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Pedagogia General


Enviado por   •  14 de Mayo de 2013  •  11.561 Palabras (47 Páginas)  •  376 Visitas

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Acerca de las Antinomias kantianas (I)

A las 1:20 AM, por Néstor

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Tal vez la crisis principal de nuestro tiempo no sea tanto una crisis de fe como una crisis de la inteligencia. La gracia supone la naturaleza, y no se puede edificar donde no hay terreno apto para recibir los cimientos. San Agustín dijo que no podríamos creer si no tuviésemos almas racionales (Carta 120, a Consencio), y la modernidad puede ser vista como el esfuerzo progresivo por dejar de tener un alma racional, que hoy, por ejemplo, culmina en la “perspectiva de género”, donde la realidad del sexo y la corporalidad de cada uno se supone que depende de lo que cada uno piense, quiera o desee.

Muchos abortistas, por ejemplo, creen que la condición humana del no nacido depende de que ellos la acepten o no, o de que sea “deseado” o no, etc.

Todas estas cosas vienen de muy atrás y muy arriba, y uno de los hitos más sobresalientes de lo que Sciacca llamó el proceso de “oscurecimiento de la inteligencia” en Occidente es sin duda la filosofía de Immanuel Kant.

Precedido por los empiristas ingleses, y sobre todo, por David Hume, Kant pasa por ser el filósofo que toma acta en forma definitiva de la muerte de la Metafísica. Por “Metafísica” se entiende aquí la ciencia filosófica, puramente natural y racional, que se toma en serio esa capacidad natural de la inteligencia humana para conocer lo que las cosas son, y sus causas, hasta llegar a la Causa Primera de todo, que es Dios.

A partir de Kant se considera que la ciencia debe limitarse al “fenómeno”, es decir, a lo que se manifiesta en la experiencia de los sentidos, y que no es posible una demostración racional de la existencia de Dios, de la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, del libre albedrío de la voluntad y de la existencia de una ley moral natural.

Antes de Kant, todo eso constituía el centro de la ciencia más importante a nivel natural: la Filosofía, que por eso mismo quedaba abierta a luz sobrenatural mediante la fe y la Teología.

Incluso el modernismo, la herejía que atacó a la fe católica a principios del siglo XX y que después del Concilio tuvo una prevalencia tan grande y tan poco combatida en tantos ambientes eclesiales hasta el día de hoy, es, como bien dice San Pío X en su inmortal encíclica “Pascendi”, una aplicación del agnosticismo kantiano a la teología. [1]

Es en Kant, por lo general, donde hay que buscar la raíz filosófica de tantas “antiteologías” como pululan hoy día en el sufrido ambiente católico.

Al que no tiene vocación para la Filosofía le basta con la convicción del sentido común reforzada por la fe sobrenatural, de que los caballos que ve en el campo son verdaderamente caballos y no solamente proyecciones de su mente, y que seguirían siéndolo aunque no hubiese en el planeta ningún ser humano para constatarlo. Y que por tanto, si ese mismo sentido común le dice que en el origen de todo debe haber una Causa Inteligente, eso es un verdadero conocimiento del ser mismo de las cosas y no solamente un resultado del condicionamiento cultural o de una mala digestión.

Por nuestra parte, queremos aportar un granito de arena analizando algunos de los argumentos que hacen que Kant figure en las historias de la filosofía como el demoledor de la Metafísica. Se nos ha ocurrido comenzar por las “Antinomias”, que constituyen una de las partes más famosas de la obra kantiana, aunque no sean el fundamento último de su doctrina.

Como siempre, los subrayados en negrita son nuestros. Para los textos de Kant hemos usado las traducciones de García Morente y José Rovira Armengol, habiendo corregido alguna vez aquélla mediante ésta.

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En la “Crítica de la Razón Pura”, Kant se propone trazar el límite que separa al conocimiento científico válido de las especulaciones vacías de nuestra razón.

La obra tiene dos grandes partes: la “Estética Trascendental”, dedicada al estudio de la sensibilidad, y la “Lógica trascendental”, dedicada al estudio del conocimiento intelectual, que a su vez se divide en dos: la “Analítica Trascendental”, dedicada al “entendimiento” en su capacidad de conocimiento científico, y la “Dialéctica Trascendental”, dedicada a la “razón” entendida como facultad que pretende vanamente ir más allá de lo dado en la experiencia.

En efecto, la solución general de Kant al problema de la validez de nuestro conocimiento es que es válido el conocimiento que se desenvuelve en el campo de la experiencia y que es empíricamente verificable, en cambio, la Metafísica no es posible como ciencia, porque pretende alcanzar conocimiento riguroso sobre lo que está más allá de nuestra experiencia, cosa que para nosotros es imposible, según Kant.

Igualmente, sostiene que podemos conocer el fenómeno, que es la forma en que las cosas se nos aparecen a nosotros, no el “noúmeno” o “cosa en sí”, que es lo que las cosas son en sí mismas, independientemente de nosotros.

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Por eso, la “Estética” y la “Analítica” trascendentales están dedicadas a fundamentar el conocimiento científico válido. En la “Dialéctica Trascendental” Kant se ocupa de lo que para él son las “ilusiones” de la razón humana, es decir, aquellas especulaciones vacías que no constituyen, en su opinión, conocimiento científico.

Dichas “ilusiones” de la razón surgen cuando se quiere razonar sobre las tres grandes ideas que trascienden toda experiencia posible, con las que el hombre trata de unificar y sintetizar todos sus conocimientos: la idea del “yo”, la idea del mundo, y la idea de Dios.

Esto da lugar a tres apartados de la “Dialéctica Trascendental”: el “Paralogismo de la razón pura”, donde se critica la idea del yo como una sustancia; las “Antinomias de la razón pura”, donde se critica la idea del mundo como una totalidad existente en sí, y el “Ideal de la razón pura”, donde se critica las pruebas tradicionales de la existencia de Dios.

En este “post” queremos comenzar a analizar la argumentación de Kant en las “Antinomias de la razón pura”.

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El argumento general de Kant en esta parte de su obra es el siguiente: Cuando partimos

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