EL FALSO YO
rubicita011 de Diciembre de 2013
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EL FALSO YO
Todos los seres humanos nacen en estado de unidad. Pero a medida que el niño crece, el ego se fortalece y pasa a predominar sobre su verdadera naturaleza, el ser divino que ha encarnado en un cuerpo físico.
A partir de ahí empiezan a coexistir dentro de este ser dos yo: el falso y el verdadero. El falso tiene su utilidad para que él pueda ejercer un papel en el mundo material. Una personalidad exterior se hace necesaria para que podamos realizar las tareas inherentes a nuestra misión kármica.
La dualidad, que es inherente a este mundo y se manifiesta en opuestos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el placer y el dolor, está también interiorizada en nosotros. Cada ser encarnado tiene desafíos que enfrentar en su camino evolutivo; pese a ello, el potencial supremo, la realización total está allí, presente todo el tiempo.
El problema es que el ego, o falso yo, que se manifiesta a través de la mente y de sus diferentes expresiones, tales como los pensamientos, las emociones y las sensaciones, llega a ser de tal forma predominante, que olvidamos totalmente nuestro yo verdadero.
Pasamos entonces a creer plenamente que aquella máscara, que utilizamos en el día-a-día para afrontar las batallas del mundo exterior, constituye nuestro verdadero yo. El primer paso en el camino de la auto-transformación es ir hacia adentro, refugiarse en el mundo interior durante algunos minutos diariamente, pues este ejercicio nos tornará cada vez más conscientes de nuestro verdadero yo.
Solamente esa conciencia nos permitirá percibir cuándo el falso yo está actuando y cómo viene él dominándonos a lo largo de toda la vida. Cuanto más identificados con la mente permanezcamos, más creeremos que somos el falso yo que ella nos impone a través del orgullo, de la vanidad, del deseo de poder.
La mente es una herramienta muy útil cuando puesta a servicio de nuestro yo divino. Pero es extremadamente dañina cuando sirve apenas al falso yo, pues nos impide tener acceso a toda la riqueza que existe en nuestro interior.
Silenciar la mente y su torbellino de pensamientos y deseos es la única forma de convertirnos en agentes de nuestras vidas, y liberarnos de la esclavitud que la mente nos impone. Y para silenciarla no hay más que un camino: aquietarse y observar.
Al observar la mente, sin formar juicio alguno, simplemente percibiendo los innumerables pensamientos que pasan por ella a cada segundo, vamos arrojando luz sobre las falsas creencias que habitan nuestro interior y podemos, de ese modo, descubrir dónde se originan nuestros miedos y angustias, y toda la negatividad que nos impide vislumbrar la luz y la felicidad que se esconde en nosotros.
La operación que ejecuta la falsa imagen es posible gracias a que el yo real se retira de la situación de interacción con otro y permanece como observador, mientras que el propio cuerpo – con una falsa imagen- se relaciona con el otro ser.
El falso yo ejecuta la interacción artificial con el fin de lograr el éxito propuesto por el yo real
“El objetivo de crear una falsa imagen del yo, es proteger al yo real. El real obviamente se sofoca al ir el ser humano escondiéndolo cada vez más. El ambiente se torna cada vez más irreal. Nos atormenta nuestra falsedad, nuestra representación de roles, nuestro huir del intento de llegar a ser lo que realmente somos o podríamos ser. A medida que aumenta la culpa, silenciamos las voces en caminos alternativos. Cuando se acaban los caminos alternativos quedamos aterrorizados por nuestra propia traición.
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