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Filosofia


Enviado por   •  10 de Marzo de 2012  •  5.176 Palabras (21 Páginas)  •  478 Visitas

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Bunge, Mario (1989): La Investigación Científica. 2ª ed. Corregida. Barcelona: Ariel. Pp. 919-930.

EXAMEN DE TEORÍAS

Hay varios modelos del universo compatibles con los datos astronómicos de que disponemos, datos que son escasos e imprecisos: a tenor de lo que hoy sabemos, el universo puede ser espacialmente finito o infinito, el espacio puede ser curvo o no serlo, etc. En la física atómica y nuclear encontraremos partidarios de una teoría que no dé más información que la suministrada por el experimento, y otros especialistas proponen la introducción de otras construcciones hipotéticas referentes a propiedades inobservables. En meteorología nos encontramos con la opinión de que el tiempo atmosférico es resultado de la interacción de un gran número de factores, por lo que pueden despreciarse variaciones pequeñas de cualquiera de esas variables; pero existe también la opinión contraria de que la atmósfera es un sistema inestable, de tal modo que cualquier pequeño factor puede, por ejemplo, desencadenar la lluvia. En biología se dan dos clases de teorías de la mortalidad: las que suponen que el lapso de la vida del individuo está genéticamente determinado y las que sostienen que la muerte es el resultado de una larga secuencia acumulativa de pequeñas lesiones; y así sucesivamente. Difícilmente habrá algún campo científico en el que domine sin discusión una teoría importante o, por lo menos, en el que no sean concebibles otras teorías rivales. Y esa rivalidad será una fuente de progreso mientras algunas de esas teorías no se institucionalicen en escuelas dogmáticas, a imitación de las filosofías de escuela.

Dos teorías científicas pueden considerarse rivales si tratan de modo diferente el mismo tema o sistema de problemas (mismidad aproximada). Si, además, dan de sí prácticamente las mismas consecuencias o proyecciones contrastables, se dice que las dos teorías son empíricamente equivalentes, por mucho que difieran conceptualmente. Las teorías empíricamente equivalentes no tienen por qué ser recíprocamente compatibles como lo son las varias representaciones cartográficas del globo terrestre: si fueran compatibles, no serían más que formulaciones diferentes de la misma teoría, o sea, serían también conceptualmente equivalentes. Las teorías que son empíricamente equivalentes pero conceptualmente inequivalentes pueden construirse casi a voluntad. Así, por ejemplo, toda teoría física en la que se presente el concepto de longitud presupone alguna geometría métrica, generalmente la euclídea. Es posible aproximarse al espacio plano retratado por ésta por medio de infinitos espacios curvos tratados como otras tantas geometrías riemannianas: para curvaturas pequeñas o para volúmenes pequeños no habrá diferencias empíricamente registrables entre las correspondientes teorías físicas, lo que quiere decir que, en esas condiciones, todas ellas serán empíricamente equivalentes. En todo caso, las discusiones sobre teorías empíricamente equivalentes suelen ser las más vacías, algo así como las luchas entre sectas de una misma religión: en los dos casos se trata de salvar el mismo conjunto de individuos.

La experiencia es de mucho peso, y acaso decisiva, en un punto, la estimación de teorías empíricamente inequivalentes. Pero ¿cómo proceder en presencia de dos o más teorías empíricamente equivalentes? Una conducta posible consiste en esperar y ver más evidencia empírica: si las teorías son realmente diferentes, si no son meramente dos modos equivalentes de decir lo mismo, puede presentarse una situación en la cual al menos una de las dos quede descalificada. Pero no bastará con eso: el partidario de la teoría más defectuosa empíricamente puede recurrir a reforzarla retocando alguno de sus supuestos iniciales o introduciendo hipótesis ad hoc para salvar aquéllas (cfr. Secc. 5.8). Y como este proceso puede continuarse indefinidamente, parece necesario apelar a alguna batería de contrastaciones no-empíricas, o sea, a contrastaciones adecuadas para establecer propiedades distintas de la concordancia con el hecho observado; tales contrastaciones son necesarias cuando dos o más teorías concuerdan con la misma perfección, o casi con la misma perfección, con la información empírica.

Averiguar cuáles son esas deseables propiedades de las teorías científicas no es cosa que pueda hacerse con trabajo meramente lógico: tenemos que utilizar la historia de la ciencia para descubrir los criterios efectivamente usados en la estimación de las teorías científicas. Pero incluso eso es insuficiente, pues algunos de esos criterios pueden ser malos. Con objeto de seleccionar aquellos que son deseables para el progreso del conocimiento tenemos que someterlos a un examen lógico y metodológico. Empecemos por echar un vistazo a algunas importantes controversias científicas.

Nuestro primer ejemplo será la controversia Ptolomeo-Copérnico, o geostatismo-heliosta-tismo. Según filósofos eminentes, esta disputa no se ha resuelto todavía, ni lo será nunca, porque los dos correspondientes "sistemas del mundo" son equivalentes: la única diferencia entre ellos se referiría a la complejidad y a la conveniencia respectivas. Los inductivistas aprovechan esta supuesta equivalencia como dato en favor de la simplicidad como criterio decisivo entre teorías rivales: los convencionalistas afirman que el hecho sostiene su opinión de que la búsqueda de la teoría más simple compatible con la experiencia debe sustituir la búsqueda de la teoría más verdadera. La imagen heliostática de los movimientos de los planetas es, se dice, preferible a la explicación geostática simplemente porque simplifica la astronomía, lo cual no es verdad, puesto que la primera doctrina está en conflicto con el sentido común (por el hecho de contener conceptos trasempíricos como "órbita planetaria") y utiliza refinadas hipótesis de la dinámica y sutiles instrumentos de cálculo, como la teoría de las perturbaciones. De hecho, la equivalencia entre las dos explicaciones es muy limitada: sólo cubre la geometría del movimiento de los planetas, en el sentido de que puede adoptarse cualquiera de las dos teorías para dar razón de las posiciones aparentes del Sol y los planetas. En todos los demás respectos, las dos teorías son inequivalentes.

Enumeremos las diferencias más notables entre los dos "sistemas del mundo", porque cada una de ellas puede sugerir un criterio para el examen de las teorías científicas. Primera: sistemicidad. El sistema heliostático no trata cada planeta por separado, como hace el geostático, sino que introduce el concepto físico de sistema solar y consigue así unidad conceptual y metodológica; en cambio, el "sistema"

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