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El Hombre Mediocre


Enviado por   •  12 de Marzo de 2014  •  2.999 Palabras (12 Páginas)  •  422 Visitas

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José Ingenieros basa su obra en el análisis de dos tipos de hombre que existen en la sociedad actual: el mediocre y el idealista.

Nos explica los rasgos característicos de cada uno, diferenciándolos simultáneamente.

El autor devela la clara imagen del hombre mediocre moderno para que podamos encontrarlo dentro de nuestro ámbito cotidiano y a si logremos evitar convertirnos en uno de ellos.

Comienza su investigación con una introducción de carácter filosófica, en donde divide a los hombres entre mediocres e idealistas; éstos últimos a su vez se subdividen en idealistas románticos y estoicos.

Los seres cuya imaginación se llena de ideales y su sentimiento atrae hacia ellos la personalidad entera son los IDEALISTAS. El ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección. Gracias a ellos se producen los procesos evolutivos, ya que están constantemente en busca de la perfección; cada ideal es un pensamiento y como todos sabemos estos varían incesantemente, es ese el proceso que lleva a la sociedad a su evolución. Por ende podemos decir que la vida tiende naturalmente a perfeccionarse. A medida que adquirimos más experiencia, observando la realidad, los ideales son modificados por la imaginación, que es plástica y no reposa jamás.

Los ideales son, por ende, reconstrucciones imaginativas de la realidad que sobreviene. Un ideal colectivo es la coincidencia de muchos individuos en un mismo afán de perfección. Todo ideal es una fe en la posibilidad misma de la perfección. Hay tantos idealismos como ideales; y tantos ideales como hombres aptos para concebir perfecciones y capaces de vivir hacia ellas. La experiencia, solo ella, decide sobre la legitimidad de los ideales, en cada tiempo y lugar. Sin ideales seria inexplicable la evolución humana. Los hubo y los habrá siempre.

Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad. Todo idealista posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo bueno y lo malo que observa, y lo mejor que imagina, sin este tipo de ideales sería inconcebible el progreso. Todo porvenir ha sido producto de la creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en una infinita sucesión de ideales.

Se distinguen dos tipos de idealistas, según predomine en ellos el corazón o el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental son encaminados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales se tornan reflexivos y serenos. Corresponde cada uno de ellos a una etapa diferente de la vida de los hombres: el primero a la juventud y otro a la madurez, aquel es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, resiste, vence. Las rebeldías románticas son subsanadas por la experiencia. Los romanticismos no resisten a la experiencia crítica: si duran hasta pasados los límites de la juventud, su energía no equivale a su eficiencia. El idealista estoico se mantiene hostil a su medio, lo mismo que el romántico. Su actitud es de total resistencia a la mediocridad.

Luego de desarrollar el concepto del hombre idealista, nos explica que dentro de la misma sociedad en la que aquellos se mueven, conviven con seres que son sus antagónicos en todo sentido: los mediocres; Explica que todos somos diferentes y por lo tanto no es malo admitir que hay hombres mentalmente inferiores al término medio de su raza, de su tiempo y de su clase social, como también los hay superiores. Entre unos y otros interactúa una gran masa imposible de caracterizar por inferioridades o excelencias. Su existencia es, sin embargo, natural y necesaria.

Define al mediocre como un ser moldeado por el medio, por la sociedad en que vive, sin ideales de perfección propios ni individualidad, careciendo totalmente de originalidad:

“El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. El hombre superior es un accidente provechoso para la evolución humana. Es original e imaginativo, desadaptándose del medio en la medida de su propia variación.”

“La psicología de los hombres mediocres se caracteriza por un riesgo común la incapacidad de concebir una perfección, de formarse un ideal. Son rutinarios, honestos y mansos; piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena hipocresía moral y ajustan su carácter a las domesticidades convencionales.” Pero a su vez destaca la necesidad de la existencia de ambos extremos humanos, ya que considera que el progreso humano es la resultante de ese contraste perpetuo entre masas inertes y energías propulsoras. Es más contagiosa la mediocridad que el talento, afirma José. Mientras que el mediocre se estanca, no persigue la perfección ni el cambio sino que permanece inmóvil, escondido en la sombra imitando a los demás por el miedo a la crítica de los otros, el idealista es original, persigue sus metas sin que lo frene la opinión negativa de los que lo rodean, lucha contra los dogmas inculcados en la mente de la generalidad y así logra prosperar, conseguir la gloria y avanzar en la historia.

Su impotencia para asimilar ideas nuevas los conduce a frecuentar las antiguas porque la rutina es el hábito de renunciar a pensar. Los hombres rutinarios desconfían de su imaginación. En toda idea nueva presienten un peligro; si les dijeran que sus prejuicios son ideas nuevas, llegarían a creer los peligrosos. En todo lo que no hay prejuicios definitivamente consolidados, los rutinarios carecen de opinión. El hombre rutinario no puede razonar por sí mismo, viven de una vida que no es vivir, son inmunes a la pasión de la verdad, supremo ideal a que sacrifican su vida pensadores y filósofos, no caben impulsos de perfección. Detestan a los que no pueden igualar, como si con solo existir los ofendieran. Los mediocres son cobardes, están más inclinados a la hipocresía que al odio. El que puede gritar cara a cara una injuria, no es un maldiciente sino un irónico. La ironía es la perfección del ingenio, una convergencia de intención y de sonrisa, aguda en la oportunidad y justa en la medida; es un cronometro, no anda mucho sino con precisión. Eso lo ignora el mediocre. Por ello Ingenieros opina que en aquellos la cabeza es solo un adorno del cuerpo.

Capítulo III

Prosigue el autor con su estudio social y habla acerca del instrumento que utilizan estos individuos faltos de gloria para defenderse de los superiores: la hipocresía;

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