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Sociologia


Enviado por   •  2 de Enero de 2014  •  541 Palabras (3 Páginas)  •  288 Visitas

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Con estas ideas de libertad en lo económico en lo político, la burguesía que pudo consolidarse como la clase dominante del capitalismo, comenzó a reclamar para sí privilegios sociales: derecho de propiedad, disposición de los mejores bienes sociales, libertad de empresa y de comercio, protección de las leyes y, consecuentemente, del estado. En una palabra, para ellos: ... la mejor manera de que los gobernantes promovieran el bien de la nación consistía en que se aplicaran a cumplir sus propias obligaciones legítimas y dejaran al capital encontrar por sí mismo sus canales más lucrativos; asimismo, que permitieran a los bienes a adquirir su justo precio, a la industriosidad y la inteligencia su premio natural, y a la ociosidad y la estupidez su correspondiente castigo; que mantengan la paz, cuiden la propiedad, aminoren los gravámenes de la ley, y cuiden que en todos los departamentos estatales rija una estricta economía. Bastaba que el gobierno cumpliera con todo esto para que el pueblo se encargara de cumplir con todo lo demás.3 1.1.2La Urbanización de la Vida Social La nueva estructura económica y social trajo como consecuencia del desarrollo de la vida en las ciudades, en donde se incrementaba el establecimiento de industrias, centros comerciales, y también se daban las contradicciones que el propio capitalismo engendraba. En efecto, en contraste con la riqueza y privilegios que alcanzaba la burguesía, existía un número cada vez más grande de pobres e indigentes. Y dado que en la ciudad del centro de la vida social, el ambiente que en ellas imperaba mostraba, en toda su magnitud, la diferencia entre los distintos sectores que la componían. Al respecto, Eric J. Hobsbawnos dice: En la ciudad, ya no era sólo que el humo flotara continuamente sobre sus cabezas (de quienes las habitaban) y que la mugre les impregnara, que los servicios públicos elementales: suministros de agua, sanitarios, limpieza de las calles, espacios abiertos, etcétera, no estuvieran a la altura de la emigración masiva a la ciudad, produciendo así, sobre todo después de 1830, epidemias de cólera, fiebres tifoideas y un aterrador y constante tributo a los dos grandes aniquiladores urbanos del siglo XIX: la polución atmosférica y la del agua, es decir, enfermedades respiratorias e intestinales. No era sólo que las nuevas poblaciones urbanas, a veces totalmente desconocedoras de la vida no agraria, como los irlandeses, se apretujaban en barriadas obreras frías y saturadas, cuya contemplación era penosa... Aquí la vida del pobre, fuera del trabajo, transcurría entre hileras de casuchas, en las tabernas baratas e improvisadas y en las capillas, también baratas e improvisadas donde se solía recordar que no sólo de pan vive el hombre. Era mucho más que todo esto: la ciudad destruyó la sociedad, "no hay ninguna otra ciudad en el mundo donde la distancia entre el rico y el pobre sea tan grande o la barrera que los separa tan difícil de

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