La Lampara Maravillosa
alew6 de Abril de 2014
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Foro de comunicación, “La lámpara maravillosa” por William Ospina
FORMACIÓN ARTÍSTICA EN CONTEXTOS DE NEGACIÓN
Antes de comenzar, hay que tener en cuenta que un concepto como formación artística (al hablar de los campos educativos) hace referencia a un método de enseñanza que toma base en campos artísticos como: educación plástica y visual, educación musical y educación expresiva del cuerpo.
William Ospina dice en el cuarto capítulo de “La lámpara maravillosa”, “Hoy el mundo se ha vuelto como los mapas: se ha llenado de palabras, y esas palabras no siempre sirven para aclarar la realidad, a menudo se las utiliza más para confundir y engañar” (1). Esto, para llegar al punto de que como futuros maestros y en general como personas, a lo largo de una sola vida nos enfrentamos a diferentes campos de acción que exigen cambios, que exigen un manejo diferente del contexto, algo que se puede definir con el simple hecho de la respiración o manejo corporal, y aún así, a lo largo de esa misma vida vamos cultivando la mente de cierto modo alejada del cuerpo, es decir, se cultiva la parte encargada de la memoria, ya sea con formulas, con estructuras, con recetas con discursos, etc. Y mientras se cultiva la memoria, el valor del cuerpo va perdiendo poco a poco significado (bueno, sin dejar de lado la parte atractiva del cuerpo y su interferencia con las relaciones de sociedad), la mente aunque está directamente conectada a nuestro cuerpo, por momentos se aleja de éste, dando paso a simples palabras, palabras que sin un sentido podrían ser nada. El artista no se hace artista por sus herramientas, el artista es artista por su arte.
Pero, ¿Cómo se puede esperar que la educación tenga personajes con hábitos artísticos y forjadores de patrones mutables, sí las ideas se embolsaron en campos meramente institucionales y lucrativos?; al entrar en debate y tomar como un punto de lo anteriormente mencionado, las TIC (Teorías de la información y comunicación) con su fundamentación de las “redes comunicativas”, puesto que éstas han incitado la conformación y revaloración de saberes meramente ligados a la trata de investigaciones desde campos electrónicos y comunicativos, llevando a las ideas a dedicarse sólo a la transición y comunicación de las mismas, sin un método, sin un nada, volviendo de nuevo a que por esto siguen siendo solo palabras más que ideas.
Y con todo esto, ¿Dónde queda el saber y el saber-hacer?, ¿Dónde queda el sentido estético por lo que se ama y apasiona mas no por lo que produce bienes lucrativos?... El artista, en estos tiempos no tiene cabida en la educación, y mucho menos si su trabajo está despropiado de las redes comunicativas.
Es más, ni siquiera es bien aceptada, dentro de una familia promedio, la idea de que uno de los integrantes (hijos en éste caso, obviamente) estudie en primera algo relacionado con una ciencia humana, ya sea psicología, sociología, filosofía o en su defecto alguna licenciatura; y si así es la reacción de un padre o una madre frente a una decisión de carrera dentro de lo lucrativamente normal, ¿cómo reacciona el mismo padre al enfrentarse con un hijo artista?
El artista, como lo nombra Ospina, es un recopilador de vocaciones, talentos y disciplinas que no están enseñadas dentro de reglas totalmente formales, por así decirlo; el artista es por su talento, es por su vocación y es por su disciplina y entrega a lo que hace. Es así que la educación, desde su primer arranque conductista, tradicionalista y formal, de cierto modo cohíbe que una pedagogía sea eso, PEDAGOGÍA, por sus mismas intensiones tan tergiversadas. Con todo esto, ¿para qué el poeta?, ¿para qué el músico?, ¿para qué el bailarín?, ¿para qué crear?, si según el gobierno y las diferentes entidades institucionales educativas todo lo relacionado con innovación y emprendimiento se encuentra
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