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Los países latinoamericanos

Tesis5 de Febrero de 2014

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los países latinoamericanos en 3:

-Los que habían crecido rápidamente pero tenían un ingreso concentrado

-Los que tenían un ingreso con una distribución decente pero un crecimiento estancado e ingreso concentrado

-Los que tenían un ingreso concentrado y el crecimiento era casi nulo.

• Enrique Iglesias. Fue Secretario Ejecutivo en 1984 e instauró el nombre de “la década perdida”. Es un promotor del libre comercio y del multilateralismo, teniendo una participación decisiva en la creación de préstamos al desarrollo, y tuvo un interés especial en la energía.

División internacional del trabajo:

La división internacional del trabajo es la división del proceso de producción mundial entre países y regiones mediante la especialización en la realización de determinados bienes. El fenómeno es parte de un proceso más general de la economía moderna, la división del trabajo, y es una de las modalidades de la división espacial del trabajo.

Lo que diferencia principalmente la división internacional del trabajo moderna de las antiguas características productivas locales que impulsaron el comercio y las ferias en la antigüedad (la seda china, las alfombras persas, el marfil hindú, etc.) es la presencia del diseño consciente de la división espacial.

En la Antigüedad no había ningún centro económico que tomara decisiones técnicas sobre la conveniencia de especializar ciertas regiones en la producción de determinados bienes. Esta situación cambió notablemente a partir de la Conquista de América y la colonización de gran parte del mundo por las potencias europeas, que le asignaron a las colonias el papel de productor de materias primas, llamadas originalmente frutos del país.

A medida que Europa fue lentamente descolonizando el mundo entre el siglo XIX y mediados del siglo XX, las decisiones económicas sobre el mejor modo de dividir la producción mundial fue pasando a los grandes grupos empresarios y financieros. En la actualidad, son principalmente las empresas multinacionales, responsables del 75 % de la producción mundial, las que toman las decisiones fundamentales sobre división internacional del trabajo.

La crítica desarrollista de la división internacional del trabajo:

Luego de la Segunda Guerra Mundial un grupo de economistas latinoamericanos agrupados en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL de las Naciones Unidas, entre los que se destacan el argentino Raúl Prebisch y el brasileño Celso Furtado, concluyeron que la división internacional del trabajo era un factor decisivo para el desarrollo económico de las naciones, dando origen a una escuela económica que se ha conocido como desarrollismo o estructuralismo.

El desarrollismo sostiene que la división internacional del trabajo, tal como se encontraba dada a mediados del siglo XX, dividía el mundo en dos: un pequeño grupo de países dedicados a producir bienes industriales y el resto de los países dedicados a producir materias primas. En el comercio internacional las materias primas, en general, pierden valor relativo frente a los bienes industrializados, en un fenómeno que fue llamado deterioro de los términos de intercambio. De este modo los países productores de materia prima necesitan producir cada vez más para comprar lo mismo, descapitalizándose a favor de los países industrializados. Por esta razón el desarrollismo sostiene que la industrialización era un proceso ineludible para el desarrollo económico de un país, y que los estados nacionales deben establecer políticas industriales que promuevan el desarrollo industrial en cada país.

La división internacional del trabajo explica cómo cada país se inserta en la economía mundial y abarca a cuestiones tales como: quiénes son los países que suministran las materia primas, quiénes los que producen los bienes industriales más complejos, cómo se orientan las inversiones y los flujos comerciales internacionales, cuáles son las monedas aceptadas universalmente como instrumentos de pago. La respuesta a estas cuestiones define la jerarquía de los estados según criterios no estrictamente económicos, sino que integran relaciones de fuerza políticas y militares.

División internacional del trabajo y empresas transnacionales:

Las empresas transnacionales desempeñan un papel fundamental en la globalización. Por ejemplo, el aumento de cuota global de mercado de China se ha debido en buena medida a las empresas de capitales extranjeros y a las uniones temporales de empresas (joint-ventures). Para las transnacionales la demanda doméstica interna es cada vez menos relevante, ya que una parte creciente de sus ventas y beneficios depende del mercado mundial. Vicenç Navarro ha recordado que mientras en 2001 el 32% de los ingresos de las 500 compañías estadounidenses más importantes procedían del extranjero, ese porcentaje se ha incrementado al 48% en el 2008, con lo que la ciudadanía deja de tener importancia para esas empresas, ya que la caída de su capacidad adquisitiva y, por lo tanto, de la demanda, está siendo sustituida por la proveniente de las “nuevas clases medias” de los países emergentes, en un contexto en el que los ingresos de la mayoría de los asalariados de los países avanzados quedan bloqueados o retroceden.

Alternativas a la actual división internacional del trabajo:

Los imperativos de la lucha contra el calentamiento climático exigen acercar los lugares de producción a los de consumo, rompiendo con las cadenas internacionales que, además de laminar los derechos de los trabajadores y trabajadoras, dan lugar a enormes consumos de energía para el transporte a miles de kilómetros de los diversos elementos que forman parte de los bienes producidos. El caso de la fabricación de automóviles, en la que los componentes pueden provenir de quince o más países, es representativo de esta lógica. Como expone Coutrot, «es necesario reducir sustancialmente el comercio internacional de mercancías y favorecer una relocalización de las actividades», añadiendo que el libre comercio no es sostenible social, ecológica y democráticamente, por lo que —añade— «es necesaria una política cooperativa y multilateral de relocalización» que se oponga a las estrategias de localización de las empresas multinacionales. Es, sin embargo, discutible su propuesta de integración en el coste de los productos el coste medioambiental ligado a la producción de los gases de efecto invernadero mediante la instauración de una tasa kilométrica sobre las distancias recorridas por las mercancías, por cuanto que el “coste” medioambiental no es evaluable monetariamente y debe ser resuelto mediante regulaciones públicas de salvaguardia, en este caso internacionales.

Las luchas contra los procesos de desindustrialización que afectan a muchos países avanzados, para que sean progresivas, exigen el cuestionamiento de los componentes del neoliberalismo: hegemonía del capital y de las instituciones financieras, financiarizacion y globalización. En otro caso, como acreditan los ejemplos alemán y estadounidense, minarán las conquistas populares de las últimas décadas, mientras que no contribuirán claramente a la restauración del empleo.

Succión del excedente:

Entendemos el excedente económico como la fracción del producto social neto, que en las sociedades de clases es producido por las clases que realizan el trabajo productivo y que es apropiado por las clases y/o fracciones de clase dominante, para que sea utilizado en consumo privado, acumulación productiva, transferencia a los que suministran servicios no productivos pero necesarios para la reproducción de la sociedad (el mantenimiento de la burocracia de Estado por ejemplo). El estado debe realizar la redistribución del excedente económico hacia la reproducción de una cierta formación económico- social, acorde a los intereses de la población.

Las decisiones de ese capital total ideal que es el Estado, trascienden los intereses competitivos en conflicto de los capitalistas individuales, dichas decisiones ni carecen de valor ni son neutras, porque todas las decisiones del Estado relativas a impuestos, a asignaciones presupuestarias, a gastos sociales, etc., afectan la competencia capitalista y la redistribución social del excedente en beneficio y/o en perjuicio de uno u otro grupo de capitalistas o de uno u otro sector social, es por esto, que las distintas tendencias políticas, de la clase dominante y de las clases subordinadas están obligadas a participar en política para salvaguardar sus intereses.

A lo largo de la historia podemos observar como las sociedades latinoamericanas fueron estudiadas como totalidades orgánicas, dialécticamente interpenetradas en sus diversos niveles estructurales, de clases, relaciones sociales, instituciones políticas, y sistemas ideológicos sostenidos sobre la base de un modo de producción material específico. De acuerdo con la descripción leninista de la estructura del imperialismo definieron las formaciones sociales latinoamericanas como dependientes. Con esto se indica que la dinámica de cambio de sus estructuras económicas, sociales, políticas e ideológicas no está impulsada por satisfacción de las necesidades materiales y espirituales internas de su población, sino por las necesidades y requerimientos impuestos por las potencias foráneas que las han integrado a su esfera de influencia económica, política y militar. Por tanto, la historia latinoamericana aparece como la crónica de la forma en que estas regiones y sociedades fueron integradas a los objetivos del capital mercantilista hispano-portugues; a los del sistema capitalista internacional consolidado durante el siglo

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