La Realidad
karito209520 de Mayo de 2013
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El Saber filosófico
Rodrigo Martínez Casás - Filosofía General.
1. Aproximación
La filosofía es a la vez una actividad de la que todos hemos oído hablar, pero que casi nadie sabría explicar en que consiste. Desde el punto de vista sociológico, podríamos decir que la ciencia, en el sentido explicado en la unidad anterior, es un saber del que estamos medianamente informados, no solamente por la educación formal que hemos recibido en la escuela, sino por la difusión de que gozan sus descubrimientos y la importancia que le asignamos para el bienestar de nuestras vidas. Sin embargo, en todo momento tendemos a tomar respetuosa distancia, como sabiendo que se trata de un oficio que no es para nosotros, que exige un talento y una dedicación muy especiales de los que la mayoría estamos excluidos.
Con la filosofía parece ocurrir lo contrario. A todos se nos presenta la oportunidad, casi a diario, de ejercitar algún tipo de planteo o reflexión filosófica. En la sobremesa, en las charlas de café, en ciertos comentarios humorísticos, en la peluquería del barrio o en un velatorio, quien mas, quien menos, deslizamos alguna idea o parecer que podría identificarse como filosófico. En temas como la crisis de valores, la decadencia de las costumbres, los caprichos del amor o misterio de la muerte todos tenemos alguna opinión. No obstante, resulta infrecuente que alguien sea capaz de responder a la pregunta “¿Qué es la filosofía?”. De hecho, hasta puede sorprendernos que alguien estudie filosofía o se dedique a ella de algún modo.
Pese a ello, la filosofía parece ser un ejercicio natural, e inconsciente quizá, de nuestro espíritu, y este detalle no debe descuidarse a la hora de intentar una caracterización de esta disciplina. Para muchos, la filosofía es entendida o simplemente vivida como una serie de pautas o normas de conducta, que son última instancia consecuencias de una escala de valores, de una definición de prioridades que afectan al conjunto de nuestra existencia. Evidentemente, nadie incluiría en este concepto ciertas costumbres triviales, como calzarse primero el pie derecho o comer la fruta con cáscara. Pero si se trata de una decisión medianamente comprometedora, como por ejemplo en cuestiones de dinero , o en nuestra relación con el estado, o con los amigos, entonces se pone en juego eso que llamamos filosofía de vida. Un caso particularmente revelador es el de la actitud ante los contrastes de la vida. Cada vez que sobreviene alguna dificultad, o fracaso, o frustración, tomamos conciencia de que la vida es frágil y la suerte no siempre nos acompaña. Entonces depende de nosotros el dejarnos abatir, el bajar los brazos y someternos, o por el contrario asumir las desventuras “con filosofía”, es decir, con fortaleza, equilibrio y serenidad, teniendo presente cual es el autentico valor de cada cosa y por donde orientar la propia vida.
Esta caracterización, más bien coloquial y espontánea, tiene mucho que ver con lo que verdaderamente es la filosofía. Por una parte, en cuanto pretende llegar a la razón última de las cosas, es natural esperar que la filosofía nos proporcione la idea justa acerca del bien, y por lo tanto de medida de cada cosa con relación al bien. De ahí es posible extraer una jerarquía de valores. Para poner un caso, si asumimos la concepción del hombre como ser espiritual, tendremos que admitir que los valores del espíritu (el conocimiento, la virtud, la amistad, el patriotismo) son cualitativamente superiores a los del cuerpo (la salud, el placer, el dinero). Uno de los mayores desafíos de la filosofía es plantear una escala de valores mas allá de lo personal o subjetivo, una escala absoluta que no dependa de lo emocional o de otras circunstancias particulares.
No menos importante que la investigación en el ámbito teórico es la que se lleva a cabo en el ámbito práctico: quiero aludir a la búsqueda de la verdad en relación con el bien que hay que realizar. En efecto, con el propio obrar ético de la persona actuando según su libre y recto querer, toma el camino de la felicidad y tiende a la perfección. También en este caso se trata de la verdad. Es, pues, necesario que los valores elegidos y que se persiguen con la propia vida sean verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la persona realizando su naturaleza. El hombre encuentra esta verdad de los valores no encerrándose en si mismo, sino abriéndose para acogerla incluso en las dimensiones que lo transcienden. Esta es una condición necesaria para cada uno llegue a ser si mismo y crezca como persona adulta y madura. Fides et Ratio n.25
Justamente, si se reconoce esa jerarquía de valores, no puede sino exigirse un comportamiento acorde al sentido de las cosas con las que nos relacionamos. En este sentido, nadie puede justificar un propósito suicida porque le han robado el auto o ha perdido a su mascota. Cuando vemos de qué manera reaccionan las personas ante la tragedia, o ante el éxito y la fama, o ante la injusticia, nos damos cuenta de cómo ven las cosas, es decir, cual es su concepción filosófica.
2. La pregunta filosófica
Imaginemos esta escena: un recinto amplio e importante, muy concurrido por personas que marchan a prisa para un lado y para otro. Puede ser el salón de la sede central de algún banco, o una repartición pública, o una estación terminal de ferrocarril. En un lugar visible hay un escritorio con un cartel que dice INFORMACIONES. Detrás de el, un circunspecto señor prolijamente uniformado atiende las consultas del público. “¿Cómo se completa este formulario?”“¿A qué hora parte el tren para…?” “¿Dónde queda el baño?” Todas esas preguntas tienen que ver con lo que llamamos información. Se trata de ciertos conocimientos que tienen en común algunas características, a saber, son:
• Prácticos: se refieren a algo que hay que hacer, es un dato esencialmente útil (nadie preguntaría en ese lugar cosas tales como el nombre de los planetas del Sistema Solar, o la ubicación de los matafuegos si no se ha producido un incendio).
• Concretos: aluden a una situación planteada en términos definidos de espacio y tiempo, o que afectan a determinada persona (una consulta abstracta seria, por ejemplo, cual es el lugar mas indicado para instalar un baño en un lugar público, o por que los trámites son inevitables en la vida).
• Urgentes: la respuesta no acepta demora o postergación, tiene que ver con una necesidad relativamente perentoria (seria un despropósito contestar a quien pregunta por una ambulancia “Tenga a bien volver mañana, que para entonces lo averiguare.”).
Ahora bien, ¿Qué sucedería si se aproxima al escritorio de Informaciones una persona que pregunta: “Dígame, ¿Por qué existe algo y no la nada?” Seguramente el empleado se sentiría desconcertado. Y no porque la pregunta sea insensata. Todo lo contrario, es un planteo que tiene mucho sentido. Pero indudablemente no es ese el lugar indicado para formularla. Y la razón es que esa clase de conocimientos no se pueden considerar como mera información. Veamos:
• No son asuntos prácticos: ningún aspecto de la vida cotidiana depende de la respuesta que le demos. Estamos de acuerdo en la importancia formativa que tiene el saber con respecto a estos temas, pero debe admitirse que uno podría llevar adelante su vida y hasta destacarse en su trabajo, su profesión o sus relaciones sociales, sin haber dado la respuesta a ellos, o incluso sin habérselos planteado.
• No son asuntos concretos: en ellos aparecen involucradas todas las cosas, o todas las personas, o todas las épocas de la historia. Cuando hacemos preguntas tales como “¿Cuál es el sentido de la vida?” o “¿Qué es la verdad?”, no pensamos en la vida de alguien en especial, o en la verdad acerca de algún tema especifico.
• No son asuntos urgentes: ciertamente que podemos estar muy interesados en resolverlos, pero la respuesta que buscamos tiene tal trascendencia que no nos permitimos un error provocado por el apresuramiento. Desde el comienzo sentimos que son cuestiones graves y densas que demandan una reflexión intensa y sostenida, y seria irreverente contestarlas con ligereza, o a modo de un recetario de autoayuda.
Esta comparación nos permite distinguir entonces, cómodos niveles de indagación. La información es una respuesta definitiva y expresada de modo exhaustivo. La distancia entre la Tierra y el Sol es un número, y nada más. La causa del SIDA es un virus, y una vez identificado ya no tiene sentido buscar nada más. En general, los problemas así entendidos son objeto de las ciencias particulares. Y por este motivo las cuestiones científicas suelen restringirse a una época determinada: la naturaleza del fuego, la estructura del Sistema Solar, el tamaño de la Tierra, la causa de la lluvia o de las erupciones volcánicas, el antídoto contra la poliomielitis, son temas ya superados que ceden su puesto a otros todavía no resueltos. A veces es posible que no se llegue a una respuesta. Algunos problemas pueden estar más allá del alcance natural de la razón humana. Tal vez nunca sepamos como fue el origen del Universo, o cuando apareció el hombre sobre la Tierra, o cuál es el tratamiento eficaz e infalible contra el cáncer. Pero ello no quita que esa respuesta sea expresable de un modo concreto y terminante, alguna vez.
Ahora bien, aquellas preguntas que van más allá de lo que llamamos información constituyen los planteos filosóficos. Hay en ellos algo inasible y misterioso, pero no en el sentido de lo oscuro o irracional. En verdad, sucede lo contrario. No podemos comprender del todo la respuesta a esas preguntas porque tienen demasiada luz. En el ejemplo
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