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Ley De La Matematica

jecoolm5 de Diciembre de 2014

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III. ETIOLOGÍA DE LA DELINCUENCIA ECONÓMICA

La delincuencia económica, como tal fenómeno delictivo, constituye objeto de estudio predilecto para amplios sectores de la criminología actual. En este apartado veremos aquellas posiciones que, al estilo de la criminología tradicional, tratan de encontrar una explicación patológico-individual, las modernas teorías de la sociología criminal y las explicaciones marxistas de los teóricos de los países del Este. Todas estas teorías, entre otros defectos, pecan de visión parcial del objeto. Al final del apartado resumimos aquellos factores causantes de esta clase de delincuencia que resultan comúnmente admitidos por todos.

1. La personalidad del autor como explicación causal

Como fórmula explicativa de la delincuencia económica se ha hecho famoso el Psicograma de Mergen, quizá por lo sugestivo de su contenido, por su novedad y, probablemente, también por su virulencia cáustica y mordaz en la descripción de la estructura psíquica de esta clase de delincuente.

El psicograma de Mergen puede exponerse en los siguientes puntos:

Materialismo. El delincuente de cuello blanco sólo concede valor a los bienes materiales apreciando los valores ideales, intelectuales o morales únicamente por su precio y como medio para mejor enriquecerse. El síntoma capital de este sujeto es la avidez en la búsqueda incontrolable de provecho material. Se trata de un comportamiento automáticamente maníaco. Igual que el toxicómano necesita aumentar sin cesar la dosis de la droga, el maníaco del lucro necesita afrontar empresas cada vez más difíciles. Su tensión patológica se libera con la ganancia, siendo su psicología, en este sentido, similar a la del jugador.

Egocentrismo y narcisismo. Su personalidad no pasa el estadio primario del egocentrismo, sin desarrollo de su afectividad y sin apertura a la vida racional. La fijación en la actitud afectivo-emocional egocéntrica les imposibilita el contacto sufriendo de fría soledad que compensan mostrándose generosos, pródigos, mecenas de las ciencias y las artes y caritativos. Su narcisismo le hace sentirse medida y criterio de los demás, soberano e insensible a las críticas, traducido en su ropa o en los símbolos modernos de la situación social; el automóvil, el chalé, las joyas.

Dinamismo y audacia. Están presos de un extremo dinamismo propio de su carácter primario y de su optimismo egocéntrico que les impide calibrar los riesgos. Esta vitalidad les concede facilidad de persuasión. Inteligencia. Son refinados, quizás también inteligentes, pero muy raramente cultos. Su inteligencia va dirigida al éxito inmediato. Tienen más facultades para la combinación que para la abstracción. No es violento, pero usa su inteligencia en contra de lo que sea preciso sin inhibición alguna.

Peligrosidad. Pese a que el observador superficial ve en ellos honorables ciudadanos favorecidos por el destino, lo cierto es que la combinación de una fuerte potencialidad criminal y una gran capacidad de adaptación social le hacen uno de los criminales más peligrosos. Su peligrosidad se acentúa al ignorar todo límite ético.

Hipocresía. Su frialdad e inmoralidad contrasta con su papel social de mecenas y hombre alentador de grandes causas. Mergen demuestra esta actitud hipócrita analizando con gran virulencia las memorias de conocidos grandes hombres de negocios como Carnegie, Rockefeller y Krupp.

Neurosis. La manía del lucro provoca deficiencias graves de afectividad que permite encontrar numerosos neuróticos con dificultades de comunicación humana y con un característico comportamiento sexual de impotencia coeundi y generalmente amoris.

Conciencia de culpabilidad. Comparado con un delito común, el delito económico no provoca ninguna reacción social, y un delito que no provoca ni efecto de choque (afectividad) ni fantasía, no se considera un delito. Esto explica que el autor carezca de conciencia de culpabilidad.

Esta descripción de la personalidad del delincuente económico ha sido muy criticada. Pese a que Mergen confiesa basar sus conclusiones en encuestas personales, examen de procesos judiciales y análisis de tratamientos psicoterapéuticos, observa Opp que su método, aparte de otros graves defectos, no es fiable porque no da prueba alguna de la realidad de los análisis que dice haber efectuado. De otro lado, sus conclusiones adolecen de vaguedad e imprecisión. Por ejemplo, Zybon no considera expresivo calificar al autor de inteligente, pero no culto porque no se aclara previamente qué se entiende por inteligente, o cómo se mide la cultura. Además no explica a qué delitos (delito fiscal, espionaje industrial, estafa, etc.) conduce la personalidad descrita, ya que la propia variedad de manifestación de la delincuencia económica evidencia la existencia de una variada tipología criminal. Por último, critica Zybon, con cierto humor, la tesis de la neurosis de impotencia sexual que se atribuye al delincuente. Según este autor tal impotencia no concuerda con la enorme capacidad de adaptación social que se le atribuye, aparte de no corresponder a los últimos reportajes de prensa que, si son fidedignos, más bien demuestran la extraordinaria capacidad sexual del delincuente.

Ciertamente la tesis de Mergen en su conjunto no parece corresponder a la realidad por lo desorbitado de algunas de sus conclusiones. Hoy la descripción del delincuente económico como ser enfermo no encuentra consenso alguno. Más bien ha de entenderse como Cressey que el delincuente económico carece de personalidad anormal o patológica. Esto no impide, sin embargo, que parte de la descripción de Mergen coincida con factores personales comúnmente admitidos como veremos al final del apartado.

2. Teorías de orientación sociológica

Se ha dicho que la delincuencia de cuello blanco constituye el “banco de prueba” de las teorías criminológicas. Y en efecto, toda una corriente de sociología criminal que hunde sus raíces en el pensamiento de Durkheim, está condicionado por el nuevo fenómeno de la delincuencia económica. No es casual, en este sentido, que una de las primeras teorías en importancia, la de la asociación diferencial, haya sido creada por el propio Sutherland. Y sucesivamente las distintas teorías han tenido que pasar, como comprobaremos en parte, por la prueba de la delincuencia económica.

Esta corriente sociológica que se conduce por la línea de la llamada sociología de la desviación y aboca, de alguna manera, en la “Nueva criminología” o “criminología crítica” de inspiración marxista, parte de un par de postulados comunes. De un lado el pensamiento de Durkheim en el sentido de que la conducta social es una conducta regulada, lo cual posibilita la existencia de comportamientos irregulares. Se puede decir, así, que la creación y aplicación de las normas determina el conjunto de la delincuencia de una sociedad. De este modo la delincuencia se presenta como un acontecer ordinario de la vida social, siendo la otra cara de la regulación social. De otro lado, y como consecuencia del anterior, esta corriente de la sociología criminal se presenta como ruptura con la perspectiva tradicional de la criminología. Ya en Sutherland se pretende rechazar la explicación de la delincuencia como producto de la desorganización familiar, la pobreza, la falta de afecto materno o del cromosoma “Y” extra. La nueva delincuencia económica permitía demostrar esto y hasta permitía alguna ironía como la de quien apuntaba no haber razón para pensar que la General Motors sufre “complejo de inferioridad” o “complejo de Edipo” o “tendencias suicidas”.

Tres han sido las teorías que se aplicarían directamente al fenómeno de la delincuencia económica: la teoría de la asociación diferencial de Sutherland, la de la anomia de Merton y la labeling-theory.

A. Teoría de la asociación diferencial

La teoría de la asociación diferencial (differential association) fue formulada por Ed. H. Sutherland en 1939 en su manual Principles of Criminology y aplicada en 1949 para el esclarecimiento de la delincuencia de cuello blanco. Sutherland rechaza las explicaciones psiquiátricas del comportamiento criminal o “desviado”, de inútil aplicación en los delitos económicos cometidos por grandes empresas, y las explicaciones que afectan a una clase social particular. La teoría de Sutherland quiere ser una teoría explicativa del delito con independencia de la condición socio-económica del autor. La conducta criminal, como cualquier otro comportamiento, es consecuencia del aprendizaje a lo largo de un proceso de “interacción” con los demás. Como consecuencia de ello se produce a todos los niveles de la sociedad y no sólo en las clases inferiores como se entendía tradicionalmente.

Esta teoría fue expuesta por Sutherland en nueve puntos: 1) El comportamiento criminal se aprende, no se hereda ni se inventa. 2) Se aprende en contacto con otras personas por un proceso de comunicación. 3) Se aprende, sobre todo, en el interior de un grupo reducido de relaciones personales y no por medios impersonales, como la televisión. 4) El aprendizaje comprende: a) enseñanza de técnicas de comisión de la infracción, y b) la orientación de los móviles, impulsos, razones y actitudes. 5) La orientación de los móviles está en función de la interpretación favorable o desfavorable de las disposiciones legales. 6) Un individuo se convierte en criminal cuando las interpretaciones desfavorables de la ley preponderan sobre las favorables, siendo esto lo que constituye el principio de la asociación diferencial. 7) La asociación diferencial puede variar según la frecuencia, duración, prioridad e intensidad. 8) La formación

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