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APRENDIZAJE.


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2012  •  Tesis  •  2.225 Palabras (9 Páginas)  •  320 Visitas

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UNIDAD

DE

APRENDIZAJE

III

Actividad Grupal.1

Caso: La vejez no es para los flojos.

Keela yacía inmóvil, sus ojos oscuros reflejaban el dolor que sentía. Cada vez que me acercaba para tocarla, gemía y me miraba como diciendo: ayúdame, por favor, ayúdame. Yo no `podía soportarlo. Sabia que mi perra se moría y que la mejor decisión que podía tomar mi familia era sacrificarla. Sin embargo, seguía esperando que un milagro reviviera a mi perra y le permitiera correr y jugar un día mas- ¿Por qué los perros y las personas tenían que envejecer y morir? Keela entró a formar parte de la familia antes de que yo naciera, de modo que en realidad era el primer hijo de la familia, era la más pequeña de una camada de cuatro perros esquimales, la única que quedaba cuando mamá y papá contestaron el aviso que decía Se venden cachorros de perro esquimal de tres meses. Papá le dijo a mamá que el cachorro mas pequeño de una camada no era

una buena inversión. Probablemente seria un animal enfermizo y no viviría mucho tiempo, pero Keela, cuyos enternecedores ojos

oscuros parecía como si llevaran anillos negros pintados a su alrededor, metió su nariz fría y húmeda en el oído de mamá y eso

bastó. Ella no escuchó ni una sola palabra de lo que decía papá sobre la salud y la longevidad, hicieron un cheque por doscientos

cincuenta dólares y lo entregaron al criador de perros. Mamá tomó en brazos a Keela y la metió al auto. De algún modo, la perra sabía que iba camino a su casa.

Los perros tienen un ciclo de crecimiento distinto al de las personas. Cuando Keela umplió un año ya había alcanzado la talla de unanimal adulto, aunque en muchos aspectos Seguía siendo un cachorro. No era un perro grande, como un collie, pero tampoco pequeño como el de esas razas diminutas que no superan el tamaño de un gato. Cuando yo era pequeño su tamaño era mayor que el mío, pero cuando cumplí los diez años me llegaba a las rodillas. Por supuesto, cuando se paraba sobre sus patas traseras aun podía apoyar las delanteras en mis hombros y lamerme la cara.

Se dice que cada año de vida de un perro equivale a siete años de vida de un ser humano. Por lo tanto, cuando yo nací, Keela tenía el equivalente de 22 años humanos, o sea que tenía edad suficiente para ser algo así como una hermana mayor. En los recuerdos de mi niñez, siempre aparece Keela, no puedo ni imaginar cómo hubiera sido mi familia sin ella....

Antes de que naciera mi hermano, la perra era mi amiga y compañera inseparable. Recuerdo cómo era en esa época. Aunque mihermano era el peor niño que el destino haya enviado a una familia, Keela le brindó generosamente su afecto. Mick ey no entendía nada de perros. Le tiraba la cola o las orejas o trataba de treparse a su lomo para que lo llevara a pasear, pero a la perra esto no parecía importarle. Supongo que lo aceptaba porque era parte de nuestra familia.

Cuando estaba en segundo grado, resultaba claro para Keela que yo era su amo, más que ningún otro miembro de la familia. Yo era quien le daba de comer todas las mañanas, jugábamos en el parque con el disco volador y también la llevaba conmigo a mis

sesiones de entrenamiento para que me viera jugar fútbol, y, por supuesto, era en mi cama en donde dormía todas las noches.

Salvo, claro está, cuando mi madre entraba en el dormitorio, la veía y le ordenaba que se bajara. Pero incluso entonces lo que hacía era bajarse de un salto, sentarse en la alfombra y esperar que mi madre se fuera, para volver a treparse la cama. Por la mañana, lo primero que veía al abrir los ojos era su lustroso pelaje gris y negro.

Un hecho curioso es que, cuando uno vive con otras personas, prácticamente no nota su crecimiento. Mi abuela, por ejemplo, a la que solamente vemos dos veces por año, siempre nos señala cuánto hemos crecido y mi madre dice: no me había dado cuenta.

Luego nos hace parar contra la pared de la cocina en la que ha ido marcando nuestra estatura desde que aprendimos a caminar.

Señalando a Keela, la abuela comenta: Y mira a Keela. ¿Qué tiene?, dice mamá. Nada, pero veo que su pelo negro está empezando a ponerse gris, y también tiene pelo gris alrededor de la boca. Se está poniendo vieja, vieja como yo.

Es curioso que la abuela dijera eso, porque cuando lo hizo y observé con cuidado, vi que tenía la cabeza completamente canosa, pero no lo había notado.

Yo estaba en sexto grado cuando, por primera vez, Keela se enfermó de verdad. Cuando me levanté esa mañana, Keela no estabaen mi cama ni debajo de ella: ni siquiera estaba en la habitación. La encontré hecha un ovillo en un rincón de la cocina, cerca de la

estufa.

¿Qué te pasa, Keela? ¿Qué te pasa, muchacha?. Me incliné, le di unas palmaditas en la cabeza y noté que temblaba. Yo no quería ir a la escuela ese día, pero mamá dijo que iba a llevar a Keela a la veterinaria. En la escuela estaba preocupado y no podía

concentrarme en nada; cuando en la clase el profesor nos hizo una pregunta sobre los ríos de Québec tuvo que reprenderme por no prestar atención. El no sabía lo importante que era mi perra, más que los ríos de Québec.

Mamá me esperó en la parada del autobús. Pienso que sabía que estaba preocupado. Puso su brazo en mi hombro y caminamos hasta la casa. Si las noticias iban a ser malas prefería no oírlas.

Va a estar bien, me dijo con una voz que reflejaba cierta duda. Cómo sabes, Keela se está poniendo vieja y tiene algo que afecta a menudo a las personas viejas y los perros viejos. Se llama diabetes. Significa que algo anda mal en la forma en que su cuerpo

metaboliza los carbohidratos, es decir, los azúcares y las féculas.

¿Se va a morir? pregunté balbuceante. Hablar me costaba un enorme esfuerzo. Sentía la lengua gruesa como un guante de béisbol. No, no. Mi madre me apretó el hombro. Uno no muere de diabetes si cuida su dieta. Solo tenemos que vigilar su comida, no más dulces, no más sobras de la mesa. Solo la comida para perros y, por supuesto, todos los huesos que quiera.

Me alejé corriendo de mi madre y entré en la cocina. Keela estaba aun enroscada junto a la estufa de gas, pero al menos levantó lacabeza cuando me vio entrar. Apoyé la cabeza

...

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