San Juan Macias
socorro199726 de Noviembre de 2013
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SAN JUAN MACIAS
San Juan Macías es un hombre pero no solo eso sino un modelo de buen cristiano comprometido con los pobres en especial de espíritu es un modelo de cristiano y de Religioso, cuya vida irradia y promueve entre sus admiradores el compromiso con los pobres, emigrantes y almas del purgatorio. Los tres amores de su vida, por los cuales ha sido reconocido: Padre de los Pobres, Patrón de los Emigrantes y Ladrón del Purgatorio.
Religioso y santo dominico español que evangelizó el Perú desde 1620 y fue canonizado en 1975 por Pablo VI tras verificar sus dones milagrosos. Hoy tiene innumerables fieles que visitan su imagen en el altar principal de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Lima y en el año 1970 se levantó un templo en su nombre en el distrito de San Luis
Fray Juan Macías, se consideraba deudor de los pobres oprimidos, marginados, humillados y de los hombres sin voz para defenderse. Quería que los demás, sobre todo, los ricos, se sintieran también solidarios con los cristos sufrientes de la tierra, y cuando veía o experimentaba el desprecio de los poderosos a la causa de los pobres, enseguida ponía en jaque mate a sus negocios ; de su buena madre guardaba el recuerdo , aun siendo mayor: “"pues, ella fue mi maestra; de ella tengo aprendidos el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria". Preciosa herencia que Juan jamás echó en olvido.
Desde muy niño fue dedicado al oficio de pastor de ovejas por su trabajo el se ganaba la comida, vestimenta para poder sobrevivir. Su vida estaba marcada por una primera educación familia de especial devoción a la Virgen María, particularmente mediante el rezo del Rosario.
Desde niño era muy modesto y amigo de las cosas religiosas, frecuentaba las iglesias y oía con gran atención los sermones, que a su manera contaba a otros niños.
Atendiendo la portería con humildad, San Juan Macías procuró ocultar siempre la estimación que de su santidad hacían todos, dentro y fuera del convento, lo mismo los grandes señores que los pobres a quienes en la portería daba sustento. Tenía por indigno de tratar con los demás religiosos, estimando no solamente a los sacerdotes, sino también a los
Novicios y conversos como si cada uno fuera su superior. Las reprensiones las llevaba con mucha paz sintiéndose mortificado cuando era alabado.
Su obediencia era tan pronta que, sin formar juicio de lo que le mandaban, inmediatamente lo cumplía. Bastaba con que el superior le hiciese la más mínima señal o indicación para dejar hasta los mismos ejercicios espirituales y hacer lo que le mandaban.
Su caridad con los pobres fue grande en socorrerlos y consolarlos, para lo cual se daban ayuda los nobles de la ciudad y de otras partes. En cada pobre veía a Jesucristo. Socorría a todos, en su portería o enviando un criado a las familias necesitadas. Esta caridad que con los pobres ejercitaba, dándoles limosna, la ejercitaba también con los ricos aconsejándoles y consolándolos.
Su vida se distingue por una gran pobreza, humildad y caridad, es una persona sencilla y siempre abierta al cambio de vida. Aprende de los acontecimientos y de la lectura de la Palabra de Dios. Su oración es muy profunda: en ella la Virgen María y San Juan Evangelista le ayudan a encontrarse permanentemente con Cristo. Es un hermano muy respetuoso de los consensos comunitarios e incansable trabajador.
Juan tenía la costumbre de rezar todas las noches, de rodillas, el Rosario completo. Una parte la ofrecía por las almas del Purgatorio, otra por los religiosos, y la tercera, por sus parientes, amigos y benefactores.
Oraba el Santo en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, cuando de pronto una mano dio un golpe sobre el altar. Sobresaltado, vio a su lado una sombra rodeada de llamas que le dijo: “Soy Fray Juan Sayago, que acabo de morir y necesito muchísimo de tus oraciones
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