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Creepypastas: de Internet a la Literatura

luttzzEnsayo23 de Octubre de 2018

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CREEPYPASTAS: DE INTERNET A LA LITERATURA

RESUMEN

En el siguiente ensayo planteo la condición comunicativa de la literatura y la ciberliteratura en un intento de abordar el fenómeno de las creepypastas. Pretendo enfatizar las diferencias socioculturales como la condición autoral, la industria cultural y lo canónico como condición de lo literario por encima de las diferencias formales en que se enmarcan de las creepypastas respecto a otras manifestaciones más tradicionales de literatura.

PALABRAS CLAVE: Comunicación literaria, ciberliteratura, creepypastas.

INTRODUCCIÓN

Quizás sólo la familiaridad con el idioma inglés mitiga en cierta forma la duda acerca del vocablo creepypasta: creepy designa algo espeluznante, y pasta bien podría referirse a un plato de espaguetis; sin embargo, este término sintetiza una práctica de lectoescritura de relatos con tratamiento de horror situados en y difundidos mediante la diversidad de herramientas y plataformas digitales que ofrece Internet. Más adelante aproximaré una definición formal de creepypastas, pero de momento basta comprenderla como una forma de entretenimiento en línea asociada a individuos de edades jóvenes.

Una de las principales intenciones de este ensayo consiste en explicar cómo las creepypastas se relacionan con la literatura, al tiempo que aproximaré una definición de literatura para abordar la comunicación literaria, y defenderé la postura de que las creepypastas no son literatura ni necesitan serlo; algo que invito a entender como metafórico de la situación sociocultural en que se enmarcan tanto las creepypastas y la literatura. Conviene también abarcar un tercer término para ilustrar las relaciones que pretendo mostrar: la ciberliteratura.

LITERATURA Y COMUNICACIÓN

¿Qué es la literatura? La amplitud de este ensayo –sus propósitos, alcances, ambiciones e incluso la capacidad intelectual que lo sostiene– no llegaría, estoy seguro, a ser la suficiente para dar una respuesta enteramente satisfactoria a tal cuestión. Sin embargo, para efectos de este ensayo propondré una visión operativa sustentada en mis intuiciones. En un golpe de sensatez, invito a consultar lo inefable de “literatura” en el diccionario en línea[1] de la Real Academia Española:

literatura

Del lat. litteratūra.

1. f. Arte de la expresión verbal.

2. f. Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género.

3. f. Conjunto de las obras que versan sobre una determinada materia. 

4. f. Conjunto de conocimientos sobre literatura. 

5. f. Tratado en que se exponen conocimientos sobre literatura.

6. f. coloq. palabrería.

7. f. Mús. Conjunto de obras musicales escritas para un determinado instrumento o grupo instrumental. 

8. f. desus. Teoría de las composiciones literarias.

Mi formación – licenciatura en literatura – me dota de la intuición de que hablar de la literatura como “lectura” implica las acepciones uno y dos antes expuestas. Sin embargo, al referirme a literatura como algo que también es motivo de estudios académicos, pienso en las acepciones cuatro, cinco y ocho. Mi idea de la disciplina de la literatura combina estas cinco acepciones, pero definitivamente excluye las demás.

Entiendo pues, literatura como 1) una forma de arte verbal cuya producción es reconocible y categorizable según criterios varios, y reconozco los estudios literarios como 2) un conjunto de percepciones y conocimientos exterior a la literatura, pero surgidos a partir del estudio de manifestaciones literarias particulares, que se halla organizado sistemáticamente y es consultable a través de tratados o publicaciones.

Una profundización de mis definiciones involucra lo verbal en la literatura, esto a su vez implica el uso de palabras, y aunque hay quienes hablan de literatura oral, me parece que la veta más explorada de la literatura por los estudios literarios es aquella donde lo verbal equivale a visible. Así, no deseo limitar la literatura a publicaciones, pero sí señalo como su principal medio el visual antes que el auditivo.

¿Qué es la comunicación? Es una pregunta que no entraña menos complejidad que cuestionar el ser de la literatura, pero para el caso, hecharé mano de Manuel Castells (2009), quien expresa que comunicar es compartir significado mediante un intercambio de información, y empezaré por abordar la lectura como principal vía de la comunicación literaria.

 Ana Ester Eguinoa (2000) describe la lectura como una actividad solitaria, silenciosa, donde se recrea el lenguaje escrito. Su idea es que la comunicación literaria es un proceso de transmisión unidireccional de dos fases sucesivas donde el intermediario entre el verdadero emisor y el verdadero receptor es el texto: el autor escribe para un receptor que de alguna forma está inscrito en el texto, y el lector lee lo que le dice un emisor configurado también desde el texto. Contrapuesto a la romántica visión de las soledades lectora y escritora, Teun A. Van Dijk (1987: 176) opina que, para una idea de comunicación literaria, el entorno de la acción no puede entenderse sólo como un texto, sino que es necesario considerar que “la producción (y la interpretación) de dicho texto son acciones sociales”.

En el modelo de Eguinoa, la noción del intercambio no es patente, ya que se reduce a una parte transmite información y otra que la recibe; por el contrario, Gemma Lluch Crespo (1999) retoma el modelo de Siegfried Schmidt: los autores producen y proponen objetos de comunicación literaria a los editores, quienes los transmiten a los lectores (receptores de esta comunicación). Lluch completa el panorama al incluir más eslabones y completar una especie de ciclo; ella habla de agentes de transformación (instituciones, escuela, editores) como aquella sección de los receptores de la comunicación literaria que a su vez puede interactuar como emisor al transmitirle a los autores sus propuestas (no tanto de ideas concretas sino posibles líneas de creación). Así, no sólo la lectura, sino la crítica y el comentario de los textos forman parte también del proceso comunicativo.

El movimiento teórico que se esbozó en torno a la actividad misma de la lectura y los lectores fue aquel reconocido como la teoría de la recepción, aunque esta “teoría” fue más bien una designación al trabajo de varios teóricos cuyo interés principal se posicionaba en la importancia del lector como categoría de análisis pertinente para los estudios literarios; sus dos principales líneas de pensamiento se estructuraron en torno a: la estética de la recepción, sus representantes más destacados fueron Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser; por otro lado, está la teoría de la respuesta del lector, con Stanley Fish y David Bleich entre sus exponentes.

Desde la estética de la recepción, Jauss (1987: 162) constituye al lector como enunciador de un horizonte de expectativas como una precondición de entendimiento de la obra literaria a partir de experiencias literarias previas. Wolfgang Iser describe la lectura como un proceso que sólo se logra por las reacciones que desencadena en el lector (1989: 133) y enfatiza el constante esfuerzo de completar e insertar en los espacios vacíos del texto la experiencia propia, en un intento de sustituir la indeterminación de las obras por significado (148).

Bleich, en teoría de la respuesta del lector, esboza que el significado literario no se encuentra en las obras, sino en los lectores (1979), sin embargo, las respuestas completamente subjetivas de los lectores a las obras son imposibles debido a su inserción en lo que Fish llama comunidades interpretativas (1980).

Debido a su interés en el aspecto pragmático de la literatura, Van Dijk reconoce que en general, los estudios literarios, se enfocan en analizar el texto literario y no los procesos de la comunicación literaria (1987: 175). Este autor condena las opiniones académicas que demeritan la relevancia del contexto y apuesta por una teoría de la literatura “bien fundada” que integre la teoría del texto literario y la teoría de los contextos literarios, además de las relaciones entre estas dos (176). Con la premisa de que el estudio de los textos como productos sólo llevaba hacia la inscripción dentro de un modelo cultural estático, Itamar Even Zohar (2005) optó por considerar más bien los “fenómenos socio-semióticos” (1) –incluida ahí la literatura, el lenguaje y la cultura) desde una perspectiva sistémica donde el sistema es una red de relaciones que posibilite hipotetizar cómo operan varios de sus agregados.

La llamada teoría de polisistemas, de Even Zohar, exige no sólo confinarse al estudio histórico de los segmentos prestigiosos, una práctica común en los estudios literarios (4). En esencia, esta teoría plantea campos enteros donde la totalidad nunca es del todo definida, que permite apreciar, bajo ejes sincrónicos y anacrónicos las tendencias de posiciones en las redes de relaciones o sistemas, sus comportamientos y dinámicas de variación. En tal clase de diagramación es posible observar la centralidad de ciertos rasgos al mismo tiempo que la posición periférica de otros dentro de un sistema determinado (2009: 5).

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