HUMANA Y SOCIAL
s10281979Ensayo29 de Abril de 2014
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POR UNA ECOLOGÍA
HUMANA Y SOCIAL
DEL TRABAJO HUMANO
(Aprobado en el X Congreso de la Central Latinoamericana de Trabajadores)
La comprensión integral del problema ambiental y su Impacto en el ser humano, exige remitirse a categorías filosóficas, éticas, culturales, sociales, económicas y tecnológicas.
La destrucción y el deterioro ambiental deviene del modelo político de desarrollo y consumo, que toma al ser humano como un instrumento y medio de producción y sobreproducción, cuya finalidad es la explotación y sobreexplotación –no sólo de la naturaleza sino del ser humano mismo– mediatizada por una lógica de rentabilidad y acumulación sin límites...
Este modelo de desarrollo económico no contempla una adecuada y racional administración de los recursos naturales, ya que el ritmo de explotación es mayor que el ciclo natural del medio ambiente.
El super consumo de una sociedad en desmedro de otras genera una enorme pérdida de biodiversidad, que altera substancialmente la relación ser humano-naturaleza. Esta circunstancia desordena y ensucia profundamente el hábitat del ser humano, amenazando la sobrevivencia de las futuras generaciones.
No contempla la reparación de daños ni la reposición de ecosistemas, que añadidos a la generación y acumulación de desechos destruyen el equilibrio y entorno biofísico, y con ello se vulnera el principio fundamental de re-circulación: las prácticas productivas, tal como están concebidas y ejecutadas, no permiten que la naturaleza se reponga de esos desequilibrios.
Así, mientras más extraemos de la naturaleza menos energía le queda a ella para su regeneración y más le cuesta por lo tanto al ser humano evitar el desequilibrio.
De hecho, el mundo desarrollado es responsable de por lo menos el 70% de la destrucción del medio ambiente y la contaminación del planeta.
El desequilibrio ambiental y sobre todo el deterioro de las condiciones humanas interpela hacia el interior del modelo las características de este desarrollo y consumo.
Este modelo signado por el paradigma del progreso y la modernización, desnuda al mismo tiempo una contradicción que se aloja dentro mismo del poder que la concibe: profundiza las diferencias en forma abismal. Lo que dentro del poder se resuelve en forma positiva, lejos del poder se hace en forma negativa; un patrimonio universal se transfiere a patrimonios privados que son precisamente los que detentan ese poder.
El sistemático deterioro de los términos de intercambio comercial, entre el Tercer Mundo y el mundo desarrollado, se traduce en un incremento intensivo y extensivo de la explotación de los recursos renovables y no renovables. Para mantener los mismos niveles de importación debemos cada día exportar más, perdiendo así la capacidad de reinversión y acumulación interna y fomentando la ampliación de la frontera agrícola y la depredación de los recursos naturales.
Las tecnologías productivas, cuya finalidad es obtener la máxima ganancia en el menor tiempo posible, entraña un desorden entre la explotación y la conservación de los recursos naturales.
DEUDA ECOLÓGICA
El Norte ha utilizado para su propio desarrollo acelerado, los recursos del patrimonio natural de la región, a precios bajos, con degradación ambiental por la sobre-explotación de los recursos, del ecosistema, de la biodiversidad y aún por la apropiación sin pago de patentes de técnicas autóctonas que son volcadas a la tecnología sofisticada y exportable a altos precios.
La deuda ecológica es el daño ambiental producido por los países industrializados.
Como mayores responsables del deterioro del hábitat humano, les corresponde el aporte de los mayores recursos para revertir y prevenir el daño ecológico.
Por lo tanto esta deuda ambiental debe ser reconocida y cancelada para los países industria-lizados.
UNA ECOLOGÍA HUMANA
Existen dos concepciones en cuanto a la manera de plantear la noción de ecología y la relación del ser humano con su entorno físico. La primera, la ecocéntrica, tiende a poner énfasis en el medio ambiente, no como mundo “del y para” el ser humano, sino como “fin en sí”; mientras la segunda, la antropológica, privilegia el ser humano como centro de su entorno, o sea de su ambiente vital. Es ésta que tendemos a privilegiar, sin descartar por ello la otra.
La lógica imperante ha ocultado los profundos costos medio ambientales que provoca y desprecia las consecuencias que implica para el ser humano. Esta lógica perversa no logrará la descalificación por nuestra parte del progreso como entidad superadora; nuestro análisis se centra en la concepción y ejecución del presente modelo.
Este, no se limita a irreparables daños a la naturaleza sino que incluye al ser humano todo. Es imputable al modelo, el descenso de la calidad de vida y la mutación de principios éticos y culturales.
La violencia cotidiana en todas sus formas, la desestructuración de la familia, la descomposición de las comunidades, la desarticulación de la identidad, la inestabilidad emocional, entre otros aspectos, muestran objetivamente las consecuencias que este modelo posee.
Es decir, existen daños al ecosistema natural y al ecosistema humano. La profunda interrelación de ambos pone de manifiesto la repercusión que uno tiene sobre el otro; una alteración a la naturaleza implica inexorablemente una alteración al ser humano y viceversa.
Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que enfatizar y dramatizar especialmente la destrucción irracional del ambiente humano, a la que, sin embargo, se está muy lejos de prestar la necesaria atención.
Hay una diferencia bastante importante entre la lectura ecológica que viene del Norte y la que se hace en el Sur. Hay una preocupación legítima, pero demasiado unilateral para preservar los “hábitat” naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción.
Sin embargo, no hay las políticas ni los esfuerzos necesarios para salvaguardar las condiciones humanas, morales, sociales, económicas y culturales de una auténtica ecología humana.
Es decir, no existen las condiciones necesarias para que el ser humano se pueda desarrollar plenamente como tal y que esto sea válido para todo el ser humano y todos los seres humanos. El panorama del Sur del planeta, donde aumentan sin cesar el hambre, la miseria, la exclusión social, y se degradan las condiciones de empleo, de salud, de educación, de vivienda, de seguridad social, de vida y de trabajo, interpela al desarrollo de fondo de esta ecología humana que apunta a impedir que se degrade y hasta se extinga una parte mayoritaria de la humanidad; esto no se puede separar del capitalismo salvaje que impone ahora la ofensiva neoliberal en las regiones del Sur.
El trabajador ejerce un vínculo directo con el medio ambiente, lo que lo hace más vulnerable ante todo tipo de cambio en el equilibrio natural. La destrucción del medio ambiente significa la destrucción de su medio de existencia, de allí que su supervivencia depende de una buena administración del medio natural de la recuperación de condiciones humanas aceptables.
Por estas razones se hace necesario y urgente superar una visión netamente ambientalista (ecología cosmética) y concebir y desarrollar una visión profundamente humana del problema ecológico.
ECOLOGÍA SOCIAL DEL TRABAJO
Frente a las actuales condiciones inhumanas de vida y de trabajo, y a las amenazas que pesan sobre nuestro futuro común, es preciso introducir otra dimensión de la ecología, más específica de por sí, que es la ecología social del trabajo, cuyo objetivo es defender el bienestar del trabajador, tanto desde el punto de vista físico como mental.
Este nuevo concepto toma en cuenta los cambios ocurridos a lo largo de las últimas décadas, en particular los desafíos ecológicos, pone especial énfasis en la amenaza que constituye la relación del sistema capitalista con la mano de obra, considerada en el mercado del trabajo como una mercancía cuyo precio está determinado por la ley de la oferta y la demanda. Se pretende olvidar que los trabajadores no son instrumentos y máquinas destinados a la acumulación, sino seres humanos libres y dignos.
Como lo subrayó la OIT en la Declaración de Filadelfia, “Todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a percibir su bienestar material y desarrollo espiritual en condiciones de libertad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”. Además, tienen derecho a trabajar en un medio ambiente, de vida y de trabajo, seguro y sano.
Así, nuestro concepto de sociedad ambiental-mente sana descansa sobre tres nociones fundamentales, que tienen que ser derechos adquiridos para el ser humano y la Humanidad:
1. La Seguridad Social: Cada ser humano tiene el derecho a gozar de una protección social efectiva durante toda la vida, para lograr la satisfacción plena de sus necesidades en una sociedad más solidaria.
2. Condiciones y medio ambiente dignos de trabajo.
3. Ecología y medio ambiente: Cada persona tiene el derecho legítimo de vivir en un medio ambiente ecológicamente sano y en igualdad de condiciones.
Con esta matriz es imprescindible centrar y radicalizar el tema desde un horizonte de comprensión cuyos ejes lo constituyen lo cultural, lo antropológico y lo ético:
a) Replantear la relación entre naturaleza y cultura en donde desaparezca el carácter despótico, expoliador y arbitrario que
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