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Biocombustibles y sociedad desde una perspectiva bioética

LizethLopezRam17Trabajo3 de Noviembre de 2022

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MINI-REVIEW

Biocombustibles y sociedad desde una perspectiva bioética 

Resumen

Actualmente a nivel mundial se tiene una problemática ambiental causada por el calentamiento global. Una de las razones de este problema se debe al uso creciente de los combustibles fósiles y, por lo tanto, al incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero. Con los avances en la biotecnología se han desarrollado diferentes alternativas a las tecnologías clásicas, como los biocombustibles, que han sido promovidos como una prometedora alternativa a los combustibles fósiles y a su vez una fuente de energía renovable. Los efectos ambientales, económicos y sociales de los biocombustibles deben debatirse ampliamente y es necesario evaluarlos cuidadosamente antes de extender programas de biocombustibles a gran escala.  Con base en lo anterior, se presenta una revisión bibliográfica acerca de los biocombustibles, su relación con el medio ambiente y la sociedad, así como sus efectos positivos y negativos. Finalmente se analiza la relación entre la bioética y los biocombustibles, esperando mostrar una visión de cómo la bioética puede ayudar en el análisis de las situaciones derivadas por el uso e implementación de esta tecnología.

Palabras clave: Biocombustibles, bioética, biotecnología, medio ambiente.

Introducción

La historia de los biocombustibles se inicia a finales del siglo XIX y nace prácticamente con el uso de los hidrocarburos como fuente de energía. La idea de usar aceites vegetales como combustibles para motores de combustión interna data de 1895 (Salinas y Gasca, 2009). Actualmente una alternativa más factible que el petróleo, el carbón y los reactores nucleares en los países en desarrollo, es la utilización directa e indirecta de la energía a partir de residuos vegetales; es una energía renovable, abundante, descentralizada y limpia (Monsalve et al., 2006).

Biocombustibles es el término con el cual se denomina a cualquier tipo de combustible que se produzca a partir de biomasa (organismos vivos o sus desechos metabólicos). Los biocombustibles son renovables y pueden ser usados solos o mezclados con combustibles convencionales (Wilches, 2011). Estos combustibles de origen biológico pueden sustituir parte del consumo de combustibles fósiles tradicionales. Aplicando las técnicas agrícolas y las estrategias de procesamiento apropiadas, los biocombustibles pueden ofrecer ahorros en las emisiones de al menos el 50%, comparando con combustibles fósiles como el gasóleo o la gasolina (Hernández y Hernández, 2008). Además, los biocombustibles se producen a partir de cultivos agrícolas, que son fuentes renovables de energía.  

Una de las ventajas de los biocombustibles está relacionada con la preservación ambiental, ya que el cambio climático es una de las problemáticas que más afecta al planeta. Por esta razón se han planteado diferentes estrategias para disminuir y mitigar las actividades que dañan el medio ambiente, por lo que el desarrollo de la biotecnología y la implementación de los biocombustibles representan en la actualidad una fuente potencial de energía renovable, siendo una alternativa para sustituir los combustibles fósiles.

Por otra parte, sólo algunos de los proyectos tecnológicos de biocombustibles son viables, ya que es importante evaluar los aspectos ambientales, sociales y económicos del entorno de producción. Una desventaja en la producción de estos combustibles ha sido por ejemplo el alza del precio de los alimentos, la creciente competencia por la tierra y el agua, y la deforestación. Al utilizarse suelo agrario para el cultivo directo de biocombustibles, en lugar de aprovechar exclusivamente los restos de otros cultivos, se ha comenzado a producir un efecto de competencia entre la producción de comida y la de biocombustibles, resultando en el aumento del precio de la primera (Hernández y Hernández, 2008).

Después del surgimiento de estos biocombustibles y el posterior estudio de muchas fuentes de biomasa es importante evaluar los efectos positivos y negativos a nivel ciencia y sociedad que estos ofrecen, el objetivo de este review es establecer un debate sobre estos puntos, así como analizar desde una perspectiva bioética, la producción de biocombustibles.

Definición de biocombustible

Se entiende como biocombustible a cualquier combustible que se obtenga de una fuente de biomasa (Salinas y Gasca, 2009). La biomasa es todo aquel conjunto de elementos que componen la biosfera, estos organismos biológicos, aunque ya no forman parte de un organismo vivo, siguen constituyendo un elemento en el ciclo del carbono. (Pérez, 2016). La biomasa que se emplea para la producción de biocombustibles es variada, algunas de las biomasas más comunes son: maíz, soya, caña de azúcar y aceites vegetales. La biomasa se puede clasificar en 5 categorías (Tabla 1).

Tabla 1. Clasificación y descripción de la biomasa. Fuente: Salinas & Gasca, 2009.

Clasificación de biomasa

Definición

Primaria

Comprende la materia formada de seres fotosintéticos, aquí se incluye la biomasa vegetal, los residuos agrícolas y forestales.

Secundaria

Es la materia fecal o carne de los animales heterótrofos cuya nutrición se basa en biomasa primaria.

Terciaria

Se produce por los seres que se alimentan de biomasa secundaria.

Natural

Es la biomasa producida en ecosistemas silvestres. cerca del 40% de la biomasa en la tierra viene de los océanos.

Residual

Es aquella que se puede obtener de los residuos agrícolas y forestales, así como de las actividades humanas.

Cultivos energéticos

Son aquellos cultivos agrícolas cuya intención sea únicamente el uso para producir biocombustibles.

Para transformar la biomasa en biocombustibles se pueden emplear diversas técnicas como la conversión biológica, fisicoquímica, termoquímica o directa, proceso del cual se pueden obtener, según la técnica empleada, biocombustibles sólidos, líquidos o gaseosos. Los biocombustibles más estudiados y usados son el biogás (gaseoso), el biodiesel y el bioetanol (líquidos) (Pérez, 2016).

Actualmente existen biocombustibles de primera, segunda, tercera y cuarta generación. Los de primera generación son aquellos que se realizan con la parte comestible de la biomasa, así como residuos de aceites comestibles, mediante técnicas tradicionales como la fermentación, transesterificación, y digestión anaerobia, en los biocombustibles de primera generación se obtiene etanol, metanol, n-butanol, el biodiesel y el biogás (Álvarez, 2009). Los biocombustibles de segunda generación se elaboran con residuos agrícolas y forestales ricos en celulosa, tales como el bagazo de la caña de azúcar, el rastrojo de maíz y la paja. El proceso de transformación de este tipo de biomasa es más complicado en comparación con los biocombustibles de primera generación, se requieren técnicas como la sacarificación y fermentación, y el proceso de Fischer-Tropsch, de este tipo de procesos se puede obtener biodiesel (Riba y Rodulfo, 2013), etanol, metanol y 2,5-dimetilfurano (DMF). Los biocombustibles de tercera generación son aquellos elaborados únicamente con biomasa procedente de cultivos energéticos. Por último, los biocombustibles de cuarta generación son aquellos que se producen con bacterias genéticamente modificadas, las cuales son capaces de convertir metabólicamente el CO2 en biocombustibles, con esta técnica se puede producir etanol (Álvarez, 2009).

Los biocombustibles y su relación con el medio ambiente

La problemática ambiental se ha convertido en un objetivo prioritario para todos en el mundo, principalmente por los impactos de la contaminación del medio ambiente y a su vez el cambio climático, que incluye las emisiones de gases con efecto invernadero, derivadas del uso de combustibles fósiles.  Las emisiones de gases de efecto invernadero se han relacionado con el consumo de combustibles fósiles, debido a que la combustión de productos como el carbón, el gas natural y el petróleo generan grandes cantidades de CO2 que se emiten a la atmósfera, afectando el ciclo del carbono.

La producción de biocombustibles cobró popularidad cerca de los últimos años de la década de 1990, esto para intentar mitigar los efectos negativos en la atmósfera derivados del uso y producción de combustibles fósiles (Agüero et al., 2015).

En el año 1997 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), reunió en el protocolo de Kioto la firma de 55 países, México incluido, donde se comprometían a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), esta convención dio lugar al surgimiento de nuevas alternativas “verdes” ante el consumo de recursos fósiles (SEMARNAT, 2016). Sin embargo, durante los años siguientes, los únicos países que lograron reducir las emisiones de GEI en cantidades aceptables o superiores a las establecidas en el protocolo de Kioto, eran aquellos que tenían un mejor nivel de producto interno bruto (Yoomi et al., 2020).

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