aulas de Teología y Filosofía por haber el gobierno quitado el Colegio para hacer Cuartel, quedando ocupadas sus temporalidades; pero fueron examinados de toda la Filosofía como en último término los siguientes solamente". López aparece en la lista como "aprobado con todos los votos".

"En 1812 fue trasladado el Seminario de San Carlos a la casa particular de Don Agustín Trigo, alquilada para el efecto. Se encargó de la enseñanza el Maestro en Artes Don Paulino Cabral, "sin más pre los seminaristas que dárseles casa, mesa, candelas y barbero".

Carlos Antonio López poseyó sólida versación en letras antiguas; tuvo reputación de ser el mejor latinista de su país y de su tiempo. Como alumno, dejó brillante huella en las aulas. "Su maestro, cuenta Fidel Maíz (3), el presbítero Juan Bautista Villasanti, profesor de Latinidad y filosofía en el antiguo Colegio, acariciando la cabeza del joven discípulo (Don Carlos), decía de él, por su esclarecida inteligencia: esta es una bola de oro".

Al término de sus estudios, López decidió dedicarse a la docencia académica, o universitaria, según el lenguaje de nuestros días; pero como las cátedras del Colegio de San Carlos eran de beneficio eclesiástico, se vio obligado, para no truncar su vocación, a hacerse clérigo de tonsura, y vistió el hábito talar.

"Vacante, escribe O'Leary, en 1814 1a cátedra de Artes, o sea de filosofía (psicología, lógica y metafísica), entró a regentearla, por oposición formal, Don Carlos Antonio López, después de tonsurado, es decir, después de recibir las órdenes menores y de dar fin a sus estudios. Fueron sus primeros alumnos, todos aprobados a fin de año: Francisco Javier Caiguá, Paulino Antonio Molina, Joseph García Diez, Gregorio González, Juan Bautista Molina, Miguel Gerónimo Amarilla, Juan Miguel Brite, Leandro Zavala, Juan de la Cruz Velázquez, Vicente Roa, Feliciano Aguiar, Manuel Arias, Domingo Yegros, Vicente Ercira, Venancio Gavilán, Juan de la Cruz Yaguareté". Como se ve, entre aquella ardiente juventud que irrumpía en las aulas, en los días iniciales de la Independencia, se mezclaban algunos agudos apellidos guaraníticos con varios antiguos apellidos españoles. La castellanización de todos ellos vendría años después, cuando el joven profesor de Filosofía, ya Presidente de la República, legalizó por un decreto la adopción de nombres peninsulares.

Pronto adquirió López sólido prestigio como maestro de la juventud. El propio Doctor

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