Danza Contemporánea. Nuevas poéticas
Rita ParissiTrabajo20 de Marzo de 2023
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Danza Contemporánea. Nuevas poéticas
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ArteDoc. ISSN: 2362-3594
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Nuestros interrogantes
En los últimos tiempos, cada año se presentan en nuestro país obras que en principio se caratulan como espectáculos de danza. La profusión de presentaciones y el creciente caudal de público sorprenden, sobre todo por lo diversa, polifónica y en permanente definición ontológica con que se presenta la danza. ¿Cómo reconocer en la variedad de formas actuales a qué cosa remitimos si se quiere definir qué es danza de espectáculo? ¿Con qué información debemos acercarnos como espectadores para no quedar atrapados en una maraña de incertezas? ¿Con qué disponibilidad de tiempo y de conocimiento previo se enfrenta hoy el contemplador de obras de danza? ¿Le sirve al espectador de hoy el repertorio de saberes con que se aproximaba antaño a una obra de danza clásica, moderna o de ballet moderno?
Danza Académica Estatuto de la Estética Moderna
Desde el siglo XVIII, el perfeccionamiento técnico de los pasos codificados del ballet, alejaba cada vez más los movimientos de la danza académica de aquellos propios de la vida cotidiana.
En esta dirección y para narrar sus contenidos, la danza clásica forjó un léxico de pasos limitado, autónomo y codificado en un sistema cerrado con una sintaxis precisa que estableció un lenguaje pensado como un universo de puros significantes. Si estos significantes no alcanzaban para develar lo que se estaba contando el artilugio consistió en recurrir a la pantomima y al programa de mano.
Paralelamente el propio cuerpo del bailarín, atravesado por técnicas corporales artificiosas, imponía un disciplinamiento específico para lograr habilidades motrices generadoras de hábitos de entrenamiento. Estos cuerpos para la danza, seleccionados rigurosamente, atendiendo a exigencias de proporciones ideales y de fortaleza física, conformarían un modelo de cuerpo ideal, inmaterial, que realizaba formas ingrávidas desligadas de todo esfuerzo.
Los cuerpos-máquina de los bailarines, domesticados a través de una disciplina rigurosa, que aplica reglas uniformes y barre con expresiones singulares, perduraron en la danza occidental de espectáculo hasta mediados del siglo XX.
La metodología de la danza estableció posiciones, movimientos sistematizados, series de pasos encadenados y graduación progresiva de la dificultad.
Esta forma de danza se convirtió en el trabajo de bailarines profesionales que debían tener una formación técnica virtuosa para lograr la belleza en las formas y su acuerdo con un canon fijo. La preeminencia de la forma llevó a la danza hacia el virtuosismo y la automatización (regularidad y repetición) con la finalidad de alcanzar la perfección.
El coreógrafo y el bailarín profesionales se recortaron como individuos creadores y la danza como arte ingresó al mercado de bienes culturales para ser exhibida y consumida por los espectadores. Este proceso se construyó siguiendo los mismos principios de la racionalidad científica. “…la nueva racionalidad científica es también un modelo totalitario, en la medida en que niega el carácter racional a todas las formas de conocimiento que no se pautaran por sus principios epistemológicos y por sus recetas metodológicas…”(Sousa Santos 2009: p.21)
“El determinismo mecanicista es el horizonte preciso de una forma de conocimiento que se pretende utilitaria y funcional, reconocido menos por la capacidad de comprender profundamente lo real que por la capacidad de dominarlo y transformarlo, En el plano social, es ése también el horizonte cognitivo más adecuado a los intereses de la burguesía ascendente que se sitúa en una sociedad en que comenzaba a dominar el estadío final de la evolución de la humanidad.”(Sousa Santos 2009: p.26)
A partir del S XX, si bien los primeros creadores de danza moderna tocaron temáticas contemporáneas y modificaron el vocabulario de los pasos empleando formas anticlásicas, no renunciaron a la narración que debía tener clima, conflicto y conclusión y nunca negaron que había que bailar, es decir moverse además de mantener la estructura y la forma de la danza, y postular que los intérpretes debían someterse a un riguroso entrenamiento.
Desmantelamiento del Estatuto de la Estética Moderna y algunas emergencias
Es a mediados del siglo XX que la danza de espectáculo redefine las técnicas, las modalidades creativas y la concepción del cuerpo, sin establecer definiciones cerradas y universales.
Así, acorta la distancia entre arte culto y arte popular y masivo. Se abren nuevas posibilidades de metodologías de aprendizaje y de técnicas corporales en la formación del bailarín, lo que amplía el abanico de saberes alternativos alejados definitivamente de un conocimiento académico unificado.
La danza aborda la abstracción que rehúye la posibilidad de interpretar alguna cosa, el significado del movimiento pasa a ser el movimiento mismo. En lugar de representación, presentación y aún, no presentación.
La utilización de técnicas aleatorias y de indeterminación, incomoda al público que no está muy seguro de cuando la obra llega a un punto culminante o si está finalizando, con lo cual se cuestionan el tiempo y el espacio tradicionales.
Se trabaja con todo tipo de materiales y disparadores no convencionales, tales como el movimiento cotidiano, el objeto encontrado, la focalización en el proceso en detrimento del resultado y la utilización de intérpretes no bailarines. Paralelamente el bailarín/no bailarín/performer debe escuchar su cuerpo y las relaciones con el espacio, el tiempo y la energía. No tiene que contar nada sólo mostrarse auténticamente en la experiencia. La inclusión de cuerpos diversos, contundentemente materiales, habitados por sujetos que deben dar cuenta de esa materialidad corporal, se liga a la incorporación de movimientos cotidianos tradicionalmente exiliados de la representación escénica.
Los procesos creativos hacen lugar a la improvisación como pulsión, como acto primitivo, urgente. La danza performática se consagra a este tipo de prácticas, tratando de salirse de la zona conocida para asistir a lugares inhabituales y establecer otros modos de intercambios humanos y sociales.
Se acaba la escena italiana renacentista con su espacio euclidiano construido según un punto de vista único donde se colocan objetos que ocupan lugares con determinada jerarquía, se hace lugar a la exploración de espacios escénicos no tradicionales que algunos extreman al eliminar también al público.
En los teatros a la italiana las confortables butacas permitían albergar al público cómodamente para contemplar una obra de danza, en la tranquilidad de la sala oscura, participando únicamente en calidad de observador. Hoy, en muchos casos, esta comodidad todavía existe pero ha desaparecido en los múltiples espacios contemporáneos equipados de muy diversa manera que proponen asientos de cemento o madera o directamente el suelo o el pasto, e incluso si la perspectiva es desde arriba el espectador debe ubicarse de pie asomado a una baranda, o bien debe acompañar la ejecución recorriendo el espacio a voluntad. Estas nuevas disposiciones interpelan al contemplador con otros reclamos. Que esté dispuesto a meterse dentro de una obra como en “Casa para armar” en la casa nacional del Bicentenario de la Secretaría de Cultura 2012, una suerte de visita guiada donde el espectador, cambiando su punto de visión, encontrará distintas intervenciones danzadas siguiendo el programa de mano como por ejemplo el trabajo en progreso de Gustavo Lesgart “el cuarto color”. Que tenga que verla más de una vez ya que la percepción varía según de qué lado se ubique dando lugar por ejemplo a dos obras en una como en “Argumentos en favor de la oscuridad” Teatro Colón (CETC) 2007de Edgardo Mercado.
Pareciera que la contemplación, experiencia cara al arte del espectáculo tradicional en occidente, no es un dato relevante para la escena actual. ¿Pero antes que nada, este espectador ya decidió si está frente a una obra de arte? Si el acercamiento lo hace desde la estética tradicional no le queda claro por qué debería considerar como tales la mayoría de las expresiones que se rotulan de este modo. Buena parte de estas obras no resultan bellas en un sentido tradicional ya que se alejan de los preceptos aceptados por los cuales, por su diseño formal, el objeto danza claramente se mostraba como perteneciente al universo del arte. Esta manera de representación de la danza impuesta desde los siglos XVII y XVIII a la primera mitad del XX aseguraba que, si se alcanzaban altos niveles de virtuosismo, se podría conmover con eficacia al espectador.
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