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Tres viejos mitos paralizantes


Enviado por   •  6 de Junio de 2012  •  Informes  •  496 Palabras (2 Páginas)  •  482 Visitas

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Tres viejos mitos paralizantes.

Autor: Rafael Osìo Cabrices, En La vida sigue; Todo en Domingo.

Generación tras generación, sobrevive en la conciencia venezolana unos cuantos mitos que ningún bien nos hacen. Son varios y hay gente que se ha tomado el trabajo de documentarlos y explicarlos mucho mejor que como puede hacerse en esta columna. Unos de esos mitos es el del país rico: basta con distribuir con justicia el dinero que produce el mar de petróleo sobre el que estamos parado para que todos seamos felices. La cosa no es así de sencilla y ese tema de la distribución lleva a una de las facetas más desagradables de la realidad que esconde el mito: que aquí el que es rico es el estado. El estado hace poco o nada para que sea la sociedad más productiva que él y produzca más riqueza.

Esta es de “que cada país tiene el gobierno que se merece”. A ver: en democracia, la mayoría decide quien gobierna. Que la mayoría pueda equivocarse, ¿quiere decir que se merece las consecuencias de esa equivocación? ¿Y se merece un mal gobierno quienes nos votaron por él? Una vez más las cosas no son tan simples como lo dice ese mito, que a su vez sugiere que se entiende que allá un mal gobierno tras otro simplemente porque una sociedad es defectuosa.

Y esta también un mito sobre nosotros mismos sobre el que no recuerdo un refrán especifico sino toda una tradición de chistes, anécdotas, conducta s y opiniones que sobreviven de generación en generación incluso de siglo en siglo. Ese mito sostiene que los venezolanos seremos siempre desordenados, informales, unos mamarrachos incapaces de empeñar su palabra, de tomarse algo enserio y de cumplir a cabalidad con un trabajo. Se manifiesta de muchas maneras como en esos chistes que comienzan “había un alemán, un gringo y un venezolano” o en todo nuestro glosario cotidiano de defensa de la impresión, la irresponsabilidad y la confusión generalizada: “tú me entiendes”, “tú sabes cómo es todo”, etcétera.

El mito de que nunca podremos ser puntuales, ordenados, responsables y productivos es tan estéril como el mito patriótico de que tenemos garantizado un futuro magnifico solo porque somos “hijos de Bolívar”. Creyendo que nunca seremos mejores de lo que somos o que heredaremos un cielo que alguien conquistó para nosotros nos conducimos al mismo resultado que no hagamos nada. Lo cierto es que ninguna nación tiene garantizado ningún tipo de destino, eso no tiene sentido alguno. El futuro es, en buena parte, lo que hagamos de él. Y ese futuro será mejor a la medida que tomemos la decisión de dejar de evaluar la realidad y a nosotros mismos con paquetes de ideas prefabricadas hace mucho tiempo y nos atrevamos a usar nuestros propios cerebros, como personas independientes que de verdad somos.

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