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Teória De Los Hologramas


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2013  •  2.655 Palabras (11 Páginas)  •  620 Visitas

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En 1982 tuvo lugar un acontecimiento notable. En la Universidad de Paris, un equipo de investigación dirigido por el físico Alain Aspect realizó el que podría ser uno de los experimentos más importantes del siglo XX. Ustedes no oyeron hablar de ello en las noticias de la noche. De hecho, a menos que tengan la costumbre de leer prensa científica probablemente no habrán oído mencionar a Aspect, pese a que muchos creen que su descubrimiento podría cambiar la faz de la ciencia.

Aspect y su equipo descubrieron que, bajo ciertas circunstancias, partículas subatómicas como los electrones son capaces de comunicarse instantáneamente entre sí independientemente de la distancia que las separe. No importa si se están separados 10 pies o 10 mil millones de millas.

De alguna manera, una partícula parece saber siempre lo que está haciendo la otra. El problema que hay con este hecho es que viola el principio de Einstein tanto tiempo mantenido de que ninguna comunicación puede viajar más rápido que la velocidad de la luz. Como viajar más deprisa que la velocidad de la luz equivale a romper la barrera del tiempo, tan intimidante panorama ha originado que algunos físicos intenten salirle al paso con elaboradas maneras de explicar algunos de los hallazgos de Aspect. Pero ha inspirado a otros a ofrecer explicaciones aún más radicales.

El físico de la Universidad de Londres David Bohm, por ejemplo, cree que los hallazgos de Aspect implican que la realidad objetiva no existe y que, a pesar de su aparente solidez, el universo es un fantasma de corazón, un holograma gigante espléndidamente detallado.

Para comprender por qué Bohm hace tan sorprendente aseveración, primero hay que saber un poco de hologramas. Un holograma es una fotografía tridimensional hecha con la ayuda de un láser.

Para hacer un holograma, el objeto a fotografiar primero es bañado por la luz de un haz láser. Después, se hace rebotar un segundo haz láser reflejando la luz del primero y el patrón de interferencia resultante (la zona en la que confluyen ambos haces láser) es captado sobre una película.

Cuando se revela la película, parece una maraña de luz y líneas oscuras desprovista de significado. Pero tan pronto como se ilumina la película revelada mediante otro haz láser, aparece una imagen tridimensional del objeto original.

La tridimensionalidad de tales imágenes no es la única característica notable de los hologramas. Si se corta por la mitad el holograma de una rosa y después se lo ilumina con un láser, se observa que cada una de las mitades sigue conteniendo la imagen entera de la rosa.

Además se observa que, aunque se vuelvan a dividir esas mitades, cada fragmento de la película siempre contendrá una versión más pequeña pero intacta de la imagen original. A diferencia de las fotografías convencionales, cada parte de un holograma contiene toda la información que posee el todo.

Esa naturaleza del “todo en cada parte” del holograma nos proporciona una manera completamente nueva de entender la organización y el orden. Durante la mayor parte de su historia, la ciencia occidental ha trabajado bajo el condicionamiento de que la mejor manera de entender un fenómeno físico, ya se trate de un átomo o de una rana, es diseccionarlo y estudiar sus partes respectivas.

El holograma nos enseña que algunas cosas del universo posiblemente no permiten ese enfoque. Si intentamos dividir algo construido holográficamente, no obtendremos las piezas de las que se compone, sólo obtendremos “todos” más pequeños.

Este convencimiento indicó a Bohm otra manera de entender el descubrimiento de Aspect. Bohm cree que la razón por las que las partículas subatómicas son capaces de permanecer interconectadas independientemente de la distancia que las separe no se debe a que se emita y reciba alguna clase de misteriosa señal, sino a que su separación es una ilusión. Alega que, en algún nivel más profundo de la realidad, tales partículas no son entidades individuales, sino que en realidad son extensiones del mismo “algo” fundamental.

Para permitir que se visualice mejor lo que quiere decir, Bohm brinda la siguiente explicación.

Imagínense un acuario que contuviese un pez. Imaginen que, además, son incapaces de ver el acuario directamente, por lo que su conocimiento acerca de él proviene de dos cámaras de televisión, una situada de frente al acuario y la otra tomándolo de costado.

Como atienden a dos pantallas de televisión, podrían asumir que los peces que ven en cada pantalla son dos entidades separadas. Después de todo, como las cámaras están colocadas en ángulos diferentes, cada una de las imágenes será ligeramente diferente. Pero si siguen observando los dos peces, terminarán por darse cuenta de que hay cierta relación entre ambos.

Cuando uno se da vuelta, el otro a su vez también hace algo levemente distinto, pero que se corresponde; cuando uno mira de frente, el otro siempre mira de costado. Aunque no se perciba todo el panorama de la situación, se podría llegar a concluir que los peces deben estar comunicándose instantáneamente, pero está claro que no es el caso.

Según Bohm, esto es precisamente lo que pasa entre las partículas subatómicas del experimento de Aspect. Lo que nos está señalando la conexión entre partículas subatómicas, aparentemente más rápida que la velocidad de la luz, es que hay un nivel de realidad más profundo del que no estamos exentos, una dimensión más compleja que la nuestra, análoga al acuario. Además, consideramos separados a objetos como las partículas subatómicas porque sólo estamos observando una porción de su realidad.

Estas partículas no son “partes” separadas sino facetas de una unidad más profunda y fundamental que, en última instancia, es tan holográfica e indivisible como la rosa antes mencionada. Además, dado que todo lo que hay en la realidad física está compuesto por estos “espectros”, el propio universo en sí mismo es una proyección, un holograma.

Además de esa naturaleza espectral, un universo como ese poseería otros rasgos más que perturbadores. Que la aparente separación entre las partículas subatómicas sea ilusoria supone que, en un nivel más profundo de la realidad, todas las cosas que hay en el universo están infinitamente interconectadas.

Los electrones de un átomo de carbono de cualquier cerebro humano están conectados con las partículas subatómicas que componen cada salmón que nada, cada corazón que late y cada estrella que centellea en el cielo.

Todo lo interpenetra todo y, pese a que la naturaleza humana pueda pretender categorizar, caracterizar y subdividir los diversos fenómenos del universo, todas las clasificaciones son necesariamente artificiales

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