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Gunh Ho A La Carga


Enviado por   •  27 de Mayo de 2014  •  2.129 Palabras (9 Páginas)  •  259 Visitas

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LOS CRITERIOS DE CORRECCIÓN IDIOMÁTICA

Alberto Martell Díaz (*)

INTRODUCCIÓN

¿Qué se entiende por corrección?

Literalmente, lo correcto es aquello que está libre de errores o defectos.

Muchas veces escuchamos decir que existe incorrección idiomática tanto en el habla, a nivel oral, como en la escritura a nivel escrito.

¿Cómo se determina si en un contexto comunicativo hay o no incorrección idiomática? Para ello, hay que tomar en cuenta, en primer lugar, los siguientes factores: propiedad, inteligibilidad, inmutabilidad y mutabilidad.

Propiedad. Se refiere a dar el significado o sentido exacto, preciso, peculiar a las palabras o términos empleados de acuerdo a un contexto determinado. Por ejemplo, las bombas explosionan, no “explotan”; las llamas y las vicuñas no son “auquénidos”, sino camélidos andinos, etc. En estos casos, la propiedad la determina el grado de cultura del hablante. Pero, por otro lado, esto es relativo porque si un mexicano y un peruano llaman chamaco y chibolo a un niño, respectivamente, cada uno está hablando con propiedad, puesto que, se están circunscribiendo a la forma o variante dialectal con la que se comunican en su país. Por lo tanto, la propiedad está en función a un contexto comunicativo específico, no a reglas o normas lingüísticas.

Inteligibilidad. Se refiere a la cualidad de ser entendidas claramente las palabras dichas por alguien; por ejemplo, cuando el idioma hablado es compartido por el emisor y el receptor, cuando se pronuncia bien, cuando no hay interferencias (ruido) que perturben la comunicación, etc. La inteligibilidad es condición básica de lo correcto.

Inmutabilidad. Ninguna lengua puede estar cambiando de un momento a otro, porque sino nadie se entendería. Si hoy llamamos tiza a la tiza, pues mañana debemos seguir llamándola así para poder comunicarnos sin problemas. La estructura básica y el léxico de una lengua no cambian en el corto plazo.

Mutabilidad. Paradójicamente, las lenguas sí cambian pero lentamente. Nuevos términos, usos o giros idiomáticos se van agregando al corpus de un idioma, y no por razones políticas (normas) necesariamente, sino más bien por cuestiones arbitrarias. Así nacieron el castellano, el francés, el italiano, etc., del latín cuando éste se modificó en las provincias romanas al cabo de siglos.

Por lo tanto, dado el carácter convencional y subjetivo de las normas es necesario enfatizar que las palabras de un idioma, y por extensión, éste mismo, son un ente dinámico que va mutando lentamente a través del tiempo a niveles sintácticos, lexicales y semánticos. Lo que ayer fue “incorrecto”, hoy no lo es, y lo que hoy es “correcto”, quizá mañana no lo sea. Por eso, actualmente se considera que la norma y lo “correcto” del lenguaje son establecidos por el uso que de él hace una comunidad en un período de tiempo y contexto determinados.

En base a estos conceptos han surgido, a través de la historia, diversos criterios (puntos de vista, conceptos)

que pretenden establecer qué es lo “correcto” en una lengua, tanto a nivel oral como escrito. Unos se inclinan más hacia principios rígidos e inmutables de la lengua, mientras que otros se explican mejor dentro de la mutabilidad progresiva de la misma. Los siguientes son los principales:

CRITERIO PURISTA:

Quizás, el más antiguo de todos los criterios de corrección. Como su nombre lo indica, pretende defender la “pureza” del idioma. Sólo admite un lenguaje original, llamado castizo, conforme a las reglas ortodoxas del idioma. No admite extranjerismos cuando éstos tienen su correspondiente término equivalente en nuestro idioma; en el peor de los casos los castellaniza (hablando de nuestro idioma), tampoco acepta neologismos que no estén formados acorde con las reglas de la gramática. Asimismo, en extremo, puede rechazar voces dialectales o giros idiomáticos. Por lo tanto, la norma es rígida, absoluta, o incluso, intolerante.

Por ejemplo, hay purismo cuando no se acepta el uso del vocablo inglés sándwich o incluso su forma castellanizada sánguche, ya que existe en nuestro idioma la palabra emparedado. Otro ejemplo que nos puede ilustrar acerca de la visión purista es el siguiente: cuando se rechaza el término inglés sponsor o su castellanización espónsor a favor de auspiciador, patrocinador u otro semejante en castellano. A nivel oral también se aprecia la visión purista: al exigir que la palabra pollo se pronuncie con elle y no con otros sonidos como en /poyo/ o /poio/que son variantes dialectales de la costa peruana y muchísimos otros lugares. De paso diremos que el purismo rechaza tajantemente cualquier tipo de palabra que pertenezca al lenguaje vulgar como la replana.

El criterio purista, como tendencia, ha sido superado en la actualidad, hoy se le ve como retrógrado, xenófobo y dogmático por muchos lingüistas, e incluso, en la vigésima segunda y última edición del diccionario de la Real Academia (2001), ésta lo tilda de trasnochado. Sin embargo, este criterio aún subsiste en el plano cultista que cuida el buen uso del lenguaje, pero, dándole al principio de inmutabilidad de la lengua un carácter absoluto. Afirman que en la gramática, en la ortografía, en la prosodia y cuando se defiende la concordancia entre categorías gramaticales el purismo sigue señalando lo que es “correcto”.

CRITERIO ACADÉMICO:

También llamado criterio de autoridad. Según este criterio lo correcto en el lenguaje es lo que se ajusta a las normas señaladas por la Real Academia de la Lengua, o lo que estipulan sus autoridades y documentos oficiales: Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), Ortografía de la Lengua Española, Esbozo para una Nueva Gramática, etc. Si una palabra o frase que es usada por una o más personas no figura en el DRAE o no se ajusta a las normas académicas del idioma, entonces no es correcta. Así pues, incorrecto sería decir aperturar, ya que no es un término académico, es un barbarismo, no figura en el léxico oficial del castellano. Lo correcto –según este criterio- es abrir. Otros ejemplos:

INCORRECTO (No académico) CORRECTO (académico)

hubieron hubo

los omnibuses los ómnibus

sindrome síndrome

querramos queramos

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