Ciencia Con Conciencia
vivianacontrera20 de Mayo de 2015
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Jose Serrano: Edgar Morin, Ciencia con consciencia
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Edgar Morin, Ciencia con consciencia,Pensamiento crítico/Pensamiento utópico, Col. dirigida por José Ma. Ortega, Barcelona, Anthropos, Editorial del hombre, 1984, 376 pp. ISBN: 84-85887-34-4.
Una teoría no es el conocimiento; permite el conocimiento. Una teoría no es una llegada; es la posibilidad de una partida. Una teoría no es una solución, es la posibilidad de tratar un problema. Dicho de otro modo, una teoría sólo cumple su papel cognitivo, sólo adquiere vida con el pleno empleo de la actividad mental del sujeto. Y es esta intervención del sujeto, la que le confiere al término de 'método' su papel indispensable.
E. Morin
Está de más presentar a Edgar Morin. Desde hace tiempo conozco la mayor parte de sus obras. Recientemente llegó a mis manos El Método I y El Método II y Ciencia con consciencia, libro que forma parte de la colección que dirige José Ma. Ortega. Para más de alguno este libro de Morin ha sido un --¿pequeño?-- desengaño. En efecto, no es propiamente un libro más que por el formato. En realidad se trata de una serie de artículos ya publicados, conferencias y ponencias en total veinte.
Los textos compilados no tienen la unidad de una obra, de un libro; pero tampoco se puede decir que simplemente se trata de unos cuantos artículos, uno al lado de otro. En todos existe la misma preocupación: reformar la nueva visión que tenemos actualmente de la ciencia. En efecto, estos textos, precedidos por un prefacio de Morin, recogen sus principales ideas sobre la Investigación científica en general. Y quizá la idea central podría resumirse en la célebre frase de Adorno: "la totalidad es la novedad".
Puede ser, sin embargo, que para otros lectores una simple compilación de artículos y conferencias se considere superior a un libro. La ligereza de los artículos y las ponencias, cuando están bien realizados, y la brevedad --pues resumen admirablemente tres o cuatro ideas-- son muy apreciadas por un considerable número de lectores.
En el prefacio "Señas e identidad" el autor aclara su posición y responde a una serie de objeciones y criticas que se le han hecho por ser --según sus críticos--, junto con otros escritores, "un ultrajante glorificador del azar". En su defensa Morin recurre a una idea que ya Popper había descubierto: que la objetividad de la ciencia, así como el rigor de las teorías científicas no es una cuestión individual, propia de los hombres de ciencia, sino una cuestión social que es resultado de su crítica mutua, de la división del trabajo amistosohostil entre científicos, de su colaboración, tanto como de su rivalidad. Ya quisieran muchos de sus Críticos --continúa Morin-- disponer de la cualidad perceptiva, descriptiva, analítica, de un Proust o de un Musil ¡sólo literatos! En efecto, un gran escritor sabe ver porque sabe pensar, y sabe pensar porque sabe ver.
Los trabajos de Morin han sido "distribuidos" en tres partes. La distribución de los textos no es tan afortunada como suele serio, por ejemplo, el orden de los capítulos de un libro. La primera parte de esta compilación "Ciencia con consciencia" agrupa cinco textos. Las ideas mas importantes de esta primera parte tienen un objetivo: despertar la conciencia de los investigadores. Según Morin, las ciencias humanas no tienen conciencia de los aspectos fisicos y biológicos de los fenómenos humanos. Las ciencias naturales no están conscientes de pertenecer a una cultura, a una sociedad, a una historia. Las ciencias no están conscientes de los principios ocultos que la determinan. Las ciencias no están conscientes de que les falta conciencia. Sin embargo, hay muchas razones para que surja una ciencia con conciencia. Ha llegado el momento de estar consciente de la complejidad de la realidad --fisica, biológica, social, política-- y de la realidad de la complejidad. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que una ciencia carente de reflexión y una filosofía puramente especulativa son insuficientes. Una conciencia sin ciencia y una ciencia sin conciencia están mutiladas y son mutilantes.
Esta falta de conciencia de la ciencia es fundamental, en el sentido estricto del término, y también lo es en el sentido externo de cada ciencia. Conocemos, cada vez con mayor certidumbre, la composición física y química de nuestro universo, las leyes de interacción que lo rigen; conocemos nuestro lugar en este universo f isico --estamos en el tercer planeta de un pequeño astro en una galaxia de extrarradio--; cada vez conocemos mejor la organización de nuestro sol; sabemos situarnos cada vez con mayor precisión en la evolución que ha hecho que una rama primática, a través de una evolución muy diversa, haya producido diferentes especies homínidas, entre ellas, finalmente, la de homo sapiens. "Pero, al mismo tiempo que hemos adquirido estas certidumbres, hemos perdido algunas certidumbres antiguas, algunas pseudocertidumbres, y hemos ganado una incertidumbre fundamental: hemos dejado de creernos en el seno de un Universo fijo y eterno, no sabemos de dónde procede nuestro Universo, no sabemos a dónde va, no sabemos por qué nació. Ahora sabemos que la vida se organiza en función de un código genético que se encuentra en el ácido desoxirribonucleico. Pero, ¿de dónde ha nacido esta información codificada? ¿Cómo se ha producido? ¿Cuál es el sentido de la evolución, si es que lo tiene?, ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia; ¿Y cuál es la naturaleza del espíritu con que pensamos todo esto; dicho de otro modo: al mismo tiempo que un progreso de los conocimientos, hay un progreso de las incertidumbres, y diría que incluso un progreso de la ignorancia" (p. 71).
Morin repara también en la importancia de disciplinas recientes que muchos científicos no han querido incorporar todavía a su saber, porque son víctimas de generalizaciones banales, arbitrarias y, sobre todo, falsas. Así, por ejemplo: "la importancia de la teoría de la información y de la cibernética puede ser de una gran fecundidad para las ciencias sociales, como lo testimonia la obra de Abraham Moles" (p. 80). "Así, al hacerla compleja, la cibernética ha restaurado científicamente la idea de finalidad; ha restaurado la idea de totalidad, no en el sentido global, dífuso, vago o imperialista, sino en el sentido de organización de un todo que no se reduce a la suma de sus partes: ha enriquecido la causalidad con las ideas de retroacción negativa y positiva. Este es un fecundo aspecto de la cibernética, pero es evidente que en otro ha servido para reducir lo social, lo humano, lo biológico, a la lógica unidimensional de las máquinas artificiales". (pp. 80-81).
Morin añade que el problema se agrava cuando los científicos no cobran conciencia de que la forma de hacer ciencia a la manera clásica, racionalista y reductora, ha conducido a impassesextremadamente peligrosos. Apreciemos que, en efecto, ta forma clásica de hacer ciencia se encuentra inerme:
La pregunta ¿qué es la ciencia? no tiene respuesta científica. El último descubrimiento de la epistemología anglosajona es que lo científico es, lo reconocido como tal por la mayoría de los científicos. Es decir, que no existe ningún método objetivo para considerar a la ciencia como objeto de la ciencia y al científico como sujeto.
La dificultad de conocer científicamente a la ciencia se ve aumentada por el carácter paradójico de esté conocimiento:
--progreso inaudito de los conocimientos, correlativo a un progreso increíble de la ignorancia;
--progreso de los aspectos benéficos del conocimiento científico, correlativo al progreso de sus caracteres nocivos y mortíferos;
--progreso creciente de los poderes de la ciencia, e impotencia creciente de los científicos en la sociedad respecto a esos mismos poderes de la ciencia.
El poder está fragmentado a nivel de la investigación, pero está reconcentrado y engranado a nivel político y económico.
La progresión de las ciencias de la naturaleza lleva consigo regresiones que afectan al problema de la sociedad y el hombre.
Además, la hiperespecialización de los saberes disciplinares ha fragmentado el saber científico (que sólo puede estar unificado ya a niveles de formalización muy alta y abstracta), incluidas en él, sobre todo las ciencias antroposociales, que tienen todos los vicios de la superespecialización, sin tener sus ventajas. Así, todos los conceptos morales que se aplican a diversas disciplinas son triturados o lacerados entre estas disciplinasy no son reconstituidos en absoluto por tentativas interdisciplinares. Resulta imposible pensar científicamente al individuo, al hombre, a la sociedad. Algunos científicos han acabado por creer que su impotencia para pensar estos conceptos probaba que las ideas de individuo, de hombre, de vida, eran ingenuas e ilusorias, y han promulgado su liquidación. ¿Cómo concebir, entonces, la responsabilidad del hombre respecto de la sociedad y la de la sociedad respecto del hombre cuando ya no hay hombre ni sociedad? (pp. 89-90).
La segunda parte "Los ingredientes de la complejidad" reúne diez textos. El título es el mas afortunado de los tres. En esta segunda parte se analizan cuidadosamente y con gran euforia todo aquello que en la ciencia clásica --según Morin-- ha sido orillado, desdeñado o, a lo sumo, tolerado: "desorden", " ruido", "indeterminismos", "azar". No hay que olvidar que
Los descubrimientos más admirables del pensamiento científico han sido formulaciones de algoritmos. Pero, ¿no podemos
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