Economía Abierta
coccolino26 de Enero de 2013
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INTRODUCCION
El objetivo de la estabilidad de los precios podríamos situarlo desde muy antiguo, aunque, como los otros objetivos de la política económica, su aparición en los programas económicos gubernamentales data de los últimos decenios.
La evolución de los precios ha tenido tradicionalmente un comportamiento cíclico: unas veces, como consecuencia –fundamentalmente- de los períodos de escasez derivados de las guerras, los precios subían y provocaban inflación, y otras, durante los períodos de recesión, el nivel de los precios tendía a estabilizarse o a bajar.
Dado que hasta la mitad del siglo XX el principal problema económico había sido el desempleo, la historia de la política macroeconómica moderna, que arranca de J.M. Keynes, centró su atención en el problema del empleo. La deflación vivida en la década de los treinta no hacía presagiar un fenómeno inflacionario permanente. Con esta perspectiva, los gobiernos de muchos países encontraron la excusa para ser generosos a la hora de imprimir dinero, de forma que los precios tendieron a subir casi ininterrumpidamente desde la Gran Depresión de los años treinta. Hacia finales de los sesenta, la inflación aumentó en numerosos países occidentales, como consecuencia de una etapa previa de fuerte crecimiento económico. Pero es en la década de los setenta y sobre todo a partir de los shocks energéticos de 1973-1974, cuando la lucha antiinflacionista se convirtió en un objetivo de primera magnitud de la política económica al alcanzar muchos países industrializados tasas de inflación de dos dígitos.
LA ESTABILIDAD DE PRECIOS: CONCEPTOS RELEVANTES, CUANTIFICACION Y PREVISION
¿Qué entendemos por estabilidad de precios?
La estabilidad de precios constituye uno de los componentes básicos de la estabilidad económica de un país, en el sentido de que es el resultado de un comportamiento equilibrado de la economía. Si ésta crece armónicamente es difícil que aparezcan tensiones en los precios. El caso contrario suele reflejar, casi siempre, desajustes entre la Demanda y la Oferta agregadas.
La estabilidad de precios representa pues la falta de variaciones importantes en los precios de una economía, y por tanto, la permanencia del nivel general de precios en el tiempo. En consecuencia, para definir si existe o no estabilidad de precios es necesario elegir un determinado indicador de precios y compararlo con su evolución en el pasado, para calificar si sus variaciones son o no importantes. No obstante, la medición de estabilidad en los precios tiene un marcado carácter relativo: depende del indicador elegido, del período que se tome como referencia y, finalmente, del propio país analizado .
En cualquier caso, el concepto que se contrapone al de estabilidad de precios es el de inflación (lo contrario de desinflación) , siendo, además, desde esta óptica negativa como normalmente se clarifica este importante objetivo de la política económica.
¿Qué entendemos por inflación?
La mayoría de los autores coinciden en definir a la inflación como un aumento del nivel general de precios. Este hecho debe reunir dos características básicas: por una parte, que dicho aumento sea sostenido, eliminando así los incrementos circunstanciales o coyunturales (por ejemplo por una mala cosecha), y por otra parte, que, como consecuencia del mismo, se produzca una disminución del poder adquisitivo del dinero.
No obstante, el fenómeno producido no siempre tiene que ser el inflacionario. A lo largo de la historia han existido algunas deflaciones (las últimas en 1890 y 1929); es decir, períodos de depresión en los que los niveles de los precios caían, asimismo, de forma generalizada. La construcción de sistemas económicos con un notable peso del sector público y la aplicación de políticas económicas activas contra las depresiones profundas han permitido que la última gran deflación internacional vivida fuera – precisamente- la de la década de los años treinta, tras la Gran Depresión iniciada en 1929. Aunque en las dos últimas décadas algunos países occidentales –Japón, Alemania e incluso España- han registrado deflaciones ligeras durante períodos bastante cortos.
Tampoco debe confundirse el término anterior con otro, el de desinflación, que trata de reflejar los fenómenos de reducción de las altas tasas de inflación, que se produjeron en los años posteriores a la crisis iniciada a finales de 1973.
Por su parte, la tasa de inflación puede definirse como el porcentaje de variación del nivel general de los precios entre dos períodos consecutivos, es decir:
Tasa de inflación (momento t)= (Nivel de precios (momento t) – Nivel de precios (momento t-1)) / Nivel general de precios (momento t-1) x 100
El nivel general de precios está normalmente referido a una media ponderada de los precios de todos los bienes y servicios que se intercambian en una economía. Por tanto, se trata de un promedio. No todos los precios suben o lo hacen en la misma cuantía. De hecho, las variaciones en los precios relativos es la fuente de información necesaria para que los agentes económicos tomen correctamente sus decisiones y el sistema económico tienda hacia una situación de equilibrio: sería una percepción errónea pensar que existe inflación porque observamos que algunos precios han subido a lo largo del tiempo. Para que exista inflación es necesario que esa subida no se vea compensada por la bajada de los precios de otros bienes y servicios. Es decir, el aumento del nivel general de precios debe ser notable y persistente.
Esto nos lleva a la necesidad de establecer procedimientos para poder medir adecuadamente el nivel general de los precios y luego poder establecer comparaciones a través de las tasas de variación de la inflación.
La medición de la inflación
Los indicadores más utilizados como medidores de los fenómenos inflacionarios son los índices de precios de consumo, los de precios al por mayor y el deflactor de PIB.
El índice de precios de consumo (IPC) mide las variaciones de precios al por menor e una serie de artículos escogidos (cesta de la compra), ponderando según su importancia en el consumo de una familia media representativa en un año concreto, que se toma como base. La prontitud de su disponibilidad –en torno a dos semanas de retraso respecto al mes de referencia- lo sitúa como el indicador más utilizado de la inflación en la mayoría de los países.
Algunos países construyen también índices de precios al por mayor, que tienen unas características técnicas similares al IPC, pero miden las variaciones de los precios de producción –ventas mayoristas- de un conjunto de bienes, por lo general agrícolas e industriales, que se consideran como representativos de una estructura productiva concreta. Como indicadores de la inflación, éstos presentan, pues, un carácter más limitado que el IPC, dado que no recogen todos los productos que se negocian en el mercado.
Por su parte, el deflactor del PIB mide las variaciones de los precios de todos los componentes que integran dicha macromagnitud. Es decir, recoge la evolución de los precios de todos los bienes y servicios que, según las definiciones de la Contabilidad Nacional, se comercian en una economía. A partir de la información que proporciona, se obtiene la denominada variación anual de precios implícitos, de acuerdo con la expresión:
[(Deflactor (año t)/Deflactor (año t-1)) x 100]-100
Que puede considerarse como representativa de la variación de los precios de todos los componentes del PIB (consumo privado, inversión, consumo público y exportaciones netas).
En términos comparativos con los otros indicadores mencionados, tiene la ventaja de su amplia cobertura, además de poder recoger, para cada período, la introducción de nuevos productos y/o servicios. No obstante, su periodicidad anula -en buena medida- sus reconocidas ventajas como indicador de la evolución de los precios, particularmente desde la óptica de los policy makers, que precisan una información más rápida y en un período de tiempo más corto (mensual).
La previsión de la inflación. La inflación subyacente
La persistencia del fenómeno inflacionario, durante las últimas décadas, ha propiciado la búsqueda de indicadores que permitan conocer la evolución previsible del nivel de precios. La estimación de la denominada inflación subyacente puede constituir una aproximación aceptable frente a esta tarea. Como su propio nombre indica, se trata de la inflación que subyace de forma tendencial, mientras que no cambien radicalmente las condiciones de la economía. Por tanto, sería aquella parte del nivel general de los precios que puede considerarse como más representativa del comportamiento de los precios a largo plazo.
Las variaciones de la tasa de inflación pueden estar – veces- condicionadas por las oscilaciones coyunturales de algunos precios, y por tanto parece interesante conocer la evolución del núcleo de precios no sometido a esas posibles variaciones erráticas y/u ocasionales. Desde ese punto de vista, es un indicador que nos permite conocer la eficacia de las medidas antiinflacionistas y la verdadera tendencia de la inflación.
La explicación de este hecho hay que centrarla en las expectativas generadas. En un mundo donde los agentes económicos se han acostumbrado a convivir con ciertos niveles de inflación, dichas expectativas permiten incorporar a los contratos la tasa de aumento de los precios esperada, alcanzándose un equilibrio en el que la evolución prevista de los precios se incorpora al sistema económico, dotando al proceso inflacionario de una inercia; es decir, de un comportamiento
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