Gabino Barreda
dareni12 de Octubre de 2012
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GABINO BARREDA (1818-1881)
SU VIDA Y SUS OBRAS
José Antonio Robledo y Meza
I
Hay en la historia de México hombres que suscitan el interés de otros por conocerlos y que encuentran por doquier solo resquicios. Hombres que frente a la mirada de otros tienen un velo que los convierten en un auténtico misterio cuya verdad se mantiene en secreto. Hombres cuyos perfiles se adivinan como en la sombra proyectada sobre la caverna platónica, pero cuya alma nunca será accesible si no se está dispuesto –rompiendo cadenas- a caminar hacia la luz.
Quien dirige la mirada hacia el último tercio del siglo XIX mexicano, encontrará en el horizonte la figura de un hombre cuya personalidad fue, en su tiempo, muy discutida; un hombre entre real y mítico. Algunos lo distinguen como grandioso, fabuloso, único, filósofo, reformador, hombre de ciencia, jurista, médico, político, espíritu solitario, quijote y educador. Para otros, contradictoriamente, no pasa de ser un inmoral, pernicioso, ateo, condenado al infierno, esclavizador de conciencias, charlatán y corruptor de la juventud. Algunos eliminando la falsa dicotomía lo ven como un personaje tratado con sumo respeto hasta por aquellos que no son sus adeptos ideológicos. Una visión más reciente visualiza a Barreda como un personaje demócrata, calculador, beligerante, maniobrero, conciliador, astuto, neutralizador, amargado, heterodoxo y traidor, iluminado y romántico, todo esto junto.
Considerando todo esto ¿quién fue Barreda? La respuesta no es fácil y menos lo será si para responderla se acude a las imágenes incompletas y distorsionadas acuñadas por la acción corrosiva de una historiografía cuyo pacto se adivina: una intencionada amnesia acerca de actores y hechos, para convertirlos en absolutos héroes o villanos a juzgar por las demandas del momento. ¿Hay, acaso, en algún tiempo o lugar quien haya muerto sin mancha o virtud? ¿Es posible escapar a la condición de superar obstáculos cometiendo yerros? ¿Quién puede ejemplificar una vida carente de gracias o penas, de alegrías o tristezas, de logros o fracasos? Solo en cierta historiografía es posible encontrar ejemplos de hombres que nunca mostraron signos de miedo, timidez y cobardía. Barreda fue un personaje que teniendo conciencia de los extremos quiso mantenerse en el justo medio provocando la ira de los que sostenían aquellos. Tanto para liberales revolucionarios como católicos reaccionarios Barreda fue siempre un enemigo. Eso explica las alianzas de unos y otros contra el personaje y la Escuela Preparatoria.
No pretendemos, en este trabajo, descorrer tantos velos que ocultan, distorsionan o suscitan engaños. Es sólo un acercamiento a una vida, a un personaje, a partir de la sistematización de la información disponible y a un deseo de comprenderlo.
II
El nacimiento de Gabino Barreda estuvo antecedido por una década marcada por la agitación política. Frente al dolor provocado por la abdicación de Carlos IV y Fernando VII a favor de José Bonaparte, los españoles reaccionaron convocando a una guerra por su libertad e independencia. El intento del Imperio Francés de convertir a la península ibérica en parte suya derivó en consecuencias que alteraron la condición de los españoles nacidos en América.
Enérgica, en muchos sentidos, fue la reacción española, incluida la Nueva España, ante lo que sentían venir. Durante el primer mes del año de 1810 fueron convocadas las primeras cortes en Sevilla -que después se trasladarían a Cádiz-, para reunirse el 1 de marzo. Las cortes -la Regencia y los diputados-se reunieron y juraron solemnemente que se sostendrían ciertos principios, tales como la religión católica, la integridad de la Nación y los derechos dinásticos de Fernando VII pero al mismo tiempo mostraron su reacción contra el Despotismo ilustrado, la forma de gobierno que en la historia de España había sido la más absoluta. Mientras se formaban las juntas en las colonias españolas y la Junta Central convocaba, por primera vez en la historia, a elecciones a cortes, en la Nueva España se conspiraba. Mientras la Comisión preparatoria de las cortes junto con el arzobispo Pala, de Sevilla, consideraban si la convocatoria a cortes debía hacerse por estamento -clero, fuerzas armadas y pueblo- o mediante un congreso general sin distinción alguna, la Comisión se decidió por la división tradicional de los tres brazos: nobleza, clero y pueblo.
Como un fracaso pueden definirse a las intenciones de las cortes: la integración de la nación no pudo sostenerse, los derechos dinásticos de Fernando VII finalmente se perdieron sobre la parte americana y la Iglesia católica -no la religión- como nunca fue más débil. Las nuevas repúblicas americanas nacieron con una disminuida fuerza política del clero y en la imposibilidad de fundar una forma de gobierno monárquica ya que la legitimidad histórica no estaba de su parte. Sin embargo, fue necesario, al menos en México, un proceso largo y doloroso para cancelar los múltiples proyectos en tal sentido.
Casi simultáneamente con la actividad de las cortes, en septiembre de 1810, estalla el movimiento de insurrección encabezado por Miguel Hidalgo en la Nueva España. Salvar la integridad de la nación española se convirtió en una carrera contra el tiempo para las cortes quienes intentan redefinir para conservar la situación subordinante de la península sobre las colonias al emitir decretos liberales hasta sumar quince en los próximos tres años.
Tales intentos liberales provocaron en muchos españoles un rechazo que vendría a ser el germen de una histórica enemistad entre ellos. Para intentar reparar lo irremediable en 1814 Fernando VII inicia un accidentado reinado que durará hasta 1833. Intenta -durante el período de 1814 a 1820- darle un mentís a la historia: volver al antiguo régimen al derogar la obra constitucional y legislativa de las cortes de Cádiz. Los bandos políticos españoles consolidan su enemistad.
Es en los ambientes reaccionarios a las reformas liberales de Cádiz y posinsurreccional en la Nueva España que nace, en la novohispana ciudad de los Ángeles, el 19 de febrero de 1818 un niño que fue bautizado con el nombre de Gabino Eleuterio Juan Nepomuceno Barreda Flores.
Nacido en plena agonía del reino novohispano y educado cuando el impacto del progreso material de los Estados Unidos y del progreso cultural europeo -el liberalismo, la ilustración y el romanticismo- germinaban, Barreda vivió lo suficiente como para integrarse al movimiento fundador de las instituciones republicanas. Él fue corresponsable en la fundación y consolidación de la Escuela Preparatoria y con ello mantener una de las plataformas que impulsarían la integración triunfal del positivismo conservador en la política liberal mexicana y con ello el rostro del México actual. El triunfo liberal y la puesta en marcha de la Escuela Preparatoria fueron dos factores importantes en el enraizamiento del mitologema liberal del que nos ocuparemos en otro capítulo.
¿Qué ambiente familiar privó en la infancia de Barreda? ¿Fue un niño sano o enfermizo? ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas? ¿De qué manera se desenvolvió ante dos familias con fuertes lazos coloniales y clericales? ¿Qué influencias intelectuales recibidas en esta etapa de su vida se proyectaron en su vida de adulto? ¿Por qué fue tan breve su estancia en Puebla? Las respuestas no pueden ser contestadas. Esta ausencia es importante ya que sin ellas es casi imposible acercarse al individuo que alcanzó una primera identificación con su mundo histórico-social.
De lo que si hay constancias es de su apreciación adulta de estos periodos de la vida del país. En el cuarto párrafo de su “Oración cívica” Barreda se refiere a la colonia como un estado en el que durante tres siglos de pacífica denominación y de un sistema perfectamente combinado para prolongar sin término una situación que por todas partes se procuraba mantener estacionaria, haciendo que la educación, las creencias religiosas, la política y la administración convergiesen hacia un mismo fin bien determinado y bien claro, la prolongación indefinida de una dominación y de una explotación continua; cuando todo se tenía dispuesto de manera que no pudiese penetrar de afuera, ni aun germinar espontáneamente dentro de ninguna idea nueva, si antes no habían pasado por el tamiz formado por la estrecha malla del clero secular y regular, tendida diestramente por toda la superficie del país y enteramente consagrado al servicio de la Metrópoli, de donde en su mayor parte había salido y a la que lo ligaba íntimamente el cebo de cuantiosos intereses y de inmunidades y privilegios de suma importancia, que lo elevaban muy alto sobre el resto de la población, principalmente criolla; cuando ese clero armado a la vez con los rayos del cielo y las penas de la tierra, jefe supremo de la educación universal, parecía tener cogidas todas las avenidas para no dejar penetrar al enemigo, y en su mano todos los medios de exterminarlo si acaso llegaba a asomar.
Así pues para Barreda la colonia sería un sistema donde se conjuntaban tanto una “pacífica denominación” como una “dominación y de una explotación continua” administrada y legitimada por el clero. Tan contradictoria descripción tal vez nos explique esa sospecha de que prontamente Gabino se alejaría de las influencias familiares y tomara para sí la tarea de redimir a su nación cancelando lo que, a su juicio fue la revolución de insurgencia y que deja plasmado desde las primeras líneas del anterior documento aludido: una “crisis revolucionaria que sacude al país entero desde la memorable proclamación del 16
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