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ANÁLISIS LITERARIO “LOS RECUERDOS DEL PORVENIR”


Enviado por   •  11 de Julio de 2013  •  2.670 Palabras (11 Páginas)  •  790 Visitas

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EDUCACIÓN MEDIA SUPERIOR INTERCULTURAL

Literatura mexicana iii

Trabajo: “ANÁLISIS LITERARIO DE LA OBRA

“los recuerdos del porvenir”

ANÁLISIS LITERARIO

“LOS RECUERDOS DEL PORVENIR”

ARGUMENTO:

Elena Garro a través de esta novela de los “Recuerdos del Porvenir” nos pone delante de una historia donde se combina la fantasía con la realidad, en donde el tiempo no lleva una secuencia y puede estar en el presente y pensar en el futuro y retomar el pasado.

El narrador de esta historia es el pueblo de Ixtepec, que un día decide sentarse sobre una piedra aparente y contarnos los sucesos que han pasado a través de los años o quizá de los siglos o tal vez de los días.

Después de todo no hay mucho que contar habitantes que no saben cuál es su papel sobre esta tierra, que viven por vivir deseando morir, al encontrarse con una realidad de muerte, de miseria, de lamentos y de sinsentidos. Y es precisamente en la muerte donde en encuentra su porvenir que cada vez se hace más difícil de alcanzar.

Es fabuloso darnos cuenta que Ixtepec es más que un pueblo, es un país en tiempos no muy lejanos y que a propósito en estos tiempos un día antes del quince de Septiembre estoy recordando y elaborando este trabajo, porque todo esto vive en la memoria de sus habitantes. Habitantes que no saben porque son matados y porque se encuentran colgados en los árboles de cuatro o más para que no se sientan tan solos, que son gobernados por un pésimo gobierno donde el presidente es considerado un loco, el ejército comandado por un jovencito que busca el placer y ser amado por alguien que termina matando al sentirse engañado.

En fin que más podríamos decir de esta historia donde la Revolución, viene a convertirse en el terror de los habitantes y ya no se sabe cuál es el fin de dicha revolución, acaso para ser libres o para ser doblemente dominados y peor aún con mayor crueldad por los de su propia raza.

ACCIÓN:

El pueblo de Ixtepec nos cuenta su historia a pesar de que quisiera no tener memoria para no traer a la mente todos aquellos sucesos que pasaron por aquellas épocas donde fue fusilado, sitiado, conquistado, y engalanado para recibir ejércitos. Supo del goce indecible de la guerra, creadora del desorden, y la aventura imprevisible. Cuando la Revolución agonizaba el último ejército lo dejo olvidado envuelto en su derrota y olvidado en ese lugar.

El pueblo de Ixtepec se vio amenazado por el miedo a la llegada del general Francisco Rosas, se olvidaron las fiestas, los quinqués se apagaron a las diez de la noche. El paso del general producía miedo, por la cantidad de cuerpos ahorcados que se encontraban a la mañana siguiente.

Nos situamos en medio de una casa grande, de piedra, con un corredor en forma de escuadra y un jardín lleno de plantas y de polvo. Allí no corre el tiempo: el aire quedó inmóvil después de tantas lágrimas. Sólo olvido y silencio. Y sin embargo en la memoria hay un jardín iluminado por el sol, radiante de pájaros, poblado de carreteras y de gritos. En este lugar vive Doña Ana, su marido y los jóvenes y Félix que se convierten en recuerdos de ellos mismos, sin futuro, separados de la realidad se volvían sólo personajes de la memoria.

Este pueblo esperaba un milagro porque desde que llego Francisco Rosas no había hecho otra cosa que cometer crímenes, crímenes y crímenes. A la pobre de Julia una mujer bellísima joven, se le acusaba de todas las desdichas que pasaban en el pueblo por ser la querida del general Rosas.

Era el tiempo de la Revolución, y Francisco Rosas no buscaba lo que sus compañeros villistas, sino la nostalgia de algo ardiente y perfecto en que perderse. Traiciono a Villa se pasó con Carranza y sus noches siguieron iguales. Tampoco era el poder lo que buscaba, el día de su encuentro con Julia tuvo la impresión de tocar una estrella. Sin embargo con el paso del tiempo se dio cuenta que no solo era de él, que sus pensamientos y quizá sus más profundos sentimientos pertenecían a Felipe Hurtado, de los único que podía gozar era de su hermoso cuerpo.

Julia era la admiración del pueblo por su gran belleza pobre del que se atreviera a mirarla, porque era hombre muerto. Pero Felipe Hurtado no solo la miro sino hasta converso con ella porque la conocía perfectamente en otro tiempo y en otro lugar.

Francisco Rosas se dio cuenta de lo que paso con Julia desde que llego ese desconocido e enigmático hombre de Hurtado, que además era aceptado por el pueblo. El pueblo sabía que Felipe Hurtado vendría por ella y que algo iba a acontecer. Julia se atrevió a salir del hotel, de ese lugar donde vivía el ejército con sus queridas; e ir en busca de Felipe Hurtado para decirle que se fuera porque Rosas lo mataría.

Ya era tarde, las lágrimas y los golpes que recibió Julia de nada sirvieron para aplacar la colora del general, el cual terminó con la vida de ambos pero no con su recuerdo. Y unos creyeron que muerta Julia se acabarían los males pero no fue así porque empezó la persecución del Gobierno en contra de la Iglesia, suspendiendo el culto y convirtiendo el templo en la Comandancia militar.

Su segunda acción después de profanar el templo y utilizar todo cuanto les sirvió para hacer su fogata como los vestidos de la Virgen; apedrean a don Roque el sacristán, hasta que lo creyeron muerto, pero al ir los soldados en busca de su cuerpo para confirmar sus fechorías, no lo encuentran por ninguna parte.

El general Francisco Rosas se siente burlado una vez más por ese miserable pueblo y encomienda a Justo Corona el buscar el cuerpo hasta que lo encuentre y llevarle a aquel que se atrevió a esconderlo para fusilarlo y hacer justicia.

Por su parte el pueblo tenía puesta la esperanza en Abacuc, el cual mataba a los soldados, liberaba a los presos e incendiaba las cárceles y los archivos. Alguna noche Ixtepec oiría su grito; ¡Viva Cristo Rey!, y esa sería la última noche de Francisco Rosas.

Cada vez se hacía más larga la espera de ese grandioso día y quién sabe si llegaría. Así que el pueblo pretendía hacerse justicia por el mismo, burlando al ejército. Para lograrlo Doña Carmen Arrieta, doña Ana Moncada y doña Elvira Montufar, invitaron al general Francisco Rosas a una fiesta preparada en su honor.

Mientras tanto Dorotea, la Luchi y el niño Juan ayudarían a escapar al Padre Beltrán y al sacristán el cual pudo recuperarse un poco de la golpiza que había recibido.

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