Pedagogia General
spartan02088512 de Diciembre de 2013
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El Propósito de la Educación
Capítulo 10 - La Belleza Interior
Estoy seguro de que todos hemos experimentado, una que otra vez, una gran sensación de tranquilidad y belleza que llega a nosotros desde los campos verdes, desde el sol poniente, desde las serenas aguas o los picos coronados de nieve. Pero, ¿qué es la belleza? ¿Es meramente lo que apreciamos, o la belleza es algo aparte de la percepción? Si uno tiene buen gusto en el vestir, si usa colores que armonizan, si tiene modales dignos, si habla serenamente y se mantiene erguido, todo eso contribuye a la belleza, ¿no es así? Pero ésa es meramente la expresión externa de un estado interior, como un poema que escribimos o un cuadro que pintamos. Uno puede mirar el campo verde que se refleja en el río, y no experimentar sensación alguna de belleza, pasar simplemente de largo. Si, como ocurre con el pescador, vemos todos los días como las golondrinas vuelan sobre la superficie del agua, eso probablemente significará muy poco para nosotros; pero si estamos atentos a la extraordinaria belleza de algo como eso, ¿qué es lo que pasa dentro de nosotros y nos hace decir: “¡Qué bello es!”? ¿Qué es lo que hace surgir este sentido interno de la belleza? Está la belleza de la forma externa: ropas de buen gusto, hermosas pinturas, muebles atractivos, o ausencia total de muebles, paredes bien proporcionadas, ventanas perfectas en su diseño, etc. No estoy hablando solamente de eso, sino de aquello que hace surgir esta belleza interior.
Ciertamente, para poseer esta belleza interior, tiene que haber una total entrega del ser; hay que sentir que no se está apegado a nada, que no hay represión ni defensa ni resistencia alguna; pero si esto no viene acompañado por la austeridad, la entrega de uno mismo se vuelve caótica. Y, ¿sabemos nosotros qué significa ser austeros, contentarnos con poco y no pensar en términos de “más”? Tiene que existir esta entrega total acompañada de una profunda austeridad interna - la austeridad que es extraordinariamente sencilla porque la mente no está adquiriendo o ganando nada; no piensa en términos de “más”. Es la sencillez nacida de la entrega de nosotros mismos con austeridad, la que da origen a la belleza creativa. Pero si no hay amor, no podemos ser sencillos, no podemos ser austeros. Podremos hablar de sencillez y austeridad, pero sin amor éstas son una mera forma de compulsión y, por lo tanto, no existe la entrega de nosotros mismos. Sólo tiene amor aquel que se entrega y se olvida por completo de sí mismo y, por eso, da origen al estado de belleza creativa.
La belleza, obviamente, incluye la armonía de la forma; pero sin la belleza interior, la mera apreciación sensoria de la belleza formal, conduce a la degradación, a la desintegración. Hay belleza interior sólo cuando sentimos verdadero amor por la gente y por todas las cosas de la tierra; y con ese amor adviene un sentido extraordinario de consideración, de atención, de paciencia. Podremos tener una técnica perfecta, como la que tienen un cantante o un poeta, podremos saber cómo pintar o cómo reunir palabras, pero sin esta creativa belleza interior nuestro talento tendrá muy poca significación.
Desafortunadamente, casi todos nos estamos convirtiendo en meros técnicos. Aprobamos exámenes, adquirimos esta u otra técnica a fin de ganarnos la subsistencia; pero adquirir cierta técnica o desarrollar una capacidad sin prestar atención al estado interno, origina fealdad y caos en el mundo. Si despertamos interiormente la belleza creativa, ésta se expresa a sí misma en lo externo, y entonces hay orden. Pero eso es mucho más difícil que adquirir una técnica, porque implica la completa abnegación de nosotros mismos, implica vivir sin temor alguno, sin represión, sin resistencia, sin defensas; y podemos entregarnos así sólo cuando hay austeridad, un sentido de gran sencillez interna. Externamente
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