Los Hornos De Hitler
deniers21 de Mayo de 2015
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Los Hornos de Hitler
Olga Lengyel
RECONOCIMIENTOS .................................................................................................. 4
DEDICATORIA ............................................................................................................. 5
8 Caballos... o 96 Hombres, Mujeres y Niños ................................................................ 6
La Llegada..................................................................................................................... 48
La Barraca 2.6 ............................................................................................................... 58
Las Primeras Impresiones ............................................................................................. 61
La Llamada a Lista y Las Selecciones .......................................................................... 70
El Campamento............................................................................................................. 75
Una Proposición en Auschwitz ..................................................................................... 80
Soy Condenada a Muerte .............................................................................................. 84
La Enfermería ............................................................................................................... 87
Un Nuevo Motivo Para Vivir........................................................................................ 95 "Canadá" ..................................................................................................................... 105
El Depósito de Cadáveres ........................................................................................... 109
El "Ángel de la Muerte" Contra el "Gran Seleccionador" .......................................... 115 "Organización" ............................................................................................................ 121
Nacimientos Malditos ................................................................................................. 124
Algunos Detalles de la Vida Detrás de las Alambradas.............................................. 128
Los Métodos y su Insensatez ...................................................................................... 138
Nuestras Vidas Privadas.............................................................................................. 154
Las Bestias de Auschwitz ........................................................................................... 160
La Resistencia ............................................................................................................. 173 "¡París ha sido Liberado!" ........................................................................................... 182
Experimentos Científicos ............................................................................................ 189
Amor a la Sombra del Crematorio .............................................................................. 197
En el Carro de la Muerte ............................................................................................. 205
En el Umbral de lo Desconocido ................................................................................ 209
La Libertad .................................................................................................................. 213
Todavía Tengo Fe ....................................................................................................... 221
VOCABULARIO ....................................................................................................... 226
RECONOCIMIENTOS
La autora agradece a Louis Zara su espléndida cooperación y sugestiones constructivas, así como la ayuda valiosísima que le prestaron Isidore Lipschutz, el Profesor Emile Lengyel, de la Universidad de Nueva York, Charles Eube, Osear Ray.
Mi agradecimiento también a N. Adorjan, licenciado Paul Salmón, doctor Eric Legman, Mme. Steier, Ladislas Gara, Clifford Coch, Paul P. Weiss, al doctor Andrés M. Mateo por su gran ayuda y al señor José Luis Ramírez Jr. por su comprensión y valiosa cooperación.
Deseo expresar mi agradecimiento a los Editores franceses, americanos, ingleses y mexicanos, así como al personal bajo sus órdenes que con sus valiosas sugestiones han hecho posible la publicación de este libro en sus países respectivos.
DEDICATORIA
"Dedico este libro a la memoria de mis padres, de mi esposo e hijos, y a mis congéneres de todas las nacionalidades y credos; así como a la inocente población civil europea que sufrió la matanza de millones de seres asesinados por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
También dedico este libro a los héroes de guerra que ofrendaron su vida para evitar la consumación del sueño de los alemanes: Aniquilar a todas las naciones y crear un mundo habitado únicamente por alemanes, bajo la protección de Wotan1 su terrible dios pagano.
1 Wotan, dios mitológico de los nórdicos, promotor de toda la vida universal, sediento de sangre, autor de la guerra, protector de los héroes y dios tuerto de los Germanos. (N. del T.)
CAPÍTULO I
8 Caballos... o 96 Hombres, Mujeres y Niños
¡Mea culpa, fue por culpa mía, mea máxima culpa! No puedo acallar mi remordimiento por ser, en parte, responsable de la muerte de mis padres y de mis dos hijos. El mundo comprende que no tenía por qué saberlo, pero en el fondo de mi corazón persiste el sentimiento terrible de que pudiera haberlos salvado, de que acaso me hubiese sido posible.
Corría el año 1944, casi cinco después de que Hitler invadió Polonia. La Gestapo lo gobernaba todo, y Alemania se estaba refocilando con el botín del continente, porque dos tercios de Europa habían quedado bajo las garras del Tercer Reich. Vivíamos en Cluj2, ciudad de 100,000 habitantes, que era la capital de Transilvania. Había pertenecido antes a Rumania, pero el Laudo de Viena, de 1940, la había anexado a Hungría, otra de las naciones satélites del Nuevo Orden. Los alemanes eran los amos, y aunque apenas era posible abrigar esperanza ninguna, no sentíamos, si no rezábamos porque el día de la justicia no se retrasase. Entre tanto, procurábamos apaciguar nuestros temores y seguir realizando
nuestros quehaceres diarios, evitando, en lo posible, todo contacto con ellos. Sabíamos que estábamos a merced de hombres sin entrañas —y de mujeres también, como más tarde pudimos comprobar—, pero nadie logró convencernos entonces del grado auténtico de crueldad a que eran capaces de llegar.
Mi marido, Miklos Lengyel, era director de su propio hospital, el "Sanatorio del Doctor Lengyel", moderno establecimiento de dos pisos y setenta camas, que habíamos construido en 1938. Cursó sus estudios en Berlín, donde consagró mucho tiempo a las clínicas de caridad. Ahora se había especializado en cirugía general y ginecología. Todo el mundo lo respetaba por su extraordinario talento y consagración a la ciencia. No era hombre político, aunque comprendía plenamente que es- tábamos en el centro de un verdadero maelstrom y en peligro constante. No tenía tiempo para dedicarse a otras ocupaciones. Con frecuencia veía a 120 pacientes en un solo día y se dedicaba a la cirugía hasta bien entrada la noche. Pero Cluj era una comunidad dinámica y progresiva, y nos sentíamos orgullosos de representar a uno de sus principales hospitales.
Yo también estaba consagrada a la medicina. Había estudiado en la Universidad de Cluj y me consideraba con méritos para ser la primera asistente quirúrgica de mi marido. La verdad era que yo
2 Los alemanes la llamaban Klausenburg; los húngaros, que fueron sus dueños con anterioridad al año 1918, le habían puesto el nombre de
Kolozsvar.
había contribuido a terminar el nuevo hospital, poniendo en su decoración todo el cariño que siente la mujer por el color; y así había alegrado las instalaciones en la manera más avanzada.
Pero, aunque tenía una carrera, me sentía más orgullosa todavía de mi pequeña familia, integrada por dos hijos, Thomas y Arved. Nadie, pensaba yo, podía ser más feliz que nosotros. En nuestro hogar residían mis padres y también mi padrino, el Profesor Elfer Aladar, famoso internista, dedicado al estudio e investigación del cáncer.
Los primeros años de la guerra habían sido relativamente tranquilos para nosotros, aunque oíamos con temor los relatos interminables de los triunfos de la Reichswehr. A medida que asolaban más y más
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