Triptofanito El Viaje Continua
chicharin.01119021 de Octubre de 2012
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EL VIAJE CONTINUA
en la célula:
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Ilustraciones de Moisés Rodríguez
@PLaneta
PRÓLOGO
trata del maravilloso Reino del Cuerpo Humano. Como todos los reinos, éste tiene una forma de organizarse. Su vasto territorio está dividido en condados que cumplen diferentes misiones. En cada uno habitan infinidad de diminutos seres. Son las células, que sin cesar trabajan para conservar la armonía del reino. Uno de esos condados es el Cerebro. En él se realizan funciones de primera importancia. Por ejemplo: gracias al Cerebro, el cuerpo humano puede convivir con otros reinos semejantes a él y también con el resto de la naturaleza. En el condado del Cerebro tenían su casa Triptofanito y Lisina, dos pequeños aminoácidos. Habían llegado a vivir allí después de emprender un largo viaje por todo ' . e 1 cuerpo. * E n esa traveSla conOCIeron
Hay historias que ocurren en lugares fantásticos, como un bosque encantado. Hay otras que acontecen en sitios reales, como una ciudad llena de gente. Un tercer tipo de historias sucede en lugares que son reales y fantásticos a la vez. Nuestro cuento es así: tiene lugar en un reino asombroso, habitado por seres que nos llenan de admiración. Existen allí parajes donde ocurren las más fantásticas aventuras. Sin embargo, tan sorprendente sitio no sólo es fruto de la imaginación, sino que existe de verdad. Se
* Este viaje
se
narra en el libro Triptcjanito: Un viaje al cuerpo humano, escrito por Julio Frenk y publicado por esta misma editorial.
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.es misterios, pero ninguno les pareció tan sorprendente como los del Cerebro. Por eso decidieron quedarse allí y colaborar en la misión de tan importante órgano. Un día, mientras paseaban por la gran cordillera de la corteza cerebral, Lisina cayó en la cuenta de algo importante. -Hoy hace un mes que comenzó nuestro maravilloso viaje. Al escuchar las palabras de Lisina, Triptofanito se detuvo. Su cuerpo se llenó de emoción y en un instante cientos de imágenes acudieron a su memoria. Recordó el tiempo en que Lisina, él y otros aminoácidos vivían en el interior de un huevo de gallina, en una granja. Vio de pronto, como en una gran pantalla, el momento preciso en que todos juntos ingresaron al cuerpo por el condado de la boca. Revivió también los viajes a través de la sangre, la llegada a la piel y los peligros afrontados en diversos condados. Finalmente recordó la declaración de amor que le hizo a Lisina y el beso que ella le dio al aceptar vivir con él en el Cerebro. Absorto en sus pensamientos, Triptofanito quedó en silencio. Lisina percibió el ensimismamiento en que había caído su compañero y, tomándolo del brazo, le dijo: -Sí, querido. Hoy hace un mes que el gra~ero se comió el huevo en el que vivíamos. -¿ Un m~ solamente? -preguntó Triptofanito, volviendo en sí-o Podría apostar que ya han
pasado 20 años. Son tantas las cosas que nos han sucedido ... Lisina se sentó sobre el piso, justo alIado de un arroyo· de transparente líquido que
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corría por allí. Mientras mojaba su mano y miraba a lo lejos, la aminoácido preguntó: -¿ Cómo estarán Aspartito, Glutamito y todos los demás aminoácidos que entraron con nosotros al cuerpo? A veces lamento que se hayan quedado a vivir en otros condados. Triptofanito respondió: -Los aminoácidos debemos colaborar en la misión del cuerpo humano. Es nuestro destino y podemos alegrarnos de ello. Sin embargo, por más lejos que estemos unos de otros, nunca dejaremos de ser una gran familia. -¡La familia Proteína! -exclamó Lisina, reanimada. La hermosa aminoácido sacó del agua una molécula reluciente que pasaba por allí y, sosteniéndola entre sus dedos, dijo sonriendo: -¡Seguro que son tan dichosos como lo somos tú y yo en el cerebro! Triptofanito se sentó a un lado de Lisina y la tomó de la mano. -¿Sabes, Lis? -dijo-. Mientras vivíamos dentro del huevo, en familia, siempre estaba yo inquieto. Anhelaba
emprender un viaje por el cuerpo humano. Ahora que hemos podido realizado, estoy satisfecho. Sé que al fin conocemos los misterios de este maravilloso reino. Apenas dijo estas palabras, el suelo debajo de ellos se sacudió. Triptofanitoy Lisina estaban acostumbrados a que este tipo de cosas sucedieran. Así pues, decidieron esperar a que el piso dejara de temblar. Pero la sacudida
se hizo más fuerte. Al cabo de unos segundos, Triptofanito y Lisina comenzaron a preocuparse. El temblor no daba muestras de detenerse. Los aminoácidos creyeron conveniente alejarse de aquel lugar, pero apenas se habían puesto de pie, un estremecimiento· mayor abrió en el suelo una enorme grieta por la que cayeron rodando. N o descendieron mucho. Al detenerse advirtieron con gtisto que el temblor había pasado. Se hallaban en el fondo de una caverna. Triptofanito supuso que no había nada que temer. Simplemente tendrían que encontrar la forma de salir de allí. -El cuerpo humano es un ser vivo -le dijo a Lisina-. Uno no puede habitar aquí sin esperar que tales cosas ocurr~n. Es parte de lo maravilloso de este reino. Te insisto en que conozco bien sus misterios. Cuando terminó de hablar, el suelo volvió a estremecerse. Ahora la sacudida fue mucho más fuerte. Los aminoácidos se abrazaron. Las paredes de la caverna se les venían encima y amenazaban con aplastados. Antes de que eso ocurriera, el piso se abrió una vez más y Triptofanito y Lisina fueron a dar a una caverna todavía más profunda. Triptofanito comenzó a ponerse nervioso. No obstante, decidió disimular su inquietud. -No hay nada que temer, querida mía -dijo-o Simplemente estamos más abajo que antes. Pero quiero repetirte que conozco el cuerpo humano como la palma de mi
man~; este extraordinario reino no guarda para mí ningún misterio .. Triptofanito no pudo terminar
de hablar. Un nuevo temblor abrió una tercera grieta y por ella se fueron rodando él y su compañera. Un tramo más abajo volvieron a detenerse. Triptofanito iba a comentar algo, pero Lisina
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puso un dedo sobre los labios de su amigo, y le dijo: -N o digas nada, querido Trip. N o sé por qué pero, cada vez que hablas, el piso se sacude a nuestros pies. Creo que alguien no está de acuerdo con tus palabras. -Sólo dije que conozco los miste ... La caverna en que habían caído comenzó a estremecerse. Pero Triptofanito guardó silencio y el temblor pasó. -¿Lo ves? Es mejor que no hables más hasta que sepamos de qué se trata. La cueva era oscura. Un pesado silencio rodeaba a los aminoácidos. En eso, un rincón del negro espacio se iluminó. Alguien había encendidc una luz. La diminuta y móvil llama creció hasta convertirse en una centelleante red de chispas que llenaron la caverna con su resplandor. Entonces, iluminado por tal
destello, pudo admirarse el cuerpo de un extraño ser que parecía dormitar sentado. De su enorme cabeza brotaban todas aquellas chispas. Triptofanito se acercó. El ser iluminado abrió los ojos y levantó la cabeza para decir con voz suave y firme: -Lisina tiene razón, querido Triptofanito. Los he hecho bajar hasta aquí para sacarte de tu error. Dices que conoces los misterios del cuerpo humano. Escúchame bien; es cierto que entiendes algunos de ellos ... pero no los más profundos. Triptofanito se quedó
asombrado al escuchar aquellas palabras. ¿Cuáles eran esos misterios que él desconocía? El extraño personaje siguió hablando. -Ustedes han recorrido el cuerpo.
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Conocen sus condados. Saben que allí viven miles de seres prodigiosos. Convivieron con ellos y se hicieron sus amigos, sin darse cuenta de que tales seres guardan en su interior grandes secretos. Triptofanito sacudió la cabeza asombrado, y dijo: -¿ Quieres decir que dentro de los habitantes del cuerpo ocurren cosas desconocidas para nosotros? El resplandeciente ser contestó: -Su vida interna es un espacio prodigioso. Sólo conociéndolo podrás decir que estás al tanto de lo que ocurre en el cuerpo humano. De un salto, Triptofanito se colocó a un
lado del iluminado maestro y lo abrazó con fuerza. El cuerpo del aminoácido se llenó de luz. -Por favor, muéstranos cómo podemos entrar allí -dijo, sin soltar a su nuevo amigo-o Queremos conocer ese lugar del que hablas. ¿No es así, Lisina? ¿Verdad que queremos viajar a ese sitio? Lisina sonrió al ver los pies de Triptofanito, que se movían de un lado a otro con gran inquietud. Entonces dio unos pasos para acercarse a él. Rodeó con sus brazos la cintura del aminoácido y, llena también ella de luz, dijo con ternura: -Sí, querido, no hay nada que anhelemos más en el mundo.
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UN NUEVO VIAJE DA INICIO
un nuevo viaje, Triptofanito Emocionado por la idea de comenzar preguntó: -¿Dónde podemos encontrar uno de
esos seres maravillosos del cuerpo humano? -¿Una célula? -respondió el ser iluminado. -¿Así se llaman? ¿Células? -preguntó Triptofanito, y volvió a indagar con entusiasmo-o ¿Dónde podemos encontrar una de ellas? -No hay que ir muy lejos. Tienen una delante de ustedes. Triptofanito volteó hacia todos lados. Rodeó al ser luminoso y buscó entre los vericuetos de aquel rincón. Pero Lisina creyó comprender las palabras de su radiante amigo~ y preguntó: -¿Tú eres una célula? Triptofanito detuvo la búsqueda y, asombrado, volvió al sitio en el que estaba antes. -Sí, lo soy. Mi nombre es Neurona. Las neuronas somos células que conformamos el sistema nervioso. Hay de otros tipos: células
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que defienden al cuerpo, células que acarrean oxígeno, células que permiten
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