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Formalización del cuadro clínico


Enviado por   •  7 de Junio de 2015  •  Tesis  •  1.476 Palabras (6 Páginas)  •  126 Visitas

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2.4.3. Formalización del cuadro clínico

Freudiano sobre un caso de esquizofrenia, en su trabajo sobre El inconsciente, donde sitúa un acontecimiento que la precipita en la psicosis, se infiere que en esta mujer probablemente se sustituyó a un desenlace frustro de una situación amorosa, como momento mítico, la localización de la transferencia delirante de tipo erotómano con su médico tratante.

Es este el punto en que Freud ubica en el caso Schreber el lugar alrededor del cual se teje toda la urdimbre delirante de la transferencia sobre la persona de Flechsig.


Probablemente este médico psiquiatra haya promovido en ella un incremento tomando la forma del postulado en que la gramática pulsional de ser amada por él, hace hablar al otro. Hecho que puede ser fácilmente inferido por su fantasía delirante de estar embarazada de él.

Para que esto ocurriese es necesario que este profesional haya estado ubicado para ella en una posición tercera respecto de su binomio: ideal-realidad. Este par reflejado en la posición del alma bella de Hegel, pone en evidencia el salto entre lo virtual y lo actual del sujeto, que cuando es conmovido precipita al mismo en el abismo del agujero que ha dejado la significación.


Si este primer médico tratante se constituyó como un padre en lo real, desde donde es llamado al lugar en que nunca estuvo, es porque la fuerza pulsional debe haber despertado en ella la sanción violenta sobre un ideal de castidad probablemente de origen religioso.

El delirio suscitado de estar enferma de sífilis, testimonia del eje que tomó la línea de cristalización de la enfermedad, en la medida en que ésta es una enfermedad venérea cuyas connotaciones están ligadas en el imaginario social a una sexualidad de carácter vergonzoso.


Alguien tan indigno sólo merece ser castigado. Las ideas de suicidio del comienzo aparecidas simultáneamente al delirio de la sífilis, es probable que estén al servicio del apaciguamiento subjetivo.


De manera que la vertiente melancólica del auto reproche, con que el sadismo del súperyo trata al yo, elípticamente expresado por las ideas delirantes de tener sífilis, muestran el contenido erótico subyacente. De ello atestigua la expresión de: "Todo es culpa mía, es por mi culpa que resultan todos los daños", este hecho la ubica omnipotentemente como causa de todo mal.


Esta división subjetiva en que el superyo toma al yo como objeto de goce, debido a la eclosión de la pulsión, ligada probablemente a un acto indebido de carácter masturbatorio, hace recaer la proyección sobre su propio cuerpo, intentando herir la mano activamente pecadora.


Así su cuerpo se disocia como ella misma, en esta convicción delirante de división en

dos mitades: una de ellas representando los ideales como el bien, la justicia y la moral y la otra como aquella que encarna todo el mal. El resultado de esta operación es la abolición del deseo y la consecuente muerte del sujeto: "Para mi no hay más necesidades, ni voluntad, ni sentimientos. Estoy muerta".

2.4.4. Fenomenología psiquiátrica y psicoanálisis

No sólo es el cuerpo el que cambia, sino que el mundo también está atravesado por la misma transformación, ya que en la fase maníaca la paciente describía un estado donde escuchaba una música celeste inefable en un bello jardín, en el que todo renacía y ella también entraba en una nueva vida. Al caer en la fase depresiva contrariamente la inhibición melancólica la llevaba hasta la despersonalización.


Esta desaparición de sí y del entorno es descripta por Henri Ey como un velo que se espesa cuando la enfermedad se agrava, y que en los cuadros de estupor termina por ocultar el mundo. Este es un hecho de estructura que por otra parte es semejante a la catástrofe del mundo que refiere como experiencia el propio Schreber.


El proceso que lleva al sujeto al delirio de negación como posición subjetiva final de la melancolía, parte para Henri Ey del auto reproche melancólico en que el sujeto se considera absolutamente indigno, y por lo tanto culpable.

Es el modo delirante que asume esta culpa, lo que lo diferencia de la culpa neurótica, y que acarrea las ideas de condena.

Este hundimiento subjetivo, que ha concentrado su carga en el superyó, tiene como correlato el empobrecimiento del yo y la transformación de la realidad exterior por el retiro libidinal. Esta gradual reducción del yo, así como el vaciamiento de la realidad confusamente percibida, determina que ésta concluya por ser negada. En su análisis de este cuadro, Henri Ey sostiene que esta negación

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