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HEINRICH PESTALOZZI

chronoscruzade8 de Mayo de 2013

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HEINRICH PESTALOZZI

En el comienzo todo se redujo a una experiencia que terminó catastróficamente. Pestalozzi

adquirió en Argovia una propiedad llamada Neuhof y a comienzos de los años 1770 acogió a los niños pobres de la vecindad a los que hacía trabajar en el hilado y el tejido del algodón; el producto de su trabajo serviría para financiar su formación. Para esa época se trataba de una empresa educativa absolutamente original, basada en el trabajo administrado por los propios niños. Para Pestalozzi esa experiencia fue el último avatar de un importante sueño de juventud.

Pestalozzi comenzó por compartir las interrogaciones y agitaciones de los jóvenes

activistas en búsqueda de un nuevo orden social. El joven Pestalozzi, rompiendo con el

sistema educativo de su ciudad natal que, a pesar de ser considerado como uno de los mejores de Europa estaba demasiado comprometido con un régimen político que reservaba los derechos esenciales a los habitantes de la ciudad y privaba completamente de los mismos a los del campo, prefirió frecuentar los círculos estudiantiles donde se debatían libremente los verdaderos problemas de la ciudad. Incluso atacó ocasionalmente a ciertas personalidades corruptas, como consecuencia de lo cual fue encarcelado por algunos días a fines de enero de Se vinculó estrechamente con los medios pietistas de Zurich, cuyos miembros se esforzaban por vivir un cristianismo práctico, lejos de la “religión del verbo”, de las imposiciones dogmáticas y de los compromisos políticos. Tuvo especialmente presentes las realizaciones de los anabaptistas y de los Hermanos Moravos que en diversas regiones y siguiendo las huellas dejadas en Halle por el prestigioso Waisenhaus de Francke, realizaban experiencias de formación vinculadas con el trabajo agrícola e industrial.

Pero será su compatriota Rousseau quien dio un impulso decisivo a Pestalozzi, que

durante toda su vida tuvo el Emilio como libro de cabecera, y que un año antes de su muerte hablaba de su autor como el “centro de acción del antiguo y del nuevo mundo en materia de educación”, el que “rompió... las cadenas del espíritu y devolvió al niño a sí mismo, y la educación al niño y a la naturaleza humana”.5

Por consiguiente , la empresa del Neuhof estuvo impulsada por el gran sueño de

rehacer una humanidad autónoma, lejos de la civilización urbana y de las discusiones estériles de los jóvenes aristócratas. Pestalozzi se convirtió en un pobre entre los pobres y se ocupó de hacerles descubrir en su propia condición los instrumentos de su liberación, en este caso el salario industrial: en efecto, la propagación del hilado y el tejido del algodón en los campos procuraba a las familias campesinas un medio de subsistencia estable que nunca pudieron obtener de la agricultura. Pero era necesario que los interesados supiesen dominar la nueva fuente de beneficios y que, una vez roto el vínculo con la naturaleza nutricia, los hombres asumiesen toda la dimensión humana de esa emancipación. Así, el Neuhof se esforzó por lograr simultáneamente un doble objetivo: introducir a los niños en la racionalidad económica y, al mismo tiempo, contribuir a que cada uno de ellos desarrollara su personalidad autónoma dentro de una sociedad de libertad y responsabilidad.

La experiencia pedagógico-industrial pronto tropezó con dificultades insuperables y se

declaró en quiebra en 1780. Esto suele atribuirse a causas externas, pero ello equivaldría a

olvidar que Pestalozzi reivindicó siempre la responsabilidad de su fracaso inicial, y conduciría sobre todo a no tener en cuenta un elemento decisivo para comprender su evolución ulterior que, hasta las Recherches sur la marche de la nature dans le développement du genre humain (Investigaciones sobre el curso de la naturaleza en el desarrollo del género humano) de 1797, la elaboración del Método y el apogeo de Iverdon, puede interpretarse como un esfuerzo por superar las contradicciones que habían malogrado la experiencia del Neuhot. Además, en el curso de esta experiencia se plantearon la mayoría de los problemas que más tarde no dejarán de ser objeto de las preocupaciones de la educación llamada “nueva”, en sus componentes más notables, en particular los que se vincularán con el trabajo industrial.

Toda la empresa se basa en el trabajo social, concebido como el instrumento decisivo

de desalineación del proceso educativo: al financiar su propia formación con el producto de su labor, los niños no deberán nada a nadie. Pestalozzi no tarda en comprobar, sin embargo, que en la realidad esta visión filantrópica del trabajo también debe tener en cuenta un medio socioeconómico que impone a la pequeña empresa tales exigencias de rentabilidad que éstas terminan por imponerse a los objetivos educativos de la misma. Cuando oye que los niños añoran la epoca en que corrían libremente por el campo, el maestro del Neuhof se ve obligado a revisar el concepto según el cual el trabajo es algo natural al hombre.

Apuesta por el interés de sus discípulos en una experiencia centrada en el bien de cada uno y en el de todos, pero pronto deberá admitir que el interés sigue siendo una realidad relativa y muy arraigada en el deseo egoísta de cada uno: así, no puede impedir que en cualquier momento los padres vengan a retirar al hijo que ha recobrado fuerzas, está vestido con ropa nueva y sobre todo, está en condiciones de aportar a la familia un salario que no tiene por qué ir a alimentar una bolsa ajena.

Pestalozzi se halla entonces en una posición institucional insostenible: el que sicenramente quiere dar a cada niño los instrumentos de su autonomía se ve obligado constantemente a someter a esos mismos niños a las exigencias de la rentabilidad, y su discurso filantrópico, que mueve todos los resortes de la moral y la religión, finalmente se percibe como un insoportable chantaje en aras de la productividad. Es así como el más generoso de los hombres, que invirtió en la experiencia toda su fortuna, es acusado por los primeros interesados de buscar ante todo en el asunto ... su propio interés.

En el fondo, según la fórmula que utiliza en el Diario de 1774 sobre la eduación de su hijo Jakob, Pestalozzi querría “unir lo que Rousseau ha separado”: la libertad y la obligación, el deseo natural y la ley que todos quieren para todos. Pero el propio Rousseau había señalado que esa coexistencia ideal se quebrantaría inevitablemente al primer intento de realización.

Pestalozzi también comprueba en su fracaso la paradoja expuesta en el Libro I del Emilio: que no pueden unirse en un mismo proyecto de educación del hombre (libre) y la del ciudadano (utilizable). Por lo menos, de todos los discípulos más o menos fieles de Rousseau, Pestalozzi tuvo el mérito de haber intentado realizar el Emilio en toda su fuerza paradójica, y de ese modo estuvo en condiciones de superar, llegado el momento, las fecundas contradicciones de la obra de Rousseau.

Pestalozzi debió resignarse entonces a ser el testigo impotente del fracaso de su experiencia debido a múltiples manifestaciones de egoísmo. Pero lejos de renunciar a su proyecto fundamental y de someterse pacíficamente al conformismo social, emprenderá un esfuerzo notable para arraigar, a despecho de todos, la voluntad de autonomía en esa realidad social que lo había rechazado en un primer momento. Esta reflexión le hará apreciar con mayor claridad aún la medida del acto educativo, de la educación como acción en el centro de una sociedad que no está segura de cuáles son sus fines.

El educador en tanto que educador

Los analistas de la obra de Pestalozzi no se han intersado mucho por el período que separa e lfracaso de Neuhof (1780) de la nueva experiencia de Stans (1799). Sin embargo, ese período se caracteriza por una mutación decisiva de su universo intelectual y de su acción que hará nacer, de las ruinas de su primera experiencia, un nuevo tipo de hombre que se definirá como tal: el educador.

Esta reflexión no cesa de arraigarse en la experiencia de su protagonista. Bien es cierto que la aventura del Neuhof lo desacreditó durante mucho tiempo ante los educadores serios, pero la escuela que crea en su novela de los años 1780, Léonard et Gertrude, y luego en la versión modificada de 1790-1792, se asemeja cada vez a una especie de experiencia simulada; experiencia también del destino dramático de su hijo Jakob, a quien había querido convertir, en el Neuhof, en una caracterización histórica del Emilio y que, habiéndose alejado de su padre después del fracaso del instituto, retorna un día de 1787 quebrantado por las crisis nerviosas y víctima de la paradoja de Rousseau; así como experiencia de la gran conmoción social de 1789, réplica macrocósmica de lo que Pestalozzi había querido hacer en el Neuhof; su consagración en agosto de 1792 como ciudadano honorario de la Revolución Francesa; la imposibilidad de hacer oír su voz de pedagogo; su decepción ante la manifestiación de los egoísmos democráticos... a través de todos estos acontecimientos Pestalozzi llega a un intenso período de clarificación que alcanza su apogeo en el texto teórico primordial de 1797: Investigaciones.

Principios pedagógicos

• NATURALIDAD: Pestalozzi indicó que solo la educación podía realizarse conforme a una ley (armonía con la naturaleza). De este principio se deriva la necesidad de libertad en la educación del niño; es necesario que esté libre, para que pueda actuar a su modo en contacto con todo lo que le rodea (ambiente).

• EDUCACIÓN

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