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Revolucion Darwiniana


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2018  •  Ensayos  •  5.249 Palabras (21 Páginas)  •  185 Visitas

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MAESTRÍA EDUCACIÓN DE LAS CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES. FaHCE-UNLP

SEMINARIO: HISTORIA DE LA CIENCIA.

Docente a cargo: Dra. Silvia Manzo.

Alumnos: Prof. Miriam Di Franco.  Lic. Gustavo Suárez.

TERCER INFORME: La revolución darwiniana o el origen de la biología            moderna.

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 “…Y aquí tengo, como consuelo, dos extrañas flores blancas, marchitas ahora, y marrones y aplastadas y frágiles, que testimonian que aún cuando nos abandonaron la fuerza y la inteligencia, la gratitud y la ternura recíproca aún vivían en el corazón humano…”  La flor marchita del futuro.  H. G. Wells. La máquina del tiempo.

Como señalamos en el informe anterior, siguiendo a Shapin, la “Revolución científica”  constituyó una sucesión de prácticas culturales, por demás heterogéneas, que perseguían la intensión de comprender, explicar y controlar a la naturaleza. Estas prácticas se desarrollaron en Europa al principio de la Edad Moderna, entre fines del s.XVI y el s. XVII. Durante este período tuvieron gran desarrollo la astronomía, la física y las matemáticas y se estableció la experimentación como elemento fundamental para la comprensión de los fenómenos naturales.

El desarrollo científico de este período habilitó la posibilidad de nuevas ideas y de una creciente, aunque lenta y siempre relativa, independencia del pensamiento religioso. En Inglaterra, particularmente, se produjo un importante desarrollo de las disciplinas experimentales como consecuencia de las elaboraciones metodológicas de sir Francis Bacon (1561-1626). Para Bacon el método era lo que hacía posible y poderoso el conocimiento del mundo natural; sostiene que la mente no puede tomar su propio camino, sino que debe ser guiada a cada paso mediante un procedimiento de tipo inductivo y empíricamente fundamentado (Shapin, 2000. pp120-121).

Por otra parte, y con posterioridad a la muerte de Newton, se inicia la Revolución industrial con epicentro en Gran Bretaña y extendiéndose, en diferente medida, a gran parte de Europa occidental y a los Estados Unidos de América. Si bien el momento en que se inicia es materia de debates, hay cierto consenso en situarlo alrededor de 1780, aunque sus efectos recién se manifestaron con mayor claridad a partir de mediados del s.XIX. Durante este proceso se produjeron modificaciones económicas sociales y tecnológicas sin precedentes que impactaron no solo en las relaciones comerciales y políticas entre los países, sino en diferentes aspectos de la vida cotidiana.

Como es de esperar estas transformaciones, sumadas a la importancia capital de Newton, dieron lugar a una nueva actitud ante los fenómenos naturales y la investigación, despegando a la filosofía natural de la metafísica y acercándola a la idea de progreso, a la experimentación y al industrialismo en ciernes. También el particular desarrollo del sistema educativo escocés y una marcada disminución en el analfabetismo (aunque solo fuera en los sectores más acomodados de la sociedad) contribuyeron a un mayor interés por la ciencia (Elena y Ordoñez, 1998. pp 13-15). Otro rasgo particular del desarrollo tecnológico en Inglaterra es que muchos de sus artífices no necesariamente habían pasado por los claustros universitarios. Existieron dos ámbitos de educación no formal que permitieron la difusión del experimentalismo y la retroalimentación necesaria entre ciencia e industria. En primer lugar deben considerarse las sociedades científicas (Royal Society de Londres, Lunar Society, Derby Philosophical Society, etc.); en estos ámbitos se propició la discusión y la difusión de innovaciones científico-tecnológicas. En segundo término mencionaremos a las cofee houses. En ellas se desarrollaban conferencias y demostraciones experimentales responsables de la divulgación científica a nivel popular, salvando la brecha existente entre los talleres de mecánicos y artesanos y los ámbitos académicos. Así, se facilitó un acceso directo al conocimiento académico a través de versiones accesibles (sin desarrollos matemáticos), enfatizando en intereses prácticos y comerciales, para lo que los aspectos experimentales fueron los mejores aliados. No nos extrañará que muchas de estas conferencias fueran financiadas por destacados hombres de negocios. (Elena y Ordoñez, 1998. pp 13-15. Ruse, 2008. pag. 15).

Esta es una breve aproximación a la sociedad en la que el 12 de febrero de 1809 nació Charles Darwin en una ciudad de la región central de Inglaterra, en el seno de una familia perteneciente a las opulentas clases medias que habían prosperado a expensas de la revolución industrial. Hijo y nieto de médicos, su destino estaba escrito. A los 16 años fue enviado a la mejor escuela de medicina de Europa en Edimburgo, Escocia; donde los maestros escoceses y la medicina no lograron captar su atención.

“…La educación en Edimburgo se llevaba enteramente acabo en forma de lecciones magistrales, que resultaban insoportablemente aburridas, con la excepción de las de química impartidas por Hope…” (Darwin, 2006. Pag. 19)

Sin embargo, no perdió el tiempo en Edimburgo. Durante su primer año comenzó a interesarse informalmente por la historia natural en largas cabalgatas, excursiones de caza y conversaciones, vinculándose con jóvenes y profesores dedicados a la botánica y a la zoología marina. Fue el Dr. Grant quien durante uno de los frecuentes paseos por el campo le expresó su admiración por Lamarck y por sus ideas sobre la evolución. En el segundo año en la Universidad se inscribió en cursos de geología y zoología. En el verano de 1826 realizó una salida de campo por Gales, mientras que los otoños de 1827 y 1828 transcurrieron en Maer, en la casa de un tío materno, donde su principal actividad fueron las cabalgatas y la caza.

A esta altura, el Dr. Robert Darwin comenzó a preocuparse por el futuro de su hijo; temiendo que se convirtiera en un típico aristócrata dedicado a los deportes y la holgazanería, decidió que la mejor alternativa sería enviar a Charles a Cambridge con la finalidad de que se convirtiera en clérigo.

“…Durante los tres años que pasé en Cambridge perdí tanto el tiempo, en lo que a estudios académicos se refiere, como en Edimburgo y en la escuela…” (Darwin, 2006. pag. 28)

Sin embargo, fue, en Cambridge donde trabo amistad con John Henslow, profesor de Botánica, Adam Sedwick, profesor de Geología y William Whewel, profesor de mineralogía.

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