Causas De Inidisciplina
rockfred21 de Enero de 2014
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Causas de la Indisciplina y sus consecuencias.
Como ustedes ya deben saber es bueno recalcarlo y digo que la indisciplina dificulta mucho en todos los sentidos en el proceso de Enseñanza o aprendizaje de las alumnos y alumnas en la escuelas primaria, secundaria, superior universitarios y en todos. Son muchas circunstancias que pueden provocar la indisciplina entre los
alumnos y alumnas de un grado especifico entre los que se puede señalar.
• Falta de actividad en el ámbito laboral
• Fácil distracción del estudiante
• Volverse antisocial
• Meterse en problemas constantemente
• Suicidio en el peor de los casos
QUE DEBE HACER UN PROFESOR O TUTOR EN ESTE CASO?
En estos casos el profesor tutor o educador debe pasar hábilmente a una estrategia a otra para salvar la situación e incluso sacarle provecho a la misma.
Por otra parte se puede afirmar que la indisciplina es un factor negativo para el proceso de la enseñanza o aprendizaje ya que debido a la misma se crean conflictos que no permiten que se lleve a cabo el proceso; si no muy por el contrario se pierde el tiempo corrigiendo la situación imposibilitando poder trabajar con el o los contenidos del día perjudicando de hecho a los demás alumnos.
Consecuencias de la indisciplina.- La indisciplina, por el contrario, es la ruina de la educación y anula la enseñanza y los principios religiosos dados al niño. En la clase indisciplinada, las buenas cualidades del niño se debilitan, en cambio sus defectos crecen y se desenvuelven. En la clase indisciplinada no reina la piedad. Así como la semilla arrojada entre espinas queda sofocada por éstas, de igual modo las pasiones que la indisciplina fomenta y nutre destruyen la piedad. En la clase indisciplinada el Maestreo carece de autoridad para consguir que florezca la virtud y de fuerza para impedir y detener el mal. La falta de disciplina escolar entorpece la enseñanza y hasta la hace imposible, porque en la clase indisciplinada no hay silencio, ni orden, ni asiduidad, ni emulación y por consiguiente tampoco hay trabajo ni casi progreso alguno. Los alumnos indisciplinados ni son estudiosos ni aplicados en las tareas escolares, ni están atentos a las lecciones y por lo tanto no pueden ser buenos alumnos.
Descuidar la disciplina es malear la índole del niño, debilitar y enervar su voluntad, abandonarla al capricho, dejarla vacilar entre el bien y el mal, incapacitarla para que jamás tome una resolución firme ni practique virtudes sólidas, ni se fije irrevocablemente en el bien. Descuidar la disciplina es exponer al mayor de los peligros la inocencia de los niños, porque sin disciplina, la virtud carece de sostén, y si el vicio no tiene freno, se propaga rápidamente causando funestos estragos. Descuidar la disciplina es introducir desorden y mal espíritu en la clase; en una palabra, es comprometer la obra entera de la educación.
La disciplina no debería tener connotaciones negativas, como más de uno podría pensar, sino que es, por parte del educador, un recurso importantísimo de metodología pedagógica y, por parte del educando, un deseable fin: la autodisciplina. La disciplina no es la perdida de libertad para cumplir con los deseos de la autoridad. En realidad es un medio para potenciar el aprendizaje y para hacernos realmente libres pues, aquel que tiene autodisciplina, se puede liberar de esclavitudes como el capricho, la pereza o el conformismo; a la vez puede valerse de esta (la disciplina) para potenciar al máximo sus propios recursos; tiene en su mano un poder de valor incalculable: hacer lo que se propone, cumplir sus ilusiones, ir en busca de sus deseos y, este camino, desde luego, hace de la persona un ser satisfecho de sí mismo, más feliz.
De esta manera tenemos dos formas de entender la disciplina: la primera es el recurso que puede aplicar el educador y que permite hacer más provechoso el aprendizaje del alumno en su periodo formativo (desde Primaria hasta donde tenga la fortuna de llegar) y la segunda la asimilación, de la propia disciplina, por parte del alumno, que la podemos llamar “autodisciplina”. Hablemos de la primera forma: la disciplina aplicada por el educador.
La falta de disciplina generalizada en el ámbito académico ha convertido (literalmente) al aula en un campo de batalla.
¿Qué es la disciplina aplicada por el educador?
Tal vez, lo primero, sería aclarar que “educador” es aquella persona (significativa en la educación del alumno) que, a través de su comportamiento (incluido lo que dice), transforma la experiencia de otra persona, la guía y la orienta. Así, un educador no solo es el maestro o el profesor sino también lo son en gran medida los padres y/o tutores del alumno; dejaremos otras influencias en la formación del alumno para otra ocasión (amigos, TV, etc.). Son, entonces, estas dos instituciones (educadores públicos y padres) los encargados de aplicar la disciplina como parte indispensable de la educación de nuestros hijos.
Aplicar la disciplina es, en líneas generales, proponer unos objetivos (límites mínimos) que hay que cumplir (por convención, necesidad o por ley); luego marcar una serie de normas para su consecución y, a la vez, hacer una supervisión de su cumplimiento. Algunos ejemplos de disciplina son las normas que se ponen en casa (a la hora de comer, de llegar a casa, de horario de estudio, de ducharse o hacerse la cama, etc.), valga como ejemplo el caso siguiente: 1- (Límite/objetivo): que nuestro hijo tenga un hábito responsable sobre el horario de salidas, de dormir y levantarse temprano; 2- (Normas): Antes de las 20:30 hay que estar en casa; 3- (Supervisión) –aquí es donde se comete la mayor parte de errores-: aplicar consecuencias lógicas por incumplimiento de la norma o premiar, si es el caso, su cumplimiento.
Otro ejemplo de aplicación de disciplina es el cumplimiento de las normas de comportamiento (en su mayoría implícitas) que han de darse dentro de un aula. Hablemos de esta última.
Las diferentes instituciones no llegan a un acuerdo sobre cómo orientar el sistema educativo y parece que nadie asume el papel que le toca. La victima: el jóven.
¿Por qué hay indisciplina en el aula?
Las causas podrían pensarse que son complejas pero, créanme, la educación que han recibido en sus hogares, añadiendo la falta de consecuencias lógicas (negativas claro) para el alumno cuando supera los límites del civismo y (en el aula) los limitados recursos de los que dispone el profesor para resolver estos conflictos, son las causas por las que se mantendrá el problema de la indisciplina.
Actualmente hay mucha confusión y desconocimiento acerca del tema de la disciplina. Por una parte, todos estamos de acuerdo en que la disciplina se ha perdido en gran medida en nuestros jóvenes y que sería deseable aplicarla frecuentemente y con convicción. Pero, por otra parte, todos evitan llevar esto a cabo: los padres dicen que eso es cosa de los profesores y estos que es cosa de los padres. Entonces, todos se unen para echar las culpas al Gobierno del Estado, por sus nefastas leyes educativas… y así, pues, va pasando el tiempo y nuestros jóvenes crecen en el más absoluto caos hedonista y superfluo (“en río revuelto…”). Convertidos en unos caprichosos maleducados, inmaduros e irresponsables, vampiros de los derechos e ignorantes de los deberes. Así es.
Todos piensan más en sus propios intereses que en la propia educación. Educar necesita de muchos recursos e implicación. ¿Aceptará cada parte su responsabilidad o seguiremos lanzando balones fuera?
¡Sálvese quien pueda!
Y que bien se siente uno echándoles la culpa de todo a los jóvenes. Pero no nos engañemos: los irresponsables son quienes, viendo esto, no hacen nada por arreglarlo. Los jóvenes son lo que hemos hecho de ellos, queramos admitirlo o no. Y no es que esa fuera nuestra intención, no. Nosotros no hacemos las leyes, ni los animamos a levantar la voz al profesor en clase, ni programamos lo que se proyecta por la televisión… pero si los que, poniéndonos mil excusas, los dejamos solos para luego quejarnos de ellos. La dejadez y el desinterés, el egoísmo, el “arréglatelas tú”, el “yo voy a lo mío”, el “no es mi responsabilidad” o “no tengo tiempo”, el “es tu deber”, etc.… eso es lo que ellos han aprendido de nosotros, los “responsables” de su educación. Y somos incapaces de reconocernos en ellos porque eso es demasiado duro. Estos jóvenes han aprendido bien y, como es natural, nos han superado con creces, como nosotros nos superamos generación tras generación. Lo fácil que es ver la paja en el ojo ajeno…
Diría algo más: aplicar la disciplina en la educación es muy difícil, por eso nadie se quiere hacer cargo. Se necesita de una formación específica, no especialmente larga ni complicada pero que pocos tienen. Por esto considero fundamental la formación de los educadores (padres y profesores) en este recurso pedagógico (la disciplina) y su inclusión en la Ley Orgánica de Educación como pilar de la metodología pedagógica. Si nadie se mueve que nadie se queje. Los que podemos hacer algo miramos hacia otro lado o buscamos alguien indefenso a quien echar la culpa.
Que cada cuál se haga cargo de su deber como educador, con aviso especial para los padres.
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