Educacion Ambiental Y La Transversalidad
jiyo_648 de Marzo de 2014
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Durante mucho tiempo, la institución escolar, nacida bajo la inspiración de las ideas de
la Ilustración se ha limitado casi únicamente a transmitir los saberes fundamentalmente
científicos o técnicos que necesitan los individuos para desempeñar las funciones que demanda
la sociedad, es decir, básicamente para hacer posible su inserción en el mundo laboral. La
transmisión de la cultura, los valores y las destrezas necesarias para desenvolverse
adecuadamente en la vida cotidiana y, en general, dentro de la sociedad, quedaba así librada a la
intervención de la familia, la Iglesia y en general el entorno social (dentro del que actualmente
cobran especial relevancia los medios de comunicación masiva).
Dentro del ámbito académico, el “endiosamiento” vigente hasta el momento de los
contenidos científicos o técnicos ha tenido consecuencias bastante negativas tanto para el
individuo como para la colectividad, ya que: “Un individuo, que sólo domina habilidades
técnicas y carece de la humanidad suficiente como para saber situarse en la historia, como para
apreciar la creación artística, como para reflexionar sobre su vida personal y social, como para
asumirla desde dentro con coraje, es, por decirlo con Ortega, ese ‘hombre masa’ totalmente
incapaz de diseñar proyectos de futuro, y que siempre corre el riesgo de dejarse domesticar
por cualquiera que le someta con una ideología. Y, por otra parte, habrá perdido la posibilidad
de gozar de la lectura, la música, las artes plásticas y todas esas creaciones propias del homo
sapiens, más que del homo faber” (CORTINA, A.: 1994, 21).
En consecuencia, la crítica obvia está en que se trata de un tipo de enseñanza que no
prepara a los alumnos y alumnas para convertirse en ciudadanos de pleno derecho en un
sistema democrático. “Los ingredientes de creatividad y de espíritu inventivo e innovador
inducidos por una educación bien orientada y eficazmente desarrollada constituyen elementos
especialmente valiosos, al convertirse en instrumentos reguladores de dicho proceso de
cambio en tanto que herramientas intelectuales imprescindibles para la resolución de
problemas complejos [...] Otras competencias deseables ¾cada vez más valoradas en el
mundo del empleo¾ como la aptitud para la comunicación oral y escrita, la capacidad para el
trabajo en equipo, la disciplina personal, un cierto sentido práctico, acompañado de una buena
capacidad de conceptualización, pueden y deben ser desarrolladas, de acuerdo con el
correspondiente nivel de edad, desde la educación obligatoria. Y, en especial, una cierta aptitud
para gestionar de forma relativamente autónoma su propia formación, lo que incluye no sólo
las técnicas intelectuales precisas sino también las actitudes, la motivación o el gusto por
aprender, por mantenerse al día (OCDE, 1992)” (LÓPEZ RUPÉREZ, F.: 1994, 20-22).
Además, la supuesta neutralidad moral que pretende esta orientación academicista de
la enseñanza resulta un falso y peligroso mito. Ya indica Victoria CAMPS (1993, 74) que “hay
que quitarse de la cabeza que la educación puede ser neutra en cuanto a valores. Educar no es
sólo instruir, sino transmitir unas certezas, unas ideas o unas maneras de ser. Los niños y niñas
pasan en la escuela una parte muy considerable de su tiempo y de un tiempo esencial para la
adquisición de hábitos y comportamientos. Es absurdo pensar que lo que reciben en la escuela
es, simplemente, un sistema de conocimientos, un saber teórico o una mera instrucción”. Se
puede afirmar incluso que “la ausencia de normas ¾algo que ha sido demasiado característic
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