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Mantenimiento a sistemas de transmisión de potencia


Enviado por   •  23 de Octubre de 2021  •  Apuntes  •  2.429 Palabras (10 Páginas)  •  162 Visitas

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Mantenimiento a sistemas de transmisión de potencia

Nombre:

Leonel Enrique Pelaez Avila

Grupo:

605 emec

Docente:

Aurora Jusaino Leyva

Fecha:

29 de abril del 2002

        

1. Investiga la postura de Agustín de Hipona en torno a la existencia de Dios y las pruebas de su existencia.

Realizar la siguiente lectura:

(San) Agustín (354 d.C. – 430 d.C.). Nacido en Tagaste (África), se le conoce como Agustín de Hipona porque sería después obispo de dicha ciudad. Hijo de padre pagano y de madre cristiana, Agustín destacó por su inteligencia desde muy joven y se dedicó al estudio de la Retórica, en ciudades como Cartago, Roma y Milán. Una juventud desordenada y algunas ideas filosóficas le apartaron del cristianismo en el que le había educado su madre, incluso se unió a la secta de los maniqueos por un tiempo; pero después de algunas experiencias fuertes (que él narra en su libro Confesiones) y la influencia de (San) Ambrosio en Milán, lo regresaron a la fe, para convertirse en uno de los más importantes padres de la Iglesia católica. Agustín escribió, además de las Confesiones (donde no sólo cuenta su vida, sino que además explica la relación de un Dios personal con el ser humano y enfrenta grandes problemas filosóficos como el del tiempo, la memoria, la eternidad, las verdades matemáticas, el bien y el mal…), muchas otras obras de gran relevancia, como el De Trinitate, donde explica –echando mano de la filosofía neoplatónica– cómo no es absurdo que Dios sea uno y trino (un sólo Dios, tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo), un dogma fundamental y básico para la fe cristiana. También escribió La ciudad de Dios, donde defiende al cristianismo, que había sido acusado de causar la decadencia del Imperio romano, y muestra cómo a Roma le afectaron sus propios vicios.

Otras obras menores de San Agustín (como una carta suya a un amigo, titulada “De la utilidad de creer”), son muy claras en cuánto al método que propone este filósofo para armonizar fe y razón. Él insiste en que no es posible vivir sin querer “creer nada”. Dice, por

ejemplo, que si no creyéramos en nada ni en nadie no podríamos tener amigos, pues para gozar de la amistad hay que ser capaz de confiar:

“¿Cómo puede afirmar que no se debe creer nada aún sin conocerlo directamente, si en caso de no creer algo que no puede ser demostrado con seguridad por la razón, no existiría la amistad (...) Pues si creer alguna cosa es inmoral o actúa mal quien cree a un amigo, o si no, no veo cómo rehusando creer a un amigo, puede recibir o darse a sí mismo el título de amigo.” (S. Agustín)

Creer es necesario, por lo tanto. Pero esto no significa (contra Tertuliano o los llamados “fideístas” que pensaban que bastaba con la fe) renunciar a la razón. Al contrario, para creer se necesita pensar bien, y para eso ayuda la Filosofía.

“Dios está muy lejos de odiar en nosotros esa facultad por la que nos creó superiores al resto de los animales. Él nos librea de pensar que nuestra fe nos incita a no aceptar ni buscar la razón, pues no podríamos aun creer si no tuviéramos almas racionales”. (S. Agustín)

Por eso lo que hay que hacer es creer para entender mejor (por ejemplo, si le crees a tu

profesor, entenderás mejor los temas de la clase), pero también entender para creer mejor (pues si entiendes las palabras, los conceptos, si eres más inteligente, sabrás mejor a quién creerle y a quién no y qué significa cada cosa). Esto lo resume Agustín con una fórmula que será muy importante para todo el pensamiento medieval: “Cree para entender y entiende para creer” (S. Agustín, Sermo, 43, 9).

Para Agustín de Hipona, la mejor prueba de la existencia de Dios era su reflejo en el alma humana. Así como el alma humana es a la vez una, pero se desdobla en inteligencia, voluntad y memoria, así Dios es uno y a la vez tres personas. La filosofía cristiana posterior intentó un argumento más preciso para demostrar la existencia de Dios, incluso una prueba irrefutable. En este terreno, es célebre y muy influyente el argumento que ofreció (San) Anselmo de Canterbury (1033 d.C. – 1109). Este importante teólogo escribió obras como el Proslogio y en varias de ellas ofrece una demostración de la existencia de Dios que, desde entonces, se ha discutido y se sigue discutiendo mucho, y que en la Modernidad generó mucha reflexión.

El argumento (que siglos después Kant bautizaría como “argumento ontológico”) procede como sigue. Tanto el que cree en Dios como el ateo, aceptan que la palabra “Dios” significa “un ser con todas las perfecciones, del cual no se puede pensar nada más perfecto”. La diferencia es que el creyente afirma que dicho ser existe, mientras el ateo lo niega.

La definición, pues, que expresa la esencia de Dios, no está en disputa. Ahora, si analizamos la definición –propone San Anselmo– podemos ir más allá para zanjar la controversia.

¿Qué es más perfecto: un helado que sólo te imaginas, pero no existe, o un helado que existe realmente? Anselmo piensa que el helado existente, real, porque la existencia misma es una perfección. Ahora, si esto es cierto, únelo con la premisa que poníamos en el párrafo anterior:

Premisa 1: Dios es por definición (es su esencia) un ser que tiene todas las perfecciones, del cual no se puede pensar nada más perfecto.

 • Premisa 2: La existencia es una perfección.

 • Conclusión: Dios existe.

¿Ves la estrategia de Anselmo? Así como nadie discutiría que un triángulo es una figura de tres lados, nadie discutiría que el concepto de Dios alude a un ser perfectísimo. Si existir mismo es una perfección, Dios debe tenerla, por lo que tendría que existir necesariamente.

Las Confesiones de San Agustín, una autobiografía espiritual que también es una obra de teología y filosofía, es rica en sabiduría que hoy en día, es relevante para nosotros, ya sea que compartamos o no su particular perspectiva religiosa. Esta obra contiene reflexiones sobre Dios, la gracia, la moralidad, la virtud, el vicio y una vasta panorámica de emociones humanas.

-Nuestro problema fundamental, según Agustín, tiene que ver con el amor.

-Nuestro problema es amores fuera de lugar. Amamos las cosas equivocadas, o amamos las cosas correctas de la manera incorrecta.

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