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Las Ciencias de la Dirección


Enviado por   •  21 de Mayo de 2015  •  Tesis  •  3.710 Palabras (15 Páginas)  •  226 Visitas

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En el área de las Ciencias de la Dirección, parece que fue Chester Barnard el primero en poner de manifiesto la relevancia de la ética para el liderazgo. Lo comprobamos en su célebre obra The Functions of the Executive, cuya primera edición es de 1938, donde sostiene que el liderazgo está compuesto por dos dimensiones: una técnica y otra ética, o “de responsabilidad”. Tanta importancia otorga a esta segunda dimensión que llega a escribir que "las organizaciones perduran en proporción a la altura de la moralidad según la cual son gobernadas (...). Por lo que la fortaleza de una organización depende de la calidad de su liderazgo; y esa calidad, a su vez, deriva de la categoría de la moralidad sobre la que se apoya Sin embargo, y a pesar de que las ideas de Barnard recibieron buena acogida entre autores tan influyentes en materia de liderazgo como Selznick (1957), el interés de los investigadores se concentró de manera predominante en la dimensión técnica y, concretamente, en la racionalidad inserta en la toma de decisiones, por lo que las cuestiones relativas a la categoría moral del líder quedaron arrinconadas. Como intentaré poner de manifiesto en este artículo, la dimensión ética del liderazgo apenas ha vuelto a merecer atención por parte de la comunidad científica hasta fechas recientes. De hecho, resulta infrecuente encontrar menciones explícitas a la ética en la literatura especializada en liderazgo, por lo que cabría preguntarse si Barnard efectivamente tenía razón, si realmente existe algún componente ético en la función del líder. Y, de existir, ¿qué papel le corresponde? La respuesta a esta pregunta pasa por retrotraernos a la literatura general sobre liderazgo, pues parece sensato pensar que cualquier investigación rigurosa acerca de la dimensión ética del liderazgo deberá partir de un buen conocimiento previo de las principales concepciones del mismo. Ahora bien, ¿existen puntos de coincidencia entre esas diferentes concepciones? Si seguimos la senda marcada por muchos estudiosos del concepto de liderazgo, llegaremos a responder afirmativamente a esa pregunta presentando una definición común de tal concepto. De hecho, algunos estudiosos creen que si se ponen de acuerdo en una definición común de liderazgo tendrán una mejor comprensión del mismo. Joseph Rost reunió ¡doscientas veintiuna definiciones! del término “liderazgo”. Después de revisarlas, uno descubre que el problema de la definición no tiene relación con las definiciones per se. Las doscientas veintiuna definiciones dicen fundamentalmente lo mismo: el liderazgo tiene que ver con una persona que logra que otras hagan algo. Donde las definiciones difieren es en cómo los líderes motivan a sus seguidores, y en quién tiene voz y voto para diseñar los objetivos del grupo o de la organización. Por ejemplo, una definición de los años veinte dice que “el liderazgo consiste en la habilidad de inculcar la voluntad del líder en aquéllos que son dirigidos y de inducir la obediencia, el respeto, la lealtad y la cooperación”2. En los años noventa se ha definido el liderazgo como “una relación de influencia entre líderes y seguidores que desean cambios reales, que al mismo tiempo son reflejo de sus objetivos mutuos”3. Todos podemos pensar en líderes que encajan en ambas descripciones. Algunos utilizan su poder para obligar a la gente a hacer lo que quieren; otros trabajan con sus seguidores para conseguir lo que mutuamente consideran que es mejor para todos. La diferencia entre las definiciones se reduce a una pregunta formal: “¿cómo deberían los líderes tratar a los seguidores, y cómo los seguidores deberían tratar a los líderes?”. Los estudiosos que tratan de elaborar la definición definitiva de liderazgo plantean una pregunta incorrecta, pero sin darse cuenta están contestando a la correcta. La pregunta indiscutible sobre el liderazgo no es “¿cómo se define el liderazgo?”, sino “¿en qué consiste un buen liderazgo?”. El uso del término bueno toma aquí dos sentidos: “moralmente bueno” (ético) y “técnicamente bueno” (eficaz). Si uno es buen líder en ambos sentidos, entonces se forma una conjunción lógica. En otras palabras, para que la afirmación “ella es un buen líder” sea verdad, tiene que ser cierto que ella es eficaz y ética. La pregunta “¿qué es un buen líder?” es, hoy en día, central en muchos debates públicos sobre el liderazgo. Y es que queremos que nuestros líderes sean eficaces y éticos. No obstante, es más común decir que los líderes son buenos si son eficaces, pero no éticos. Al sostener esta afirmación se corre el riesgo, a mi juicio, de no valorar las consecuencias que puede tener para la supervivencia de la empresa el que a medio y a largo plazo se opte por la eficacia en detrimento de la ética. Este conflicto entre eficacia y ética es patente en el denominado “dilema de Hitler”4. La respuesta a la pregunta: “¿fue Hitler un buen líder?” resulta afirmativa, si definimos al líder como alguien eficaz a la hora de aglutinar a un gran número de personas para realizar una tarea. La respuesta es negativa si la tarea es inmoral y/o si se ha llevado a cabo utilizando medios inmorales. En otros términos, el liderazgo no consiste solamente en la eficacia. Su calidad también depende de la ética de los medios y los fines de las acciones que emprende. Por ejemplo, el héroe popular Robin Hood utiliza medios inmorales para lograr fines moralmente dignos –roba a los ricos para dárselo a los pobres. La mayoría de nosotros preferiría tener líderes que hacen lo correcto, de la manera apropiada, y por motivos adecuados. Ahora bien, nuestro modo de evaluar el impacto de los valores del líder en una organización también depende de la teoría de liderazgo que adoptemos. A lo largo del siglo XX hemos asistido a una proliferación de modelos de liderazgo, que hacen hincapié, cada uno de ellos, en algún aspecto sobresaliente, a saber, en determinados rasgos de la personalidad del líder, en el carisma, en la situación, etc. Lo anterior explica que el término “liderazgo” haya experimentado una evolución muy acusada, aunque siga conservando idéntico común denominador. La variación vendrá del énfasis que se ponga en la descripción de alguno de los elementos presentes en la definición.

MODELOS DE LIDERAZGO Hemos de remontarnos a casi un centenar de años para encontrar las primeras propuestas de modelos de liderazgo. Tales modelos no deben ser entendidos como enfrentados sino como complementarios, hasta el punto de que los más recientes procuran abarcar a los precedentes, aunque no siempre lo logren. Por otra parte, la clasificación nos va a facilitar el análisis e identificación de las implicaciones éticas de cada uno de los modelos.

El liderazgo del rasgo o teoría del “Gran Hombre” A principios

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