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Motivacion

neusbejar23 de Abril de 2014

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4. Evolución histórica del concepto de la motivación educativa

A estas altura del texto, queda ya claro que la motivación logra su pleno estatuto experimental y científico por la confluencia de una serie de factores. Entre los más importantes figura, en primer lugar, la fuerza con que arraigó la idea darwiniana de la continuidad esencial entre la especie humana y los animales. Además, la teoría de la evolución se fundaba en la metodología observacional, de ahí que la influencia de Darwin operara en un doble plano: por un lado ensanchaba la definición de la psicología al ampliar su objeto y, por otro, brindaba a los psicólogos un modelo de saber científico riguroso y distinto al de la fisiología experimental que fue el que adoptó desde Leipzig la psicología naciente.

Un segundo factor que propició el determinismo y el consiguiente declive de la libertad de la voluntad, fue el surgimiento del enfoque científico-natural. Pesaron también, en tercer lugar, una serie de cualificadas aportaciones teóricas, sobre las cuales hemos de volver, entre las cuales destacan las de McDougall, Woodworth, Cannon y Freud. Todas ellas coinciden en la necesidad de investigar los antecedentes causales (motivacionales) de la conducta.

No obstante, la problemática motivacional no se abre paso en los laboratorios experimentales, de manera decidida, hasta iniciarse la década de 1920. Como dijimos, la nueva disciplina, la psicología científica, se centró en sus comienzos en otros temas, principalmente, en primer lugar, en las sensaciones y después, acusando el impacto del descubrimiento pavloviano de los reflejos condicionados, en las vías del aprendizaje. Finalmente, la motivación emergería como tema normal de estudio tras un complicado curso que culmina con su plena entrada en los laboratorios.

En esta trayectoria seguida por la psicología motivacional cabe distinguir, según el esquema perfilado por Brown (1979), una serie de etapas históricas: 1ª Período de experimentación pionera (1895-1923). 2ª Período de experimentación sistemática (1924-1942). 3ª Era Hull-Spence (1943-1967). 4ª Nuevas aproximaciones (desde 1967).

Destacaremos ahora en especial la primera de las etapas, con algunas aportaciones experimentales poco conocidas que ponen en cuestión ideas no del todo exactas repetidas frecuentemente, como la inexistencia antes de la segunda década del siglo XX de una psicología de la motivación de base experimental.

Aunque el estudio sistemático de los fenómenos motivacionales no se inicia hasta los primeros años de la década de 1920, las tres décadas anteriores estuvieron marcadas por unas cuantas investigaciones que prefiguraban esfuerzos de mayor alcance.

En este período de experimentación pionera (1895-1923) destacan los experimentos desarrollados por Elmer Gates (1859-1923), Edward L. Thorndike (1874-1949), Yerkes-Dodson (1908) y la demostración de Watson-Rayner (1920). Todos estos estudios, de naturaleza y alcance diversos, constituyen ejemplos paradigmáticos del estudio de la motivación.

Elmer Gates (1859-1923) es el psicólogo más desconocido de los citados y merece la pena reseñar su interesante trabajo, uno de los primeros estudios experimentales sobre la conducta motivada mediante shock eléctrico y hambre (1895). Gates tenía planeado describir los detalles de sus experimentos en un libro que al parecer no llegó a publicar, pero de lo que nos cuenta se desprenden algunos aspectos interesantes que no pasaron desapercibidos en las revisiones clásicas de la psicología experimental de la motivación. En efecto, Gates puede que haya sido el primero en aplicar shocks eléctricos aversivos a las respuestas erróneas en situaciones de aprendizaje de laboratorio y fue el primero en criar animales en condiciones de completa oscuridad e iluminación monocromática constante y en ambientes acústicamente empobrecidos.

Implementó también un método de aprendizaje discriminativo que implicaba recompensas apetitivas semejantes a las que se emplearon posteriormente con primates. El método desarrollado por Gates en diferentes grupos de perros se extendió pronto por los laboratorios de biología y psicología de todo el mundo y se aplicó a todo tipo de animales.

Los primeros experimentos de Edward L. Thorndike (1874-1949) sobre solución de problemas tuvieron una gran significación, no sólo para las concepciones posteriores del aprendizaje sino también para mostrar la importancia de una motivación adecuada en el aprendizaje por ensayo y error. Como él mismo señaló en un estudio clásico, para conseguir que los animales, en concreto pollos, realizaran su tarea era necesario “predisponerlos”, motivarlos adecuadamente (Thorndike, 1898). Otra aportación de sus estudios con gatos atañe a la denominada “motivación de incentivo adquirida”, ahora bien no parece que manipulara la motivación sistemáticamente.

Merecen también una mención especial las múltiples contribuciones de Robert M. Yerkes, importante innovador de la experimentación en psicología comparada, especialmente sus experimentos con Dodson de1908. La conocida como ley de Yerkes-Dodson establece la relación entre la intensidad del castigo por los errores cometidos y el desempeño en tareas de discriminación de dificultad variable. Yerkes y Dodson para precisar el sentido de su estudio adujeron que los estímulos del shock proporcionaban un motivo para la evitación del túnel negro.

El estudio de la conducta adolescente que J.B. Watson inicia en 1916 en la clínica psiquiátrica Phipps le llevó a cambiar su inicial teoría tan sexualista acerca de la emoción. Según Watson, los niños estarían sujetos a tres tipos de estímulos incondicionados que generarían sendas respuestas emocionales incondicionadas: el miedo, la ira y el amor. A partir de estas pautas simples se generarían, por condicionamiento entre los diferentes estímulos evocadores de respuestas emocionales, las restantes reacciones afectivas: la ira, por ejemplo, daría lugar a odio, enojo, celos, etc. (Tortosa y Mayor, 1992).

A finales de 1919 Watson, con la ayuda de Rosalie Rayner, trató de demostrar su teoría mediante el conocido experimento dirigido a implantar en el pequeño Albert el miedo a la rata blanca. Posteriormente se proponía erradicar este miedo mediante procedimientos como la extinción y el recondicionamiento, pero como es sabido Watson no pudo realizar esta última fase. Poco después, una amiga de Rosalie, Mary C. Jones, aplicó a otro niño, Peter, un proceso de descondicionamiento que inspiraría la técnica de la desensibilización sistemática de Wolpe.

Aunque ciertas inconsistencias en la descripción de las pruebas pueden restar valor al experimento de Watson-Rayner (1920) y su significación para la motivación sólo fuera indirecta, su demostración del condicionamiento emocional ha permanecido como una piedra angular de muchas concepciones actuales acerca de la emocionalidad aprendida y las fuentes de la motivación adquirida. Sugería también la idea, actualmente popular, de que los miedos pueden llegar a estar condicionados a indicios situacionales.

En el campo de las emociones, la teoría de Watson inspiraría una tradición socio-conductual impulsada, entre otros, por Skinner y Millenson, que destaca los procesos de condicionamiento y entiende las emociones como respuestas condicionadas que se generan cuando un estímulo neutro se asocia con un estímulo incondicionado que es capaz de elicitar una respuesta emocional intensa. La principal contribución de Skinner (1953) fue poner de manifiesto que la mayor parte de las respuestas emocionales están regidas, como las demás conductas, por sus consecuencias. Por su parte, Millenson (1967) elaboró una contribución más sistemática en la cual las diferentes emociones se consideran resultado de intensidades distintas de reforzadores positivos o negativos o mezcla de emociones básicas (la ansiedad, la ira y la alegría). Sin embargo, de los numerosos trabajos que tratan la emoción desde esta perspectiva, pocos han abordado la naturaleza general de la misma.

Una segunda etapa en la experimentación de los temas motivacionales (1924-1942), viene delimitada, por un lado, por el desarrollo de los primeros estudios sistemáticos y, por otro, por la publicación de Principles of Behavior (1943), de Hull, obra que impulsó sobremanera tanto la actividad teórica como la experimental.

Este período está marcado por trabajos clásicos de la historia de nuestro campo de gran significación: los trabajos de Richter sobre los estímulos internos como impulsos (drives) y señales (cues), la obra experimental de Warden y Tolman y colaboradores sobre los problemas del incentivo, y las contribuciones de Mowrer, Miller, Estes y Skinner al estudio de la ansiedad condicionada.

En primer lugar, las concepciones estímulo-respuesta de Watson, de tan gran simplificación, se vieron enriquecidas por las aportaciones de Hull, Skinner y otros. Estudios de esta época como los de Richter sobre la relación de los estados corporales con la actividad espontánea, apuntalaron la consideración de los estímulos internos como “incitadores” (goads) o impulsos para la acción. Richter defendía que la actividad era “espontánea”, no porque no tuviera causas, sino porque aparecía en ausencia de estímulos externos identificables fácilmente. Además ganó predicamento la noción de que esos eventos internos podrían conectarse asociativamente con la conducta manifiesta, idea de la que se hicieron eco los estudios de Hull sobre el valor indiciario del hambre y la sed en el

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