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LOS HUMANOS TENEMOS BICHOS


Enviado por   •  8 de Agosto de 2014  •  1.457 Palabras (6 Páginas)  •  271 Visitas

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Los billones de bacterias que habitan en el ser humano no son enemigos sino aliados que podrían tener la clave para entender y tratar enfermedades como diabetes, asma y autismo.

Autor: El cíclope miope

El hombre ha vivido en guerra permanente contra las bacterias y durante casi un siglo las ha combatido con los más sofisticados antibióticos. Sin embargo, esa visión negativa de estos y otros microorganismos que habitan en el cuerpo humano está cambiando y ahora los médicos los ven como aliados

estratégicos para la salud. Este cambio de paradigma se dio a partir de los hallazgos del proyecto del microbioma humano, que, según lo define Jeremy Nicholson, una autoridad mundial en el tema, “es el grupo de genes en las bacterias que viven dentro de cada individuo”.

Se calcula que hay por lo menos 3 billones de bichos en el estómago, la boca, la piel y el cuero cabelludo de un individuo. Son tantos, que una persona tiene más material genético microbiano que humano.

En este ecosistema se da una relación simbiótica: las bacterias, como cualquier huésped que se respete, agradecen los nutrientes y el albergue de su anfitrión y le retribuyen ayudándole con procesos metabólicos, afinando el sistema inmunológico y colaborando con la digestión de los alimentos. “Los microbios se comunican con su anftrión para que no los pongan de patitas en la calle”, dice Sven Petterson, del Instituto Karolinska en Suecia.

Pero, a veces, cuando ese equilibro del microbioma se interrumpe, aparecen las enfermedades. En entrevista con SEMANA, Nicholson señaló que se ha encontrado una relación entre ciertas anormalidades en dicho ecosistema y úlceras gástricas, desórdenes autoinmunes, el síndrome de colon irritable, el cáncer de colon, las enfermedades coronarias e incluso problemas neuropsiquiátricos.

Amigos con beneficios

Esa danza sincronizada entre los gérmenes y su anfitrión comienza al nacer. A su paso por el canal vaginal, el recién nacido absorbe un tipo de bacterias conocido como Lactobacillus johnsonii, que prepara su estómago para digerir la leche materna. Esta última aporta por lo menos 600 especies más de bacterias. La leche, además, contiene cierto tipo de azúcares que el bebé no puede digerir, pero que, según Nicholson, alimenta a los gérmenes que ya habitan en su intestino. Se calcula que a los 3 años un infante ya tiene un microbioma adulto único, producto de su exposición a gérmenes en el ambiente y en la dieta.

Se sabe que algunas de estas especies, como Bacteroides Thetaiotaomicron, ayudan a descomponer cierto tipo de alimentos que el organismo no podría absorber, como los carbohidratos complejos. Dicha bacteria los convierte en azúcares de fácil absorción para el intestino.

Hace poco, sin embargo, se descubrió que el microbioma tiene funciones más complejas como controlar el sistema inmune.

Sarkis Mazmanian, biólogo de la Universidad de California, encontró que una de estas bacterias, B. Fragilis, trabaja en llave con los linfocitos, soldados que defienden el cuerpo de invasores y se encargan de producir la respuesta inflamatoria que cualquier individuo ha sentido ante una infección: aumento de la temperatura y dolor. Para evitar que el sistema inmune organice una ofensiva exagerada y ataque el propio cuerpo, B. Fragilis le ordena producir linfocitos reguladores. Lo interesante es que estos a su vez les indican a los linfocitos proinflamatorios que no ataquen a B. Fragilis. Como dice Juan Manuel Anaya, experto en enfermedades autoinmunes, “el sistema se asegura de que la relación entre nuestro organismo y los microbios se mantenga sin generar enfermedad”.

En la salud y en la enfermedad

Según David Relman, de la Universidad de Stanford, la salud significa “propender por mantener el hábitat, fomentar las especies auctóctonas y eliminar las invasoras”. Desde esta perspectiva es que se producen las enfermedades. Pero no se trata de las infecciones comunes que desde hace tanto tiempo los médicos combaten con antibóticos, sino de males que antes no estaban ligados a las bacterias.

Nicholson, por ejemplo, encontró que el ácido fórmico, que se detecta en la orina, es indicador de alta presión arterial, uno de los factores de riesgo de infarto. Como las bacterias del intestino son las mayores productoras de esta sustancia, Nicholson cree que hay una relación estrecha entre estos microbios y la hipertensión.

Ciertas bacterias contribuyen además con el proceso de aterosclerosis, otro marcador de riesgo en la enfermedad coronaria. Stanley Hazen, de la Clínica Cleveland, en Ohio, observó ratones sometidos a una dieta para que desarrollaran aterosclerosis, un proceso

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