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Aviacion


Enviado por   •  5 de Enero de 2012  •  Informes  •  4.364 Palabras (18 Páginas)  •  518 Visitas

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LOS ANTECEDENTES

El avión ha tenido una gestación larga. El progreso, en sus orígenes, no fue grande por la falta de un motor adecuado y la excesiva atención al vuelo de las aves. Ello condujo a muchos esfuerzos inútiles malgastados en máquinas de alas móviles, los llamados “ornitópteros”, si bien ya en 1804 sir George Cayley logró poner en el aire un modelo de planeador y, antes de su muerte en 1857, conseguiría en dos ocasiones hacer volar planeadores tripulados por una persona. Los primeros que lo intentaron cometieron el error de concentrarse en la estabilidad intrínseca de sus aparatos en lugar de hacerlo sobre su capacidad de maniobra. Incluso Otto Lilienthal, que en 1890 consiguió vuelos sin motor de 90 a 230 metros, gobernaba su aparato por el simple movimiento de su cuerpo, y solo poco antes de morir, a causa de un accidente de vuelo en 1896, trataría de proyectar un arnés ligado a un timón de profundidad.

Ader inventa el avión y despega.

Francia 9/10/1890

Clément Ader, el sabio francés, ha volado a los mandos de una máquina de su invención, el Eole. Con el mayor de los secretos, Ader y sus ayudantes habían pre-parado una zona de maniobra de 200 metros de largo y 25 de ancho, aplanada con rodillos y completamente despeja-da de obstáculos. El “avión” (como así deno-minaba el ingeniero al Eole), ha sido traslada-do a la pista. No hay viento, tal y como de-seaba Ader, puesto que el Eole, a excepción de los controles del motor y los que permiten atrasar o avanzar las alas, no dispone de medios de gobierno. Un poco antes de las 4 se pone en marcha el motor de vapor, de dos cilindros, con una potencia de 20 CV y una relación peso potencia de menos de 3 Kg. por CV, algo nunca visto. El motor hace girar un árbol horizontal que acciona la hélice de bambú. Las alas son articuladas y plegables. Su perfil en cruz las diferencia de las de otros aparatos voladores de la época. El Eole recorre una distancia de 50 metros a 20 cm de altura del suelo, antes de volver a la tierra.

Los Hnos. Wright venden bicicletas.

EEUU, verano 1893

1127, West Third Street, Dayton, Ohio: una casa de ladrillos rojos. Una tienda acristalada, cuyo

frontal adorna un rótulo en letras doradas: Wright Cycle Co.. Allí han abierto Orville y Wil-bur su almacén, de bicicletas. Los dos her-

manos que antes eran impresores han queda-do encantados con las máquinas de pedales a raíz de que Orville hu-biese adquirido, hace al-gunos meses, un sober-

bio velocípedo. Los jó-venes, entusiasmados, con el nuevo invento han confiado, sin remor-dimientos, su imprenta a un amigo, Ed Sines, pa-ra atravesar la calle y

fundar su nuevo comer-cio. Allí reparan, fabri-can y venden bicicletas, sin perder de vista le sueño que los agita des-de la infancia: construir un avión y volar.

LOS PRIMEROS “SALTOS”

Durante la segunda mitad del siglo XIX, se hicieron en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Alemania numerosas tentativas, aunque de forma difusa y desmañada para lograr volar. Cada uno de los proyectistas sabía muy poco de lo que los otros estaban haciendo, hasta que Octave Chanute decidió recoger todas las informaciones y hechos probados y hacerlos saber a todos aquellos que quisieron escucharle. Algunos de estos principios habían sido enunciados por Cayley en 1809, quien puso de manifiesto las fuerzas de propulsión, de resistencia al avance y de sustentación, y señaló el valor del ala curvada o arqueada como perfil sustentador, con preferencia al ala plana, En Inglaterra, M.P.W. Boulton inventó y patentó en 1868 el alerón. El primer planeador de los Wrigth, en 1899, tenía alas que podían alabearse o torcerse por medio de cables, con el fin de conseguir un control lateral. En el tiempo en que los Wrigth hicieron su primer vuelo, a finales de 1903, ya se conocía la mayoría de los principios del vuelo controlado, pero ni siquiera ellos habían resuelto totalmente la cuestión del control.

Los hermanos Wrigth dieron una nueva interpretación al cúmulo de incoherentes esfuerzos de sus coetáneos y comenzaron a trabajar en sus propias teorías sobre la relación propulsión-fuerza ascensional, el rendimiento de las hélices, las tensiones de los materiales y los métodos de construcción. Empezaron a considerar al recién llegado motor de automóvil como elemento impulsor. Fracasado su intento de conseguir de la incipiente industria un motor de gasolina con buena relación peso-potencia, decidieron construir su propio motor y así el 17 de diciembre de 1903 consiguieron el primer vuelo.

El histórico vuelo de Orville Wright en el “Flyer I”

Carolina del Norte, 17 de diciembre.

A las 10,30 de la mañana se ha mate-rializado un sueño tan viejo como la propia humanidad: El hom-bre se ha adueñado de los aires. Los her-manos Wright lo que ambicionaban desde hacía tanto tiempo: el primer vuelo estabili-zado de un ingenio motorizado más pe-sado que el aire. Por la tarde han telegra-

fiado la fantástica noticia a su padre en Dayton (Ohio): “Jue-ves mañana, hemos conseguido 4 vuelos gracias a vientos de 40 Km./Hora. Su aparato, que ya ha-bían bautizado como Flyer I, pilotado por Orville, despega des-de un carril de ma-dera de 12 metros de largo, cerca del cam-pamento que ha le-vantado en Kitty Hawk. Permanece en el aire durante 12 segundos y recorre 36,5 metros en medio de cambios de viento. A medio día Wilbur efectúa el cuarto y último vuelo que dura 59 segundos y reco-rre 260 metros antes de caer a tierra. Pero una fuerte ráfaga le obliga a interrumpir las pruebas. Había cinco testigos, todos ellos hombres de la región, que no quedaron especial-mente impresionados, porque ya habían vis-to a los Wright, en los últimos años realizar otros vuelos más lar-gos. Los aviadores son conscientes de su éxito, persuadidos de que han encontra-do la clave para construir un aparato de utilidad práctica. Son cuatro años de dura y paciente labor que hoy han dado fruto y una aproxima-ción científica que hoy les ha permitido triunfar, allí donde tantos han fracasado. Durante sus numero-sos ensayos, jamás han corrido riesgos inútiles, prevalecien-do siempre la com-prensión del fenóme-no físico antes de la prueba, y sostenido la totalidad de sus tra-bajos por un sólido conocimiento de los

fenómenos aerodinámi-cos. Hace

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