A la deriva (Horacio Quiroga, Uruguayo)
marcenr3015 de Diciembre de 2014
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“A LA DERIVA” (HORACIO QUIROGA, URUGUAYO)
El tema central de este cuento es la lucha del hombre por sobrevivir, la agonía. Esta palabra proviene de la griega “agón” que significa lucha. Esta lucha desesperada por ganarle a la muerte unos instantes más de vida, por no entregarse aunque todas las circunstancias estén así dadas. La naturaleza, marco de este cuento, no será otra que el verdugo y la tumba de un hombre, que nada puede hacer en su soledad contra la muerte. La naturaleza será su discreto enterrador.
El título “A la deriva” nos muestra esta soledad de ese hombre indefenso, sin un rumbo cierto, entregado a las circunstancias fortuitas que le toque vivir. El hombre del cuento, Paulino, estará a la deriva, no sólo en su muerte, sino también en su vida, ya que antes de que la víbora lo pique, podría decirse que está muerto en vida. Nada lo sostenía vivo. Su relación con su mujer y con el compadre Alves no existe, y debe recurrir a un pasado muy lejano para tratar de aferrarse a la vida que se va. El personaje se encuentra muerto socialmente y quizás hasta muy profundamente en su interior antes de morir físicamente.
Podríamos encontrar en el cuento tres grandes partes.
La primera: la mordedura y los efectos del veneno.
La segunda: su intento por sobrevivir en el ámbito social – su relación con su mujer y el compadre Alves.
La tercera: su agonía. La naturaleza y su intento por luchar contra la muerte a través del recuerdo.
PRIMERA PARTE
Desde el principio el final está descubierto, porque lo que importa no es el final sino el trayecto que el personaje sigue. Así que desde el momento que el narrador dice “El hombre pisó algo blanduzco” el final es obvio, no existe otra posibilidad que la muerte, aunque durante todo el cuento el lector esté esperando que eso no suceda y que logre llegar a Tacurú Pucú y conseguir ayuda. Todo se precipita desde el principio, “lo blanduzco”, lo extraño, y la mordedura. No hay tiempo de evitar nada. Nada se sabe de este hombre en el principio. Se lo presenta en la acción que ya es trágica. Nos vamos a ir enterando de su vida y su forma de ser a medida que transcurre el cuento, algo que normalmente sucede al revés, primero se presenta al personaje y luego la acción. El cuento juega con la línea temporal, el narrador y el personaje irán hacia atrás, mientras el tiempo de la muerte avanza, como si quisiera escapar de las circunstancias, antes de que la muerte lo sorprenda.
El narrador, externo a las circunstancias de Paulino, contará la historia desde el punto de vista de éste, hasta llegar a meterse dentro de sus pensamientos y de sus delirios, lo que creará en el lector una sensación de inseguridad, la misma que sufre el personaje. Aunque por momentos nos da algunos anticipos del final, lo que nos hace ver que es un narrador omnisciente (sabe todo lo que sucede y lo que piensan los personajes), aunque nunca nos dice que piensa Dorotea o Alves, sabemos que los anticipos tales como “encajonan fúnebremente el río”, nos permite asegurar que ya conoce el desenlace que Paulino ignora.
Constata la presencia de su enemigo, la yararacusú, que no es otra que su verdugo que está pronto a contraatacar, aunque no hace otra cosa que también defenderse de la pisada de Paulino y de su próxima muerte, como también lo hará el protagonista.
Descubre la mordedura que comienza viendo que “dos gotitas de sangre engrosaban” y actuando por instinto de defensa mata a la víbora. El diminutivo “gotitas” refuerza la idea de indefensión: por esas dos gotitas entrará el veneno que acabe con su vida, por lo tanto no son algo que menospreciar. Por las “gotitas”, algo insignificante, su pierna se irá pudriendo y lo más preciado se irá acabando.
Estas “gotitas” serán retiradas para mostrar los “dos puntitos violetas”. Otra vez el uso del diminutivo deja a Paulino y al lector ante la sorpresa, cómo algo tan pequeño puede hacer tanto daño, y aún, cuánto daño puede hacer. Paulino lo sabe, pero una cosa es saberlo racionalmente y otra es vivirlo. El veneno no espera e invade todo el pie, y la acción de Paulino es una solución precaria. Su salvación no está eso sino en la ayuda social que pueda conseguir, y el lugar que logre alcanzar antes de la muerte.
La última etapa de estos “puntitos violetas” es la hinchazón del pie. Parecía que la pierna fuera a explotar por lo tensa y delgada que estaba la piel. Todo el panorama se vuelve monstruoso, y no hay más remedio que buscar ayuda, con las últimas fuerzas que le quedan. Piensa en su mujer, y es aquí que comenzamos a ver que su muerte era una consecuencia inevitable de su vida. Aunque el hecho que la haya provocado hubiera sido fortuito.
SEGUNDA PARTE
Busca a su mujer y el narrador intenta comprometernos afectivamente con la situación jugando con los sonidos de tal manera que la sed también la sintamos nosotros “la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca”. La aliteración (repetición) de la “r” nos reseca nuestra propia garganta y la situación se pone tensa también para nosotros que estamos a punto de descubrir que no existe una relación con la mujer con la convive.
La animación de la sed “la sed lo devoraba” nos hace pensar en que los síntomas del veneno están tomando la vida. El veneno, símbolo de la muerte, adquiere la vida que Paulino pierde.
El diálogo con Dorotea revela la relación entre ellos. Este diálogo recién nos da a conocer el nombre de los personajes, algo que hasta el momento ha sido oculto al lector. Los nombres singularizan, le dan una identidad que había sido negada. No es cualquier hombre el que muere. Es un hombre que trata a su mujer no como tal, sino como una sirvienta. No confía en ella para conseguir ayuda, no espera de ella una ayuda real. Pide caña, pero no le dice nunca lo que realmente le sucede ni por qué la pide. Esto nos muestra que no confía en ella para poder ayudarlo, tal vez para llevarlo a Tacurú Pucú. Dorotea es una mujer, obedece. La relación entre ellos está marcada por la incomunicación en la pareja, otro de los temas más queridos en la narrativa de Quiroga.
La voz de Paulino “ruge” como la de un animal en agonía, pero tal vez como siempre lo ha hecho con ella, ya que a ella no le asombra. Rápidamente cumple con su deseo de traerle caña que él no siente como tal. Paulino necesita ver la damajuana para creerle a su mujer y aceptar su situación, “bueno, esto se pone feo”. El veneno ha llegado a alterar sus sentidos, aquello que nos conecta con la vida. Así que aquellos puntitos pasaron al dolor, y ahora a los sentidos que se confunden. A partir de este momento lo que pase en el cuento se envolverá en una ola de confusión y delirio.
Una nueva comparación (“la carne desbordaba como una monstruosa morcilla”) nos presenta la situación cada vez más apremiante. Ahora la imagen es “monstruosa”, y hasta abyecta si la asociamos a la pierna de un hombre. Paulino ha querido negar su situación, pero esto se hace cada vez más difícil con una imagen así, luego de haber descubierto que ya no siente el sabor de una bebida tan fuerte como la caña.
Todos los síntomas del hombre a causa del veneno se agudizan, lo quiebran. Ya no son puntadas como relámpagos, sino “continuos relampagueos” de dolor, como si la tormenta de la muerte se avecinara a pasos agigantados. Estos dolores suben por el cuerpo, ya no son en el tobillo, ahora son en la “ingle”. Lo mismo pasa con la sed, ahora es “atroz sequedad”, y el calor aumenta también. Esto termina dándole al hombre una señal de su situación, ya no puede seguir en pié, vomita apoyado a la rueda cuando intenta incorporarse. No hay posibilidad de seguir adelante, sin embargo Paulino “pretendió incorporarse”. La lucha comienza cuando el personaje se da cuenta, cuando hace su “anagnórisis”, ahora sólo queda pelear físicamente, y si no se puede así, lo hará mentalmente.
Esta lucha queda clara en la siguiente expresión, inmediata a la constatación de la decadencia física: “Pero el hombre no quería morir”. La conjunción adversativa vuelve a negar todos los síntomas físicos. No importa cuanto el veneno quiebre el cuerpo, el hombre seguirá peleando. Esta expresión es la constatación del tema del cuento y su conflicto. No habría tal si el hombre se entregara a los primeros síntomas, no lo hace y por lo tanto el clima del cuento empieza a tensionarse a un nivel diferente. Ahora es el hombre luchando contra la muerte que sabe que es su inevitable final.
Recobra fuerzas de esa decisión y consigue subir a la canoa, pensando en una nueva alternativa, llegar a Tacurú Pucú, el lugar que simboliza la posibilidad de salvación. El poblado donde podrían socorrerlo. Ahora tenemos una nueva pista de este hombre, vive lejos de un centro poblado, tal vez una elección hecha hace mucho tiempo, lo que nos muestra el aislamiento en que se encuentra. El personaje ha elegido separarse del mundo social, alejarse de todo, por lo tanto a decidido darle la espalda al mundo, y aunque no sabemos la razón, podemos intuir que es una nueva forma de muerte. Nada de lo humano le interesa, hay algo dentro de él que estaba ya muerto. Y ahora quiere recuperarlo sólo porque se encuentra frente a la muerte, como la única posibilidad de vida. Lo social es su posibilidad de sobrevivir, y esto pertenece a un pasado. Es como si el personaje buscara recuperarlo para así recuperar su vida.
“El hombre
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