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Ilich Ivan


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2012  •  894 Palabras (4 Páginas)  •  473 Visitas

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En realidad, resultó lo que de ordinario resulta en las viviendas de personas que quieren hacerse pasar por

ricas no siéndolo de veras, y, por consiguiente, acaban pareciéndose a otras de su misma condición: había

damascos, caoba, plantas, alfombras y bronces brillantes y mates... en suma, todo aquello que poseen las

gentes de cierta clase a fin de asemejarse a otras de la misma clase. y la casa de Ivan Ilich era tan semejante

a las otras que no hubiera sido objeto de la menor atención; pero a él, sin embargo, se le antojaba original.

Quedó sumamente contento cuando fue a recibir a su familia a la estación y la llevó al nuevo piso, ya todo

dispuesto e iluminado, donde un criado con corbata blanca abrió la puerta del vestíbulo que había sido

adornado con plantas; y cuando luego, al entrar en la sala y el despacho, la familia prorrumpió en

exclamaciones de deleite. Los condujo a todas partes, absorbiendo ávidamente sus alabanzas y r~bosando

de gusto. Esa misma tarde, cuando durante el té Praskovya Fyodorovna le preguntó entre otras cosas por su

caída, él rompió a reír y les mostró en pantomima cómo había salido volando y asustado al tapicero.

-No en vano tengo algo de atleta. Otro se hubiera matado, pero yo sólo me di un golpe aquí... mirad. Me

duele cuando lo toco, pero ya va pasando... No es más que una contusión.

Así pues, empezaron a vivir en su nuevo domicilio, en el que cuando por fin se acomodaron hallaron,

como siemp re sucede, que sólo les hacía falta una habitación más. Y aunque los nuevos ingresos, como

siempre sucede, les venían un poquitín cortos (cosa de quinientos rubIos) todo iba requetebién. Las cosas

fueron especialmente bien al principio, cuando aún no estaba todo en su punto y quedaba algo por hacer:

comprar esto, encargar esto otro, cambiar aquello de sitio, ajustar lo de más allá. Aunque había algunas

discrepancias entre marido y mujer, ambos estaban tan satisfechos y tenían tanto que hacer que todo

aquello pasó sin broncas de consideración. Cuando ya nada quedaba por arreglar hubo una pizca de

aburrimiento, como si a ambos les faltase algo, pero ya para entonces estaban haciendo amistades y

creando rutinas, y su vida iba adquiriendo consistencia.

Ivan Ilich pasaba la mañana en el juzgado y volvía a casa a la hora de comer. Al principio estuvo de buen

humor, aunque a veces se irritaba un tanto a causa precisamente del nuevo alojamiento. (Cualquier mancha

en el mantel, o en la tapicería, cualquier cordón roto de persiana, le sulfuraban; había trabajado tanto en la

instalación que cualquier desperfecto le acongojaba.) Pero, en general, su vida transcurría como, según su

parecer, la vida debía ser: cómoda, agradable y decorosa. Se levantaba a las nueve, tomaba café, leía el

periódico,

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