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Tuberculosis

kattysita2515 de Junio de 2015

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TUBERCULOSIS (TB)

es una infección producida por una bacteria de la familia de las micobacterias; principalmente, Mycobacterium tuberculosis (aunque hay otras micobacterias que pueden producir la enfermedad: Mycobacterium africanum, M. bovis, M. canetti, y M. microti). Habitualmente provoca tos, fiebre, expectoración, en ocasiones con sangre, cansancio e incluso pérdida de peso.

La tuberculosis también es conocida como bacilo de Koch, en referencia a su forma alargada y a su descubridor, Robert Koch, que consiguió, en 1882, aislar la bacteria de las flemas expulsadas por los pacientes con síntomas similares. De esta forma, pudo demostrar que era contagiosa y, separando a estos pacientes de las personas sanas (la conocida cuarentena) se impedía la diseminación de la bacteria.

Hablar de tuberculosis hoy en día nos retrotrae a tiempos pasados, pero, aunque se trata de una infección prevenible, es todavía la segunda enfermedad infecciosa más importante a nivel mundial (tras el SIDA) y una de las que más muertes produce, a pesar de los adelantos en el diagnóstico y la eficacia de los tratamientos. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que en 2013 enfermaron de tuberculosis más de 8 millones de personas –al menos 500.000 eran niños–, de los cuales murieron como consecuencia de la enfermedad 1,2 millones de personas. La mayoría de estas cifras corresponden a países poco desarrollados y de economía pobre.

No obstante, se estima que en torno al 95% de las muertes por tuberculosis tiene lugar en países en vías de desarrollo, siendo una de las principales causas de fallecimiento entre las mujeres de entre 15 y 44 años. 22 países aglutinan el 80% de casos nuevos cada año (sobre todo del África Subsahariana y sur-sudeste de Asia), según la OMS, y ningún país del mundo ha conseguido erradicar por completo la enfermedad.

En España, es poco probable contraer la bacteria –se registra una media de 13,1 casos nuevos por 100.000 habitantes y año, según el informe del grupo de estudio de micobacterias de SEIMC (GEIM)–, pero, aun así, cualquiera es susceptible de ser contagiado. De hecho, los últimos datos publicados por el GEIM, reflejan que en 2012 se notificaron 6.046 casos de tuberculosis respiratoria, aunque si se tienen en cuenta los no notificados la cifra puede superar los 12.000. De esta manera, la tuberculosis se sitúa como la tercera enfermedad de declaración obligatoria en incidencia, sólo superada por la gripe y la varicela.

Tipos de tuberculosis

A pesar de que la localización pulmonar es la más frecuente, la bacteria de la tuberculosis puede crecer en otros muchos lugares del organismo. Es lo que se conoce como tuberculosis localizada, ya que solo afecta a un órgano. Algunos de estos son, además del pulmón: piel, tracto gastro-intestinal (estómago, intestino y otros órganos asociados), riñón y cerebro. La bacteria puede alcanzar el cerebro produciendo una meningitis tuberculosa, que es muy peligrosa y muy difícil de tratar.

La tuberculosis puede diseminarse (tuberculosis miliar o diseminada) por la sangre alcanzando muchos órganos a la vez. Esta forma es muy grave, y suele aparecer en personas en las que el sistema inmune está debilitado o es casi inexistente.

Prevención de la tuberculosis

El contagio de tuberculosis puede prevenirse, pero depende, sobre todo, de la actitud del enfermo. Este deberá toser siempre en un pañuelo de papel desechable, que deberá ser depositado en la basura en una bolsa de plástico cerrada.

Durante las primeras dos o tres semanas del tratamiento, es preciso que el paciente se mantenga aislado en una habitación, que deberá ser ventilada varias veces al día y permanecer con la puerta siempre cerrada para evitar la diseminación de las bacterias a otras estancias de la casa. Los contactos personales deben ser breves y limitados; y todo aquel que entre en contacto con el enfermo deberá llevar mascarilla, para evitar inhalar las bacterias presentes en el aire. En el exterior no hay riesgo, siempre que se mantenga una distancia prudencial. Los rayos del sol matan las bacterias, por lo que es conveniente que la habitación del enfermo sea soleada. Si no se puede llevar a cabo el aislamiento del paciente en casa, deberá acudir al hospital

Durante este periodo, el paciente no mantendrá contactos íntimos ni relaciones sexuales, ya que aún puede estar en la fase infectiva. Solo cuando lleve dos o tres semanas de tratamiento tendrá la seguridad de que ya no puede infectar a nadie. Es necesario evitar durante este tiempo los lugares cerrados, con mucha gente, como el transporte público.

Tras este periodo de dos o tres semanas, el paciente puede abandonar el aislamiento, y los contactos no requerirán el uso de mascarilla.

¿Qué hacer si ha estado en contacto con un paciente de tuberculosis?

Si una persona ha estado durante un tiempo prolongado en contacto con un paciente de tuberculosis, debe acudir al médico y exponerle el caso. Los síntomas (o la ausencia de los mismos), la radiografía de tórax, y ciertas pruebas sencillas, como la de la tuberculina, indicarán al médico si ha contraído la bacteria y si requiere tratamiento preventivo para evitar la infección.

Si el contacto ha sido leve, durante un breve espacio de tiempo, o ha ocurrido en un ambiente abierto, hay poco riesgo de contraer la bacteria. No obstante, hay que consultar con un médico si se tienen dudas al respecto.

Actualmente se están llevando a cabo diversos estudios en busca de una vacuna efectiva que proteja frente a la tuberculosis, de hecho doce de ellos han entrado ya en fase de ensayo clínico. En general se basan en el uso de antígenos que reemplacen a la antigua vacuna BCG, o bien que la potencien.

Prevención, diagnóstico y tratamiento

El virus de la hepatitis B (VHB) se transmite entre personas a través del contacto con la sangre u otros fluidos corporales (por ejemplo, la saliva, el semen y las secreciones vaginales) de una persona infectada. Cabe señalar que es muy poco probable que pueda ser transmitido a través de besar o compartir cubiertos. El virus de la hepatitis C (VHC) se transmite por contacto directo con sangre infectada. En muy raras ocasiones, puede ser transmitido a través de otros fluidos corporales, aunque esto no está claro en la actualidad.

Las vías más comunes de transmisión de los virus de la hepatitis B o C son los siguientes:

• Transfusiones de sangre y productos sanguíneos usando sangre no analizada (en los países más desarrollados, la sangre se ha estado analizando desde 1990)

• Intervenciones médicas o dentales sin la esterilización adecuada de los equipos

• De madre a bebé durante la gestación

• Compartir material para inyectarse droga

• Compartir pajitas, billetes, etc. para esnifar cocaína

• Compartir cuchillas de afeitar, cepillos de dientes y otros objetos de uso doméstico

• Hacerse tatuajes y piercings si se utilizan equipos sin esterilizar

En el caso de la hepatitis B, la infección también puede ocurrir a través de relaciones sexuales sin protección con una persona infectada. Si cree que podría haber estado en riesgo contraer hepatitis B o C, es importante que se haga la prueba.

Recibir la inmunización es la mejor forma de prevenir la infección por hepatitis B. Más de mil millones de dosis de la vacuna contra la hepatitis B se han utilizado desde la década de 1980 y ha demostrado ser eficaz en aproximadamente el 95 % de los casos. En la actualidad, no existe vacuna para la hepatitis C.

Diagnóstico

Para diagnosticar la hepatitis B, la sangre tiene que ser analizada para comprobar el antígeno de superficie de hepatitis B (HBsAg). El antígeno HBs es una parte del virus y, por lo general, aparece en la sangre de seis a doce semanas después de la infección. Si la prueba es positiva, tiene hepatitis B. En ese caso, su médico debe realizar más pruebas para comprobar si la infección por hepatitis B es nueva o antigua, si está dañando a su cuerpo o no, y si necesita tratamiento o no. Si ha eliminado naturalmente el virus o si ha sido vacunado contra la hepatitis B, tendrá anticuerpos contra la hepatitis B (anti-HB). El cuerpo los generó para destruir el virus. Si tiene anti-HB, estará protegido contra una futura infección por el virus de la hepatitis B.

En el caso de la hepatitis C, el médico primero tendrá que comprobar si tiene anticuerpos contra la hepatitis C (anti-VHC). Si la prueba es positiva, esto significa que o bien tiene el virus ahora, o lo ha tenido anteriormente y lo ha eliminado. Los anticuerpos de la hepatitis C por lo general tardan entre siete y nueve semanas en aparecer en la sangre después de la infección. Si su sistema inmunitario está debilitado (por ejemplo, por VIH), su cuerpo puede tardar más tiempo en producir anticuerpos contra la hepatitis C o puede no producir ninguno en absoluto. Si la primera prueba es positiva, su médico le hará una prueba para el propio virus (ARN de la hepatitis C). Si esta prueba es también positiva, significa que tiene hepatitis C.

Si se le diagnostica hepatitis B o C, se enfrentará a muchos retos, pero es mejor hacer frente a la enfermedad mentalmente, saber cómo evitar la transmisión de la infección a otras personas y considerar sus opciones de tratamiento y las estrategias de autogestión de la enfermedad lo antes posible.

Para más información acerca de si podría estar, o haber estado, en riesgo y cómo puede hacerse la prueba, póngase en contacto con su grupo de pacientes local, que podrá proporcionarle la información que necesita.

Tratamiento

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