Sintesis De Aura
jfjfhgfhdhgdhg22 de Octubre de 2013
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La novela breve, Aura, de Carlos Fuentes ha sido motivo de muchos estudios y recientemente de algunas polémicas en México sobre su contenido sacrílego y sexual. Sin embargo, más allá de todo cometario a primera lectura, podemos asegurar, que esta novela breve, contiene una cantidad de elementos que permiten desde diferentes perspectivas de análisis un mosaico muy amplio de lecturas y significaciones. En esta ocasión nos centraremos en los elementos simbólicos más sobresalientes del texto y de que manera se relacionan en el texto. Posteriormente hablaremos de los ritos que se convocan en la narración y como son representados y/o pervertidos por la instancia narrativa, es decir, por la voz que narra.
ALGUNOS ELEMENTOS SIMBÓLICOS Y/O SISTEMÁTICOS EN LA AURA.
La casa.
Como la ciudad o el templo, la casa, simbólicamente está situada en el centro del mundo; es la imagen del universo. Es significativo que la casa de Aura esta situada físicamente en el centro de la Ciudad de México, reforzando su carácter simbólico:
"Te sorprenderás que alguien viva en la calle de Donceles. Siempre has creído que en el viejo centro de la ciudad no vive nadie."
Además debemos recuperar el adjetivo "viejo", lo cual da a este "centro" donde la casa se ubica un carácter de contenedor de cierto pasado, de cierta tradición. Por otra parte y, como simbolismo más fuerte, la casa representa lo femenino por ser identificada a la madre, al refugio o protección, el seno materno. Esto es interesante porque el personaje principal, Felipe Montero, siente que la casa de Aura es su casa, es el lugar donde siempre debió estar, es el sitio que le pertenece y que le brinda paz:
“...estiras las piernas, enciendes un cigarrillo, invadido por un placer que jamás has conocido, que sabías parte de ti, pero que sólo ahora experimentas plenamente, liberándolo, arrojándolo fuera porque sabes que esta vez encontrará respuesta...”
También esta casa es como un gran útero que lo recibe, útero oscuro y húmedo que lo acoge y lo deja lejos de exterior:
“Cierras el zaguán detrás de ti e intentas penetrar la oscuridad de ese callejón techado- patio, porque puedes oler el musgo, la humedad de las plantas, la raíces podridas, el perfume adormecedor y espeso- ...
Pero quizá lo más importante es que él penetra a un universo femenino, un universo lleno de exotismo y magia, que es el interior de esa casa, porque él ha dejado atrás el exterior al cual cree pertenecer:
" antes de entrar miras por última vez sobre tu hombro, frunces el ceño porque la larga fila detenida de camiones y autos gruñe, pita, suelta el humo insano de su prisa. Tratas inútilmente de retener una sola imagen de ese mundo exterior indiferenciado."
Ese mundo exterior, concreto y real, queda atrás y ahora se penetra, porque ese es el verbo que se utiliza, penetrar, y no cruzar o entrar, por ejemplo, reforzando así su masculinidad en relación al universo al que va habitar, femenino totalmente. El personaje penetra esa oscuridad, ese universo conservado y hecho por mujeres. De esta forma se refuerza la propuesta de que la casa se presenta en la novela como una alegoría de lo femenino: húmeda, oscura, laberíntica, mágica, orgánica y revestida de pasado. Felipe Montero, al entrar a la casa se introduce en otra realidad: la femenina, acogedora, pero también amenazante.
Este espacio femenino está dominado por la oscuridad, debemos recordar que todo los lugares donde las mujeres se mueven son oscuros, llenos de penumbra o casi, todos los espacios de la casa son lugares de sombras, todos menos la habitación de él, la del hombre, cuya luz es tan intensa que incluso ciega:
“Cierras -empujas- la puerta detrás de ti y al fin levantas los ojos hacia el tragaluz inmenso que hace las veces de techo. Sonríes al darte cuenta que ha bastado la luz de crepúsculo para cegarte y contrastar con la penumbra del resto de la casa.”
Tal pareciera que el hombre es un ser para la luz, la mujer un ser para las sombras. El hombre, además, esta hecho para irrumpir y penetrar espacios (recuérdese que él abre todas las puertas sin necesidad de llaves, no hay ningún lugar vetado para él), la mujer para perpetuarlos:
"Es que ya estoy tan acostumbrada a las tinieblas... Es que nos amurallaron, señor Montero. Han construido alrededor de nosotras, nos han quitado la Luz. Han querido obligarme a vender. Muertas, antes. Esta casa está llena de recuerdos para nosotras. Sólo muerta me sacaran de aquí."
Todo bajo el techo de esa casa vieja y retraída convoca y custodia el pasado al tiempo que rechaza al presente.
Aura y la vieja Consuelo.
Estos personajes, más que actantes en la novela se convierten en entes simbólicos cuyas cargas connotativas y los elementos que las circundan dan especial interés a nuestro acercamiento a la novela. En primera instancia resaltemos que ambas figuras femeninas representan por un lado la juventud encarnada por Aura, y su contraparte la vejez, Doña Consuelo. Dos partes opuesta y complementarias que en el trascurso de la narración una no puede estar sin la otra, creándose así un vínculo simbólico de vida. Recordemos que para la simbólica el anciano no es un signo de lo caduco, sino de lo persistente, durable, lo que participa de lo eterno. Influye en la psiquismo como un elemento estabilizador y como una presencia del más allá.
Esa resistencia a abandonar lo que se fue lleva a la Señora Consuelo Llorente a desdoblarse en Aura. Aura no es sino una proyección de los deseos de la anciana. Tal es la fuerza vital y la necesidad de perpetuarse en Doña Consuelo que puede engendrar a Aura. Aura, cuyo nombre no deja de atraer consigo su connotación simbólica: Luz que rodea la cabeza, nube luminosa de coloraciones diversas que sólo es posible distinguir en los seres dotados de luz divina. Esta luz es siempre un signo divino de sacralización. Esto equivale a la sacralización de este desdoblamiento, de esta convocación de otro ser que no es sino el deseo corporeizado de lo que se fue, se sacraliza la juventud.
A pesar de que el Aura no puede desligarse de nuestro cuerpo, aquí el personaje parece tener vida autónoma (rasgo fantástico e insólito), hasta que notamos que es un doble distorsionado de la vieja por la juventud:
“ ...recordarás a la vieja y a la joven que te sonrieron, abrazadas, antes de salir, abrazadas: te repites que siempre, cuando están juntas, hacen exactamente lo mismo: se abrazan, sonríen, comen, hablan, entran, salen, al mismo tiempo, como si una imitara a la otra, como si de la voluntad de una dependiese la existencia de la otra.”
Es importante destacar en este momento la incidencia simbólica del color verde, como si fuese ese color, nombrado numerosamente en el texto, el color implícito del Aura, que no sólo cubre al personaje del mismo nombre, cuyos ojos son verdes y siempre viste de tafeta verde en la novela, sino que irrumpe en otros espacios. Uno de ellos es la casa llena de musgo, plantas y limosidades: de verde olivo son los tapices y las alfombras, la bata de la vieja Consuelo, sus ojos también. El verde es una tonalidad constante que abunda en las descripciones del texto. Cito algunas incidencias:
"Al fin podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma y vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido."
"...una botella vieja y brillante por el limo verdoso que la cubre."
"...tu hermosa Aura vestida de verde."
" Ah Consuelo, mi joven muñeca de ojos verdes... siempre envuelta en ropas y velos color verde como tus ojos..."
"...unas manos han rasgado por la mitad su falda de tafeta verde..."
"...y recorres con la mirada el cuarto: el tapete de lana roja, los muros empapelados, oro y oliva, el sillón de terciopelo rojo, la vieja mesa de trabajo, nogal y cuero verde..."
Pero ¿qué simbología se esconde detrás de esta incidencia sistemática del color verde en el texto de Aura? El verde es un color femenino (un elemento más para sumarse a este universo de mujeres), se dice que dentro de la representación de la complementariedad de los sexos: el rojo es un color macho y el verde un color hembra. Otro signo significativo en su simbología no es sólo que representa la esperanza, su connotación más conocida, sino que es sinónimo de fuerza y longevidad. Es el color de la inmortalidad, que simbolizan universalmente los ramos verdes.
También el color verde es parte importante en el mundo de la sicología y de la psiquis humana y se ha desarrollado un complejo estudio terapéutico basado en que el color verde en cuanto color representa: el regressus at uterum. La necesidad del hombre de buscar un entorno natural que ayude a escapar de lo artificial, del mundo moderno, ha
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