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Influencia De Estados Unidos En Los Paises Latinoamericanos


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2012  •  6.091 Palabras (25 Páginas)  •  3.086 Visitas

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Estados Unidos, ha intervenido desde la formación de las republicas latinoamericanas. Después de las guerras mundiales, ha intervenido en la mayoría de los paises en la vida política, económica y social, condicionada esta intervención con la aprobación de préstamos y ayudas.

Estados Unidos y América Latina a inicios del siglo XXI

Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970, la relación entre Estados Unidos y América Latina estuvo definida por la "presunción hegemónica" de Estados Unidos, a saber la idea de que Estados Unidos tiene el derecho de insistir en la solidaridad -- por no decir la subordinación -- política, ideológica, diplomática y económica de todo el Hemisferio Occidental.

Estados Unidos utilizó el poderío militar de la Infantería de Marina y de la 82ª División Aerotransportada; la intervención clandestina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA); asesoría y tutoría de sus agregados militares; asistencia para el desarrollo y a veces imposición por parte de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID); cuotas al azúcar, preferencias arancelarias y otras formas de influencia económica; diplomacia activista por parte del Departamento de Estado; financiación y asesoría a los partidos políticos; defensoría pública e información por parte de la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA) -- lo que fuera necesario -- , para asegurarse de que en toda América Latina y el Caribe gobernaran partidos y dirigentes afines a Estados Unidos.

La política exterior estadounidense durante esos años se basaba en tres objetivos: un imperativo de seguridad para impedir que la Unión Soviética estableciera puntos de influencia en el continente americano; metas ideológicas para contrarrestar el atractivo internacional del comunismo y a la vez promover el desarrollo capitalista; y, en general, el propósito de llevar adelante los intereses específicos de las corporaciones estadounidenses, propósito que se superaba siempre que los temas de seguridad se juzgaran más apremiantes.

Tras el retiro de los misiles soviéticos de Cuba en el otoño de 1962, la amenaza estratégica a Estados Unidos de la alianza cubano-soviética declinó drásticamente, aunque Washington siguió concentrándose en evitar que surgiera una "segunda" Cuba. A medida que cambiaban la geopolítica y las tecnologías militares y decaía la importancia comercial y militar del Canal de Panamá, persistió la preferencia estadounidense por el predominio regional. Para la década de 1980, era difícil explicar por qué los dirigentes estadounidenses seguían pensando que era importante ejercer un control firme en Grenada, El Salvador y Nicaragua, pero Washington continuó con sus políticas enteramente intervencionistas. Éstas encontraban su causa no tanto en consideraciones de "seguridad nacional" -- como por entonces solía pretenderse -- , sino de "inseguridad nacional", que es un impulso psicopolítico: el miedo a perder el control sobre lo que Estados Unidos había controlado durante mucho tiempo: los convenios internos y los vínculos externos de los países de la región fronteriza en torno al Caribe. Ese impulso reflejaba el arrastre inercial de las actitudes y políticas hacia el exterior formado en una era anterior.

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de la década de 1970, y en algunos respectos hasta el final de la Guerra Fría, Estados Unidos trató a la mayoría de los países latinoamericanos como partidarios casi automáticos en una variedad de temas internacionales, que encuadraban en la competencia bipolar de la Guerra Fría. El papel de apoyo de Brasil en la ocupación estadounidense de República Dominicana en 1965 ilustra este modelo, al igual que el respaldo argentino en las intervenciones de la administración Reagan en América Central a principios de la década de 1980. El enfoque estadounidense a América Latina y el Caribe era poco específico y extensamente regional, no muy diferenciado; en efecto, durante muchos años, la política exterior estadounidense se proyectó hacia los problemas y las actitudes de América del Sur que derivaban principalmente de la intensa competencia con Fidel Castro por la Cuenca del Caribe. La Alianza para el Progreso, de alcance hemisférico y anunciada por el presidente Kennedy en 1961, personificó esta tendencia, que luego se reflejó en la "Asociación Madura" del presidente Nixon, en las repetidas referencias del secretario de Estado Kissinger a "la comunidad interamericana" y otros enfoques amplios y generales.

CONTINUIDAD Y CAMBIO

Las relaciones Estados Unidos-América Latina en el siglo XXI muestran alguna continuidad con patrones de la era de la Guerra Fría, pero tienen diferencias importantes en cuanto a contenido y tono.

Primero, el hecho central de las relaciones interamericanas sigue siendo la enorme asimetría de poder entre Estados Unidos y los demás países del continente. Estados Unidos continúa siendo, y por mucho, más importante para cada país latinoamericano que cualquier país latinoamericano lo es para Estados Unidos. Políticas que son cruciales para el futuro de América Latina suelen establecerse en otra parte, y su impacto en América Latina suele ser más residual que intencional. Los latinoamericanos siguen siendo, en su mayoría, muy vulnerables a tendencias, acontecimientos y decisiones exógenos. Las naciones latinoamericanas rara vez ejercen mucha influencia más allá de la región, si bien Brasil, Cuba, Chile y más recientemente Venezuela son importantes excepciones.

Es difícil exagerar cuántos otros temas y relaciones compiten con América Latina por la atención de los políticos estadounidenses de mayor nivel. No sólo las circunstancias especiales de la difícil guerra en Irak, el dilema de Israel y los espectros de un Irán y una Corea del Norte nucleares sobrepasan por mucho a América Latina en los círculos políticos estadounidenses; siempre hay otros temas y relaciones de mayor prioridad. América Latina como región rara vez es destacada en la pantalla del radar de los políticos estadounidenses. Los llamados a los altos funcionarios estadounidenses para que "presten más atención" a América Latina están destinados al fracaso; la mejor esperanza es elevar la calidad de la atención limitada que le pueden dedicar.

Segundo, en su trato con América Latina, Estados Unidos nunca fue un actor tan coherente como a menudo se le dibuja en el Sur, pero el pluralismo estadounidense se ha vuelto mucho más pronunciado en años recientes. Las políticas de Estados Unidos que afectan a América Latina y el Caribe se definen menos por las relaciones de poder internacionales y los retos externos que por los efectos

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