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EL HOMBRE MEDIOCRE


Enviado por   •  3 de Abril de 2014  •  1.789 Palabras (8 Páginas)  •  252 Visitas

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El Hombre Mediocre

Nos muestra varias clases de hombres, en donde podemos ver como es su psicología, su moral, el entorno en donde surgen, etc. En este logramos identificar características que van ligadas con la creencia de que exista un Dios que tiene el poder y la potestad de ver todo lo que estemos realizando sea bueno o sea malo; el hombre esta bajo este poder absoluto, es la voluntad de Dios sobre la voluntad humana. Todo lo posible todo lo permitido está regido por la Omnipotencia de Dios. Uno de los hombres que se caracteriza con Dios es el hombre Genio, este tiene en su mentalidad dar todo de si, sin importarle cuanto pueda costarle o cuanto tiempo le lleve lograr lo que se proponga o le digan, pero de que lo hace lo hace no por obligación, sino por amor y con excelencia así como Dios lo hace y lo ha hecho desde hace siglos.

Los ideales pueden no ser verdaderos; son creencias. Su fuerza estriba en sus elementos efectivos: influyen sobre nuestra conducta en la medida en que lo creemos. Por eso, la representación abstracta de las variaciones futuras adquiere un valor moral: las más provechosas a la especie son concebidas como perfeccionamientos. El futuro se identifica con lo perfecto. Mientras que la instrucción se limitará a extender las nociones que la experiencia actual considera más exactas, la educación consiste en sugerir los ideales que se presumen propicios a la perfección. Estos hombres, predispuestos a emanciparse de su rebaño, buscando alguna perfección más allá de lo actual, son los “idealistas”. La unidad del género no depende del contenido intrínseco de sus ideales sino su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras más contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afán de perfeccionamiento. Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad: soñadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apáticos, generosos contra los calculistas, indisciplinado contra los dogmáticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo. Lo poco que pueden todos depende de lo mucho que algunos anhelan. Cuando los pueblos se domestican y callan, los grandes forjadores de ideales levantan su voz. Una ciencia, un arte, un país, una raza, estremecido por su eco, pueden salir de su cauce habitual. La desigualdad humana no es un descubrimiento moderno. Hay hombres mentalmente inferiores al término medio de su raza, de su tiempo y de su clase social; también los hay superiores. Entre unos y otros fluctúa una gran masa imposible de caracterizar por inferioridades o excelencias. Su existencia es, sin embargo, natural y necesaria. En todo lo que ofrece grados hay mediocridad; en la escala de la inteligencia humana ella representa el claroscuro entre el talento y la estulticia. Las personas tienden a confundir el sentido común con el buen sentido. El sentido común es colectivo, eminentemente retrogrado y dogmatista; el buen sentido es individual, siempre innovador y libertario. La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás; en muchos hombres ese punto es simplemente imaginario. Por ese motivo al clasificar los caracteres humanos se ha comprendido la necesidad de separar a los que carecen de rasgos característicos: productos adventicios del medio, de las circunstancias de la educación que se les suministra, de las personas que los tutelan, de las cosas que los rodean. Muchos nacen; pocos viven. Los hombres sin personalidad son innumerables y vegetan moldeados por el medio, como cera fundida en el cuño social. Si hubiera de tenerse en cuenta la buena opinión que todos los hombres tienen de si mismos, seria imposible discurrir de los que se caracterizan por la ausencia de personalidad. Lo habitual no es el genio ni el idiota, no es el talento ni el imbécil. Cualquier ideal es perfectible, tal como lo es la naturaleza; el instrumento que permite la formación de los ideales es la imaginación, la cual es una visión anticipada de los resultados posibles. La imaginación tiene como atributos la plasticidad y que nunca descansa. Al combinarse la imaginación y la libertad nos genera un ideal. Por lo tanto, los idealistas son individualistas y siempre reclamarán su libertad. Sin embargo, los ideales se sustentan en la experiencia, que es lo que permite su transformación en función de la vida social, ya que con las variaciones de la realidad el punto de referencia se desplaza. Y lo más importante, la experiencia los legitimiza a través de los resultados que se obtengan. Los ideales son creencias que influyen en nuestra conducta en la medida en que las creemos. Éstos pueden tener una parte de error o serlo totalmente, ya que es una visión remota e inexacta.

Los ideales pueden ser individuales, que son los más comunes, pero también hay ideales colectivos, que son cuando coinciden muchos individuos en mismo afán de perfección y análoga maneras de sentir y de pensar. Los objetivos de un ideal pueden no alcanzarse, pero éstos se convierten en estímulos para replantearlos o transformar el ideal. El hombre que nos rodea a millares,

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