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Isabel De Baviera


Enviado por   •  5 de Mayo de 2014  •  2.877 Palabras (12 Páginas)  •  241 Visitas

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ISABEL DE BAVIERA, La emperatriz Sissi

La emperatriz Isabel de Austria -Sissi- es una figura histórica de sobras conocida. Atacada por unos, alabada por otros, compadecida por algunos, quizá nadie -ni ella misma- supo qué se escondía en su alma, qué torturaba su corazón, qué quería, qué anhelaba. Su temperamento independiente, ajeno a las normas sociales, hizo temblar a la timorata Viena y palidecer a la propia reina Victoria, a Isabel II y el rey de Grecia. La vieja Europa no estaba preparada para entender a una mujer como Sissi. Nadie comprendió su camino sin fin, su lucha contra lo establecido. Nadie supo ver la profunda tristeza, la vulnerabilidad que se escondían detrás de esta mujer hermosa, que encandiló al mismísimo emperador Francisco José I de Austria.

Sissi nació el 24 de diciembre de 1837 en Munich, hija de Ludovica y de Maximiliano en Baviera, un matrimonio de conveniencia que nunca fue un matrimonio bien avenido. Max engañaba continuamente a su mujer, es más, solía almorzar con sus hijos ilegítimos. No obstante, el matrimonio tuvo ocho hijos. Sissi no estaba destinada a ningún alto cargo y vivió una vida sencilla, en la naturaleza, atendida y educada directamente por su madre, a quien quiso mucho y a quien habría de añorar en Viena.

Sissi no tenía que ser la esposa elegida por el emperador sino su hermana Elena, la hermosa Nené. Pero Francisco José se prendó de la hermana pequeña, vestida de manera campesina, peinada con trenzas; la hermana-niña que parecía más ingenua, más dulce. En 1853, en la ciudad de Ischl, Francisco José sacó a bailar a Sissí, en contra de lo previsto, de la que se había enamorado locamente. Como en un cuento de hadas, Cenicienta había sido la elegida para iniciar el baile en lugar de su hermana. Francisco José toda la vida sintió hacia su esposa acaso más amor del que ella sintió por él.

Sissi y Francisco José se casaron en 1854 cuando ella tenía dieciséis años y él veinticuatro. La pareja disfrutó de una maravillosa luna de miel en Italia, al regreso Francisco José se ocupó en cuerpo y alma de todos los quehaceres del Imperio desatendiendo las demandas de su joven esposa. Sissi llegó a afirmar en cierta ocasión:" Yo amo al emperador, pero preferiría que no fuera emperador”. Francisco José vivía muy apegado a su madre la archiduquesa Sofía, hermana de la madre de Sissi, que era según decían el hombre de palacio. Sofía quiso moldear a la joven Sissi para que aceptase con profesionalidad su cargo de Emperatriz pero no lo consiguió y entre ellas se inició un desencuentro que habría de durar hasta la muerte de Sofía.

Y es que Sissi no fue una novia feliz, se cuenta que lloró como una malva y que no se consumó el matrimonio hasta pasados unos días. A Sissi la aguardaban en el Palacio Imperial, el Hofburg, un puñado de arpías dispuestas a criticarla, a observarla y a anularla si hacía falta. Una de sus damas era la implacable condesa Esterházy. Su marido la amó, dio pruebas de ello, pero siempre se sintió apegado a su papel de Emperador, muy conservador, con lo cual no sirvió de mucha ayuda a su esposa en la lucha contra las convenciones sociales y las hipocresías de palacio. Francisco José fue un emperador a la antigua, con un gran trabajo sobre sus espaldas, que no acertó a ver que el mapa europeo estaba cambiando y, con él, toda la concepción del Imperio.

Cuando un año después de su boda Sissi dio a luz a su primera hija Sofía, su suegra se hizo cargo de la pequeña considerando que la joven madre era incapaz de educar a su hija. La joven emperatriz luchó lo indecible por contravenir sus órdenes pero nada logró. Sólo le quedó el recurso de huir de la corte por primera vez y refugiarse en Possenhofen, donde las aguas mansas del lago y la compañía de su madre y hermanos fueron la única terapia posible para calmar su dolor. La historia volvió a repetirse un año después cuando nació su segunda hija Gisela y de nuevo su suegra organizó, controló y dispuso. Pero esta vez Sissi logró imponerse y, quince días después del nacimiento de la pequeña, las niñas fueron trasladadas a sus habitaciones del Hofburg. Sissi había triunfado pero sólo fue un triunfo aparente.

Gisela de Austria

En una visita a Hungría en 1857, Sissi se empeñó en llevar consigo a sus hijas a pesar de la rotunda negativa de su suegra. Durante el viaje, las niñas enfermaron gravemente padeciendo altas fiebres y severos ataques de diarrea. Mientras que la pequeña Gisela se recuperaba rápidamente, su hermana Sofía no tuvo la misma suerte y pereció, seguramente deshidratada. Su muerte, que sumió a Isabel en una profunda depresión que marcaría su carácter para el resto de su vida, propició que le fuese denegado el derecho sobre la crianza del resto de sus hijos que quedaron a cargo de su suegra la archiduquesa Sofía.

Con la agitada y perniciosa vida de palacio la salud de Sissi comenzó a empeorar. Los más diversos síntomas la aquejaban y los doctores que la visitaban no encontraron una solución. La propia emperatriz, presa de los nervios, llevaba una vida cada vez más extraña haciendo curas de hambre, ejercicios físicos extenuantes y rechazó totalmente la sexualidad. Era una anorexia nerviosa que la iba hundiendo cada vez más, agobiada como estaba en aquel palacio imperial. En ese estado, Sissi decidió emprender su primera huida de Viena para marcharse a la isla de Madeira. Un viaje que fue objeto de muchos comentarios en las distintas cortes europeas, veían con malos ojos que la emperatriz viajara sin la compañía de Francisco José en un yate propiedad de la reina Victoria de Inglaterra.

Rodolfo de Austria

María Valeria de Austria junto a su esposo

Tras el nacimiento del príncipe Rodolfo, la relación entre Isabel y Francisco José comenzó a enfriarse. Isabel, por su parte, sólo pudo criar a su última hija María Valeria, a la que ella misma llamaba cariñosamente "mi hija húngara ", dado el gran aprecio que le tenía al país de Hungría, lugar donde habitualmente se refugiaba y en cuya cultura y costumbres se empeñó en educarla. Los grandes enemigos que Isabel hizo a lo largo de su vida la llamaban despectivamente "la niña húngara" y no precisamente por el amor que su madre profesaba por tal país, sino porque creían que la niña era

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