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El Amante Imaginario

jafet2796Tutorial7 de Febrero de 2014

10.880 Palabras (44 Páginas)291 Visitas

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PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA  Alejandro Casona  Comedia en tres actos 

Personajes

Chole

Alicia

La Dama Triste

Cora Yako

Fernando

Juan

Doctor Roda

Hans

El Amante Imaginario

El Padre de la otra Alicia

Acto Primero

ACTO PRIMERO

En el Hogar del Suicida, sanatorio de almas del Doctor Ariel. Vestíbulo como de hotel de montaña, recordando esos paradores de turismo construidos sobre ruinas de antiguos monasterios y artísticamente remozados por un gusto nuevo. Todo es aquí extraño, sugeridor y confortable: el mobiliario, la plástica, el trazado de las arquerías, la disposición, indirecta de las luces acristaladas. En las paredes, bien visibles, óleos de suicidas famosos reproduciendo escenas de su muerte: Sócrates, Cleopatra, Séneca, Larra. Sobre un arco, tallados en piedra, los versos de Santa Teresa:

"Ven, Muerte, tan escondida

que no te sienta venir

porque el placer de morir

no me vuelva a dar la vida".

Amplia verja al fondo, sobre un claro jardín de sauces y rosales. El jardín tiene un lago, visible en parte, un fondo lejano de cielo azul y montañas jóvenes nevadas. En ángulo, a la derecha, arranca una galería oscura, en arco, con una pesada puerta de herrajes, practicable, sobre el dintel, una inscripción que dice: "Galería del Silencio" .En frente,

otra semejante, pero clara y sin puertas: ”Jardín de la Meditación”.

EMPIEZA LA COMEDIA

En escena, el Doctor Roda y Hans, su ayudante, con bata de enfermero. El primero, de aspecto inteligente y bondadoso; el segundo, de rostro y palabra mortalmente serio. El Doctor, al lado de una mesa volante de trabajo, revisa sus ficheros.

Doctor:

Desengaños de amor, 8. Pelagra, 2. Vidas sin rumbo, 4. Catástrofe económica... cocaína... ¿No tenemos ningún caso nuevo?

Hans:

El joven que llegó anoche. Está paseando por el parque de los sauces, hablando a solas.

Doctor:

¿Diagnóstico?

Hans:

Dudoso. Problema de amor. Parece de esos curiosos de la muerte que tienen miedo cuando la ven de cerca.

Doctor:

¿Ha hablado usted con él?

Hans:

Yo sí, pero no me ha contestado. Sólo quiere estar solo.

Doctor:

¿Decidido?

Hans:

No creo: muy pálido, temblándole las manos. Al dejarle en el jardín he roto detrás de él una rama seca, y se volvió sobresaltado, con cara de espanto.

Doctor:

Miedo nervioso. Muy bien; entonces hay peligro todavía. ¿Su ficha?

Hans:

Aquí está.

Doctor (leyendo):

Sin nombre. Emplea banca. Veinticinco años. Sueldo, doscientas p. Desengaño de amor. Tiene un libro de poemas inédito. Ah, un romántico; no creo que sea peligroso. De todos modos, vigílelo sin que él se dé cuenta. Y avise a los violines: que toquen algo de Chopin en el bosque al caer la tarde. Eso le hará bien. ¿Ha ido a ver a la señora del pabellón verde?

Hans:

¿La Dama Triste? Está en el jardín de Werther.

Doctor:

¿Vigilada?

Hans:

¿Para qué? La he venido observando días; ha visitado todas nuestras instalaciones: la de los ahogados, el bosque de suspensiones, la sala de gas perfumado... Todo le parece excelente.en principio, pero no acaba de decidirse por nada. Sólo le gusta llorar.

Doctor:

Déjela. El llanto es tan saludable como el sudor, y más poético. Hay que aplicarlo si que sea posible como la medicina antigua aplicaba la sangría.

Hans:

Pero es que igual le ocurre al profesor de Filosofía. Ya se ha tirado tres veces al lago, y las tres veces ha vuelto a salir nadando. Perdóneme el doctor, pero creo que ninguno de nuestros huéspedes tiene el propósito serio de morir. Temo que estamos fracasando.

Doctor:

Paciencia, Hans, nada se debe atropellar. La Casa del Suicida está basada en un absoluto respeto a sus acogidos y en el culto filosófico y ético de la muerte. Esperemos.

Hans:

Esperemos (Señalando con un gesto). La Dama Triste. (La Dama Triste llega al jardín de la Meditación.)

Dama:

Perdóneme, Doctor...

Doctor:

Señora...

Dama:

He seguido sus consejos con la mejor voluntad he llorado toda la mañana, me he sentado bajo un sauce mirando fijamente el agua.. . Y nada. Cada vez me siento más cobarde.

Hans (animándola):

¿Ha visto usted nuestro muestrario último de venenos?

Dama:

Sí, los colores son preciosos, pero el sabor debe ser horrible.

Hans:

Puede añadirle un poco de Menta, espliego.

Dama:

No sé ... El lago también me gustaría, pero esta tan frío. No sé, no sé qué hacer... ¿Qué pensará ustéd de mí, Doctor?

Doctor:

Por Dios señora; le aseguro que no tenemos prisa alguna.

Dama:

Gracias. ¡Ah, morir es hermoso, pero matarse! Dígame Doctor: al pasar por el jardín he

sentido un mareo extraño. Esas plantas, ¿no estarán envenenadas?

Doctor:

No; todavía no hemos descubierto la manera de envenenar un perfume.

Dama:

Lástima, ¡sería tan bonito! ¿Por qué no lo ensayan ustedes?

Doctor:

Es difícil.

Dama:

Inténtelo. Yo tampoco tengo prisa; puedo esperar.

Doctor:

Siendo así, lo ensayaremos.

Dama:

Gracias, Doctor, es usted muy amable conmigo.

(Va a salir. Se detiene a ver entrar al Amante Imaginario. Es un Joven de aspecto romántico y enfermizo. Vive ensimismado. Suena detrás de él una campana, y se vuelve sobresaltado. Se recobra. Saluda turbado.)

Amante:

Buenos días...

Doctor:

¿Ha elegido usted ya su procedimiento?

Amante:

No, todavía no. Pensaba.

Hans (ofreciendo la mercancía como en un bazar). Tenemos un sauce especial para enamorados, un lago de leyenda... Si le gustan los clásicos, podemos ofrecerle el ramo de rosas con áspid, modelo Cleopatra, el baño tibio, la cicuta socrática

Amante:

¿Para qué tanto? Cuando la vida pesa basta con un árbol cualquiera.

Hans (apresurándose a tomar nota en su cuaderno):

Ah, muy bien. "Suspensión". Perfectamente. .¿Número de cuello?

Amante:

Treinta y siete, largo.

Hans:

Treinta y siete. ¿Tiene preferencia por algún árbol?

Amante (en una reacción brusca):

¡Oh, cállese, no puedo oírle! Tiene usted la frialdad de un funcionario. Es odioso oír hablar así de la Muerte. (Transición.) Perdón ... (Va a salir por la Galería del Silencio.)

Doctor:

Un momento. Si no se ha decidido aún ... esa Galería no debe atravesarse más que en la hora decisiva. Al jardín de la Meditación, por aquí.

Amante:

Gracias.

Doctor:

¿Necesita alguna cosa? ¿Libro, licores, música... ?

Amante:

Nada, gracias ... (Sale. Saluda a la Dama Triste con una inclinación de cabeza.)

Dama:

¿Otro desesperado? ¡Qué pena, tan joven.. .! ¿Algún desengaño de amor?

Doctor:

Así parece.

Dama: ¡Pero si es un niño! De todos modos, dichoso él. ¡Si yo tuviera al menos una historia de amor para recordarla! (Sale.)

Hans:

Y así todos. Mucho llanto, mucha tristeza poética; pero matar no se mata ninguno.

Doctor:

Esperemos, Hans.

Hans (Sin gran ilusión):

Esperemos. ¿Alguna orden para hoy?

Doctor:

Sí, hágame el favor de revisar la instalación eléctrica. La última vez que el profesor de Filosofía se tiró al agua no funcionaron los timbres de alarma.

(Sale Hans. El Doctor Se dispone a tomar unas notas. Se oye de pronto un grito de mujer. Por la, Galería del Silencio sale corriendo Alicia, una muchacha, apenas mujer, de dulce aspecto. Viste con una sencillez humilde y limpia. Viene espantada, como huyendo de un peligro inmediato.)

Alicia y el Doctor

Alicia:

¡No! ¡No quiero morir..., no quiero morir! (Al ver al Doctor, que acude a ella.) ¡Paso! ¡Déjeme salir de aquí!

Doctor. - Calma, muchacha, ¿Adónde va usted, Alicia, eh?

Alicia:

No sé: ¡al aire libre!... ¡a la vida otra vez! ... ¡Déjeme! (Volviéndose sobresaltada.) ¿Quién anda ahí?

Doctor:

Nadie.

Alicia:

He visto una sombra. La he oído reír...

Doctor:

Vamos, vamos, alucinaciones.

Alicia (empieza a sentirse alíviada. Se pasa una mano por la frente):

¿Quién es usted?

Doctor:

El Doctor Roda, director de la Casa. Tranquilícese.

Alicia:

¿Por qué hacen ustedes esto? Esos árboles extraños, con cuerdas colgadas, esa música invisible, esa Galería negra que da vueltas y vueltas... ¡Es horrible!

Doctor:

No lo crea. Está usted dominada por un miedo pueril. pero le aseguro que nada de eso es verdad. ¿Quiere usted volver conmigo?

Alicia:

¡No! ¡Volver, nol Quiero salir de aquí.

Doctor:

Nadie la detiene. No sé quién es usted, ni por dónde ha entrado, ni por qué ha venido aquí; pero no importa. Ahí está el parque; bordeando el lago saldrá a la carretera; al

otro lado de las montañas se ve, lejos, la ciudad. Es usted libre.

Alicia (Con una amargura infinita):

La ciudad... La ciudad otra vez... (se deja caer llorando en el asiento. El Doctor la contempla, conmovido.

Doctor:

...

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